martes, 5 de julio de 2011

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL AGUA ESCURRE


Con un abrazo para Hugo Campos Flores por haber
concluido satisfactoriamente sus estudios profesionales.




Querida Mariana: ayer que fui a la casa de Rosendo, Eugenia abrió la puerta y de entrada me dijo: “Mira, tío, ¡cómo escurre el Sol sobre las tejas!”. ¡Me quedé turulato! ¿Mirás qué prodigio? La tarde, en efecto, se inclinaba sobre la ciudad. Después de dos días de lluvia intensa, los cielos de Comitán hicieron una pausa y el “Sol escurría sobre los techos”.
Eugenia me dice tío por afecto. Vos sabés que Rosendo y yo tenemos añísimos de conocernos. Sólo somos amigos, pero somos como hermanos. Su hijita, a sus escasos siete años, es una niña hermosa y muy inteligente. Le encanta leer y pintar (ahora pienso que también será una gran escritora). Una tarde, hace como dos años (yo estaba recién desempacado de mi estancia en Puebla), estábamos con su papá en el corredor de la casa, tomábamos té, cuando Eugenia se subió a mis piernas y me dijo: “¿Y cuando no estabas aquí eras real?” y me dio un pellizco afectuoso. ¡Dios mío, vi a Rosendo como buscando un asidero antes de caer en el vacío! Él rió y cuando su hijita saliendo corriendo detrás de la perrita, me dijo que no lo tomara en serio, eran ocurrencias de ella, que quién sabe dónde las sacaba.
El asombro, querida mía, era precisamente esa incógnita: el lugar de donde saca lo que saca. ¿De dónde los niños obtienen esas gemas? A veces pienso que mi oficio de escritor debería tener un rostro de delincuente. Me bastaría grabar todo lo que los niños dicen para escribir la gran obra (sin duda, con ello obtendría el Premio Estatal de Poesía, o quién sabe, porque luego el jurado es adulto y carece del agua limpia que cubre la palabra luminosa del niño y ¡premia cada cosa que da pena ajena!). A veces pienso que me bastaría grabar lo que dice la gente del campo. Esta gente también juega una piedra húmeda que se emparenta mucho con las luces que los niños prenden a cada instante.
Disfruto mucho la presencia de esa niña hermosa que quiero como si fuese mi sobrina. Pero a veces una cuerda de luz me asfixia. ¿De dónde saca esas hojas de oro? ¿No puede tomarme de la mano y llevarme a ese lugar que imagino como esos territorios donde todo es dúctil?
Cuando estuve en Puebla fui real para aquella región, pero ¿para Comitán? ¿Es real aquella sustancia que no es mensurable ni tangible? Si un día me dijeran que Japón es una mera ficción, a mí no me costaría trabajo aceptarlo. Es un lugar tan lejano que bien pudiera ser una mera idea sacada de una maravillosa imaginación.
Si esta idea la traslado a los confines del universo, ¿qué rasgo de realidad puedo tocar? En este instante puedo ir más allá de este simple pensamiento e imaginar que existen más universos y entonces, al tocarlos con mi mente, puedo darles categoría de realidad. Jugando, como niño, te pregunto: “¿Y el universo que no vemos es real?”.
La imaginación ha creado las más grandes realidades de este mundo. A veces me topo con algún compa que asegura la inexistencia “real” de El Quijote y dice que sólo existió en la loca imaginación de Cervantes, pero luego, cuando abro la ventana y veo un viejo trepado sobre un caballo flaco, como si fuese una reproducción magnífica de Doré, pienso que mi compa es el que no tiene cómo comprobar su existencia “real”, porque si yo viajo a Japón, allá él no tendrá ninguna sustancia y, sin embargo, El Quijote cabalgará orondo en los libros de los lectores que caminan por cualquier calle bulliciosa de Kioto. Es chistoso pensar que es más real un personaje de papel que los papeles de personajes que representamos.
Pd. Ahora, a veces, pienso que esos diez años en que me alejé de Comitán fui irreal para este pueblo y también lo fui para Puebla. Pienso que fue como estar metido en una burbuja llena de vacío. Recordá que a veces algunos lectores me preguntan si vos sos real. ¡Qué complicado es este mundo para los adultos! Todos los niños, no sólo del mundo sino del universo, saben que la realidad cabe completita en la cubeta de la imaginación.