domingo, 24 de julio de 2011

NANDAYAPA Y JUÁREZ




Este título no es porque a Mario Nandayapa el viento le haga lo mismo que a Juárez. El Juárez de este texto es otro y ésta otra historia, aunque sí es de vientos, de vientos de Ciudad Juárez enredados en Comitán.
Una tarde Mario llegó a la antigua Balún Canán, convocado por la literatura. Como él lleva muchos años metido en este ajo dio una conferencia a muchachos del Centro Comiteco de Creación Literaria; y como siempre anda debajo del brazo con un bonche de espigas –amotinadas y de las otras (incluso el acta donde demuestra los méritos para recibir la Medalla Rosario Castellanos o el Premio Chiapas o ser nombrado Director de Coneculta-Chiapas -seguro que lo hace mejor que la actual Directora) se abrió generoso y donó grabados de Francisco Cabrera Nieto y estampas de dos niñas universitarias en intercambio -académico, por supuesto- y regó palabras, muchas palabras. Los pumpos llenos de palabras los regó sobre las calles empedradas y los sembró en los tejados de barro. No contento con todo esto, reservó para el final un guijarro. Cuando un hombre agota el contenido de su talega (sin albur) la última nube es como ese lucero que aparece en la madrugada y sólo es visto por los borrachos, por las prostitutas y por los elegidos de Dios.
Mario abrió la mano y mostró, sin recato, con gusto, un nombre: Carlos Antonio Ortiz Ampudia y éste, como niño travieso, asomó debajo de una mesa, sonrió, levantó la mano y dijo: “¡soy yo!”
Resulta que Carlos acompañó a Mario en este viaje, de Tuxtla a Comitán, porque él nació en este último pueblo. Esto no tendría algo relevante, se sabe que a diario muchos chiquitíos nacen acá. El clima es templado, pero el calor interno de comitecos y comitecas alcanza la temperatura de la arena de Tonalá y de puntos intermedios.
Lo novedoso es que Carlos Antonio nació acá, hace muchos años y casi casi recién nacido un viento lo llevó a vivir a otros lugares. Actualmente reside en Ciudad Juárez, Chihuahua (¡Dios mío, en la antípoda de esta tierra!). Lo sorprendente es que Carlos Antonio, por primera vez en su vida ¡conoció su pueblo! ¿Qué puede recordar un chitirís de escasos meses del lugar donde nació? Vi en la mirada y en el corazón de Carlos el asombro, el gusto por saber que en estos vientos sigue volando el papalote que lo cobijó de pichito. Carlos vino al lugar donde está enterrado su muschuc (ombligo); vino a pepenar los sueños que no terminó de germinar; vino a hallar lo nombrado, la luz de su alma.
Los comitecos nos sentimos contentos ante su presencia. Fue como reconocer la misma luz nuestra en su rostro, en su mirada de niño travieso. Fue tanto nuestro gusto que, cuando Mario concluyó su exposición y llegó el instante para entregarle un reconocimiento firmado por el Presidente Municipal de Comitán, José Antonio Aguilar Meza, y por el Director de la Universidad Mariano N. Ruiz, José Hugo Campos Guillén, le pedimos a Carlos Antonio que, en nombre de este pueblo, hiciera entrega formal del diploma.
Fue una manera de decirle a Carlos Antonio que ¡es de lo nuestros y nos da mucho gusto!; fue una manera de expresar a Mario nuestro agradecimiento por venir a regar vientos, vientos de esos que a Juárez le hacían lo mismo que, parece, le hacen a Nandayapa, Nandayupa, Calaca, Caluca.
(¿Y si algún día llega a ser Director de Coneculta-Chiapas, qué vamos a hacer?).