miércoles, 27 de julio de 2011

JUGO DE JUEGOS




Mariana me envió un mensaje esta mañana: “¿Jugamos a degradar el libro?”. Durante toda la semana hemos jugado a “degradar”. El lunes degradamos a las abuelas, el martes a los santos (incluyendo el enmascarado de plata), el miércoles degradamos a las mujeres de pechos grandes, el jueves a los borrachos llamados “sociales”, el viernes jugamos a degradar a los transportadores de ángulos y el sábado degradamos a las escuelas.
Me encanta jugar con Mariana. Siempre está dispuesta a recibir el viento y el sol de la novedad. Se sabe, no hay cosa más aburrida que lo rutinario. Desde que la conocí, Mariana ha sido un talismán de propuestas novedosas. Una tarde, mientras abríamos avellanas para alimentar a las ardillas del parque, me propuso: “Juguemos al agujero negro”. Como una noche antes habíamos jugado a ser río, tuve que transformar mi agua en energía. Esto es un proceso fácil, uno se convierte en una turbina Pelton y deja que el agua corra por el interior y luego fluya por cables. Mariana, cuando vio que yo estaba lleno de luz, se recostó sobre el pasto, abrió los brazos y dejó que sus cabellos fueran los hilos conductores que llevaran mi luz hasta su pecho, hasta su vientre, hasta la galaxia más lejana del universo. “¿En dónde -dijo- tengo el agujero?”. Yo, lleno de vapor, le dije que estaba en medio de sus ojos y ella sonrió, dijo que sí, que le gustaba mucho jugar conmigo porque siempre estábamos en la misma sintonía.
Lo más importante del juego es recuperar al niño, sólo así se está en la misma sintonía; sólo así una niña bonita de dieciocho años se siente bien con un viejo de cincuenta y cuatro, y viceversa. Un elemento básico es el tono de voz. El juego toma carta de naturalización cuando la pareja habla como si estuviera debajo de una mesa o adentro de un ropero, en voz muy baja, así los adultos no interrumpen el juego. Mariana siempre coloca una de sus manos en mi muslo, se acerca a mi oído (tan cerca que siento su aliento) y me habla, como si le rezara a la Virgen María o a San Pedro de las Polainas. Sus labios apenas se abren, son como un colibrí suspendido en el vuelo o como una alcancía que rehúsa la moneda para no interrumpir su silencio.
Como la vez pasada ella ganó, ahora, como castigo, me toca comenzar el juego. ¿De qué manera degradar al libro? Bueno, ya algunos escritores chiapanecos nos han ganado al gastar tanto papel con ideas tan simples. Ahora mismo tengo ya mi primera degradación. ¡No la diré porque Mariana puede leer esta Arenilla! Mariana me ganó con el juego de la degradación de las escuelas, aunque ya lo sabemos muchos alumnos y muchísimos maestros nos han aventajado; el primer lugar lo tiene la líder oriunda de Comitán (¡qué pena!).
La primera vez que llegué a casa de Mariana, sus papás se sorprendieron cuando me metí debajo de la mesa. Mi amiga les explicó que es parte de un proceso en el que persigo la consigna del Libro de Los Consejos: “Recupera al niño que fuiste”.
El otro día, Mariana, botada de la risa, dijo que encontró a sus papás debajo de la mesa, jugando. Bueno, bueno, espero que jueguen juegos tan emocionantes como los que Mariana propone. Ella siempre piensa en novedades, pero a mí me gusta uno en especial que, cuando es día del niño o día de mi cumpleaños, le pido repetir el juego donde ella es un verso de Octavio Paz: “…el viento sopla por mi boca y su largo quejido cubre con sus dos alas grises la noche de los cuerpos…”.