viernes, 8 de julio de 2011

DEBAJO DE LA BOLETA




Manolo escribió para darme la noticia del centenario del nacimiento de Cantinflas. Recordé un cuento escrito por Andrés Chong, escritor belga nacido en Tonalá. Siempre que lo entrevistan él bromea: “Soy un Tonalteco ¡mucha belga!, así que más que tonalteco ¡soy belga!”. Por esto a su primer libro de cuentos lo tituló: “Histolietas belgas” (fue tan exitoso que está agotado. El libro ¡no él!).
En su segundo libro: “Caras vemos, intenciones sabemos”, incluyó un cuento de apenas dos páginas, donde, de manera tangencial, aparece el nombre de Cantinflas. El libro fue publicado en la Editorial Alianza y la fecha de edición es: abril de 1993 (mes y año del fallecimiento de Cantinflas).
En la línea número dieciocho se lee: “…Alfonso dejó el vaso con güisqui sobre la mesa, abrió la ventana y vio la torre latinoamericana perfilarse contra el cielo plomizo, pensó: Otra cosa sería este país si Cantinflas hubiese ganado la presidencia…”.
Todo mundo sabe que en muchas boletas de elección las personas escribían el nombre de Cantinflas como candidato a la Presidencia de la República.
¿De verdad este país sería otro? Sí, otro sería si en lugar de Vicente Fox hubiese ganado Labastida o Cárdenas. ¿Qué país será si gana Ebrard o Peña Nieto? Nadie puede vaticinarlo. Con excepción de Andrés Chong, pues en el cuento en cuestión dice una línea esperanzadora en el renglón cuarenta y cuatro: “…las calles se inundaron con banderas, con confeti y con voces que eran un monumental grito iluminado. ¡Por fin, Cantinflas había sido electo presidente!”.
El cuento es elemental y soso. Pero, dentro de su candidez expresa un sentimiento cada vez más recurrente: la patria está colgada de una rama frágil y la tierra es muy resbaladiza. ¡Medio mundo desea que este mundo sea otro!
Cantinflas cumpliría cien años en este 2011. Sería un viejo inútil, empotrado en una silla de ruedas arrumbada en un rincón. ¡Nadie, en el 2012 votaría por él! Nadie, en su sano juicio, elige viejos inútiles para la Presidencia de su patria. Todo mundo trata de elegir al mejor hombre, al que sea como un faro de luz y de esperanza. Elegir al hombre que al final del sexenio permita decir: ¡este país es otro, por fortuna!
¿De veras todo mundo trata de elegir al hombre faro de luz y de esperanza? ¡Quién sabe! Basta pensar que mucha gente votaba por Cantinflas para dudar de tal aseveración. Este país, ¡oh, qué desgracia!, en muchas ocasiones, vive inmerso en la confusión. No sólo ha votado por comediantes como Cantinflas, también ha votado por payasos y por equilibristas. Hemos confundido a la patria con un circo de tres pistas. La única disculpa que lo justifica es ¡la esperanza! La mayoría siempre vota creyendo que al país le irá mejor. Y si esto es así ¡no importa que el presidente sea alguien como Cantinflas!
Y ahora que estamos cercanos a conmemorar los cien años del nacimiento de Cantinflas y, el próximo año, a definir al próximo Presidente de la República, no es atrevido decir que el cómico fue tan admirado y querido porque representaba a cabalidad nuestra esencia. Cantinflear significa hablar de manera atropellada e incongruente. No pocos políticos hablan así.
A muchos políticos les encanta hacer malabares con el lenguaje y ejecutan un desperdicio de palabras, que cae como torrente sin alcanzar a significar algo.
¿Qué país hubiese sido un país gobernado por un presidente incapaz de articular un discurso coherente propiciado por una mente lógica? ¡Dios mío, parece que en los últimos tiempos hemos vivido inmersos en esta epidemia! ¿Qué nos alcanzará para el 2012 cuando Cantinflas cumpla ciento un años?