domingo, 17 de julio de 2011
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LA NOCHE ES COMO UN PEDAZO DE CIELO
Con un abrazo a Chente Vázquez,
escritor Guatemalteco.
Querida Mariana: todo mundo conoce la leyenda de La Tizihua o X’tabay o La Malora. La mayoría de versiones la muestra como una mujer que seduce a los hombres trasnochados y los pierde. Igual que la Diosa Kali, de la India, La Mujer Blanca tiene el don de la ubicuidad y lo mismo se aparece en los caminos arenosos de Arriaga, que en los pedregales de San Cristóbal o de Comitán. El reflejo de la luna magnifica los contornos de sus pechos y de sus muslos y cadera. Quienes son seducidos y caen bajo su influjo ¡terminan locos!
Esto viene a cuento porque ayer, tomando un café en la casa de Estela, mientras sus primitos corrían detrás de una gallina, me dijo que ya existe una versión contemporánea de dicha leyenda. Por esta región la llaman Lady Gaga, ya mirás cómo los comitecos somos muy dados a la imitación (el otro día fui a presenciar un partido de fútbol llanero entre las selecciones del Barcelona y del Real Madrid, ¡ah, pucha! Luego por eso hay unos compas que se comportan, fuera de cancha, como si fueran Messi y se creen, como dicen ustedes los jóvenes, ¡la última coca cola del desierto!). Si es cierto que la Lady Gaga anda haciendo travesuras por acá debe andar ya por todo Chiapas. Esta nueva versión de La Tizihua no seduce a hombres, sino ¡a mujeres!
Estela, mientras sus primitos le recortaban las plumas a la gallina atrapada, con una de esas tijeras que emplean los jardineros, me dijo que una de sus amigas no llegó a dormir a su casa. Sus papás, preocupados, comenzaron a buscarla. A las diez de la mañana, en un corredor del Hospital, recibieron un mensaje de la sirvienta: la niña ¡estaba en casa! Estaba agotada, con la blusa rota y su rostro, a pesar de los ojos rojos y de las ojeras de tierra, tenía un brillo como el que dicen poseen los ángeles.
Días después, la amiga le contó a Estela que esa noche había ido a un antro, con un grupo de amigos. Estaban sentados en una mesa redonda, platicaban, tomaban, oían la música en vivo, cuando un mesero se acercó y le dio un papel: “Voy al tocador, ¿me acompañas?”. Levantó la vista y el mesero le indicó la mesa al fondo. ¡Ahí estaba la mujer más sensual del universo! Llevaba una blusa transparente y un pantalón entallado; un collar de torzal blanco que delineaba el cuello que era como una columna de viento. La mujer se paró y la amiga de Estela, sin poder evitarlo, dejó el celular sobre la mesa y dijo que iba al sanitario, una de las compañeras se ofreció a acompañarla, pero ella la detuvo. Caminó por en medio de la gente, empujó la puerta y vio a la mujer apoyada en el lavabos. Su blusa estaba desabotonada y una de sus manos sostenía un pecho como si ofreciera un fruto. La amiga se recargó contra la puerta y colocó el seguro; dejó que la mujer se acercara y le diera besos en el cuello. Sus labios eran como un trozo de hielo con un calor de brasa de fogón. La amiga cerró los ojos, puso sus manos contra la pared -como crucificada- y pensó que esa mujer era como el ala de un ángel o como el aire que alimenta a las orquídeas. Cuando abrió los ojos estaba tirada detrás de una pila de cartones de cerveza, en la bodega del antro. Debió esperar al personal de limpieza para poder salir a la mañana siguiente.
Mientras los sobrinitos decoraban unos antifaces con las plumas de la gallina, Estela me confió que, al contrario de la leyenda antigua donde los hombres rehúyen el contacto con La Mujer Blanca, muchas mujeres ahora acuden a los antros con el deseo de ser seducidas y tocadas por Lady Gaga. La amiga camina por las calles de Comitán con un aura de mujer bendita, de sonrisa de misterio.
Pd. En mi adolescencia me gustaba leer cuentos de vampiros. Recuerdo que cuando un vampiro “chupa” la sangre de la víctima, ésta, por el simple contacto, se convierte en vampiro. Por el momento nadie sabe si la amiga de Estela se convirtió también en un clon de Lady Gaga. ¿Imaginás a medio Chiapas con mujeres de esas características?