domingo, 3 de julio de 2011

PARA CUANDO ES CUATRO DE JULIO




A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: periodistas que son como La Chimoltrufia, y periodistas que son como Pepe López Arévalo.
El peperiodista no es como aquélla que así como dice una cosa dice otra. Él es hombre de palabra, de línea luminosa. Por esto es gavilán pollero y no zorra, rata o tlacuache, como muchos otros. No hay pollita que se le vaya viva, pero no es mera calentura, no, no, es el pan de cada día en su religión. Ha demostrado que para ser periodista de altura se necesita estar con los pies en la tierra y con los muslos en el agua; ha demostrado que en medio de la grabadora reportera, la libreta y el lápiz bien afilado, se necesita tener bien afilado el espíritu y otros órganos del cuerpo (la mente, la mente, mal pensados). Además, es necesario, junto con un equipo de computación, impresora y cámara fotográfica tener siempre a la mano ¡una alberca y una estancia donde haya un tubo y un catre cuando menos! Peperiodista ha dado la suprema lección: para ser periodista, de los buenos, se necesita empaparse de vida. La lluvia no es un mero pretexto ¡es la condición indispensable para teclear! La lluvia, de vez en vez, puede ser de agua, pero la mayoría de veces es de orquídeas, de lunas, de soles, de ladrillos, de güisquis, de pétalos y de sones.
El peperiodista debe tener, asimismo, siempre, a la diestra del Señor, una cerveza bien fría con un plato de carraca y chile “mirapa’rriba”; unos discos de salsa y una salsa de tomate verde; una piedra que sirva para hacer cimiento y no para desmitificar la cita bíblica. Así, con el cimiento bien hincado ¡ya puede hacerse una columna! Una columna que sea la vértebra del periódico, la más buscada, la más leída, la más cachonda, la más juguetona, la más alejada de la solemnidad.
Tiene los elementos suficientes en la mano y en el corazón para demostrar que el periodismo no es un juego de carros chocones, ni siquiera una autopista para ángeles caídos. El periodismo es una ventana para aventar palomas mensajeras o botellas al mar.
¿Cómo, desde Chiapas, escribir una columna periodística que atraiga la atención del mundo completo? Peperiodista ¡encontró la fórmula! Una mañana, en los años ochentas miró que un lector de “Proceso” abría la revista en la página donde estaban los cartones de “Boogie, el aceitoso”; luego vio que un lector de la “Segunda de Ovaciones” la abría en la página tres, donde venían hermosas mujeres, y ¡eureka! Le enseñó su columna a un japonés y miró que el japonés se emocionaba al mirar las fotos de las mujeres más hermosas de Chiapas.
La cualidad mayor de Peperiodista ha sido ¡la de ver al Sur! Mientras todo mundo, deslumbrado con el sueño americano, mira hacia el Norte, Pepestesur es fiel a los vientos de esta tierra prodigiosa. Al igual que Benedetti nos ha enseñado que “el Sur también existe”.
Todo mundo disfruta sus columnas y éstas son tan sólidas que no hay Hércules que las pulverice. Lo único que las hace temblar son esos arcángeles que, en lugar de alas, tienen pechos que son como cervatillos dispuestos a brincar al ojo del espectador. El lector no puede evitarlo, lo primero que hace al abrir el periódico es dejarse seducir y soñar con esas mujeres bellísimas que están ahí, generosas, dispuestas a demostrar que el periodismo puede ser la ventana más lúdica del mundo, a pesar de todo y de todos. Gracias Pepe, gracias niñas hermosas, ¡que Dios bendiga su generosidad y les dé más, mucho más para que den más!
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en mujeres que son como periódicos para matar moscas, y mujeres que son como moscas que cagan sobre los periódicos.