miércoles, 18 de enero de 2012

COINCIDENCIAS




Juan Alfonso escribió una novela que comienza con la siguiente leyenda: “Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia”. Los personajes de la novela son tres: Parecido, que es un hombre de treinta y cuatro años, aficionado al juego de cartas y que siempre usa un perfume con olor a vainilla del Trópico; Realidad, que es una muchacha, con vestido vaporoso de organdí, y cabello color de tapiz barato; y Coincidencia, señora de cincuenta y dos años, con labios pintados de rojo, piernas cortas y trasero de globo aerostático.
Una tarde, Realidad sale de su casa, camina por la calle que conduce al centro. Se detiene ante la vidriera de una tienda de telas, ve su reflejo, se arregla el vestido y se piensa bella, tanto que casi cree que la imagen que mira no es real. En ese instante advierte que la imagen del cristal coincide con su propia imagen que casi tiene el mismo parecido y, sin advertir la fuerza de las palabras, dice, como si pronunciara un conjuro: “Este parecido es una mera coincidencia”. Entonces, por esos relámpagos que tiene el universo, Coincidencia entra al cuerpo de Realidad y logra el deseo de toda su vida: ¡volver a ser joven! Pero no sólo Coincidencia lo hace, sino, como ya advirtió el lector, también Parecido es convocado y entra al cuerpo de Realidad, que se convierte en una especie de Santísima Trinidad.
Realidad, como si fuese un árbol en temporada de navidad, se sintió llena de luces. Quienes resintieron el cambio y comenzaron a rechazarla fueron los demás habitantes del pueblo. Una mañana que Realidad entró a la nevería y pidió un helado, la dependiente de mandil naranja se sorprendió cuando ella le pidió “un helado doble que tuviera parecido con la realidad”. La muchacha del mandil sonrió ante lo que consideró una frase ingenua, abrió la heladera y con la cuchara sirvió dos bolas de vainilla que, cosa rara, salieron casi perfectas, por lo que, al meter la cuchara al agua, dijo: “¡Qué coincidencia, igualitas!”. De inmediato Parecido se enojó al verse desplazado y tiró el barquillo que ya Realidad había aceptado.
Poco a poco las tres personalidades fueron teniendo roces, cada vez más intensos. Esto hizo que Realidad fuera expulsada del Club Campestre y de la Universidad donde estaba inscrita en un Diplomado de Fotografía Digital. Sus amigas también la relegaron.
Llegó el momento en que Juan Alfonso pensó que, ante tal confusión, igual que Realidad, él sería rechazado por sus compañeros del Club de Escritores Chiapanecos y fue a la casa de Realidad y la invitó a tomar un helado. Ella aceptó, sin cierto recelo por parte de Parecido y un entusiasmo inmoderado de Coincidencia. Cuando pasaron por la vidriera de la tienda de telas, Juan Alfonso jaló a Realidad del brazo, obligó a ver su reflejo y le dijo: “Esa no eres tú. Ese reflejo es una mera ilusión, una imagen ficticia única”. Realidad (que ya se sentía Ficción) sonrió, pues se supo única. Entonces, por esos laberintos que tiene el universo adoptó su nueva personalidad. Juan Alfonso y Ficción siguieron caminando, en tanto Parecido y Coincidencia quedaron buscando un reflejo en el cristal de la tienda, pero sólo advirtieron un maniquí que un empleado vestía con un vestido de organdí.