miércoles, 11 de enero de 2012

UNA INSTANTÁNEA




El tío Arsenio nos ponía a todos los chiquitíos al frente del patio y nos tomaba “instantáneas”, así le decía a las fotografías. Llamaba mi atención tal palabra. El tío llevaba a revelar el rollo con don Hermilo Vives y cuando las fotos llegaban, desde la ciudad de México, nos invitaba a su casa para que viéramos las “instantáneas”, nos repartía dulces y nos servía marquesote con agua de temperante. Nosotros, asombrados, señalábamos con el dedo nuestras caras y reíamos. Días más tarde (lo sabíamos) las “instantáneas” aparecían en marcos sobre las paredes de la sala. Ahí podíamos ir a revisar nuestros recuerdos cuantas veces quisiéramos. En Comitán existía la tradición de adornar las paredes de la sala con fotografías familiares en el campo de fútbol, en paseos de campo, en desfiles, en bautizos y en cuanta ocasión célebre aparecía. Esas paredes eran como Museos para la nostalgia y para el testimonio. Todavía ahora existen casas donde conservan múltiples fotos en las paredes, al lado del título universitario y constancias de diplomados.
Los mayores acostumbraban decir que la fotografía era un arte que “congelaba para siempre el instante”. A nosotros nos sorprendía esa maravilla. Creo que ahora, cuando en verdad todo es instantáneo, es cuando la gente menos se sorprende ante esa maravilla. La proliferación de cámaras digitales ha hecho del acto de la fotografía algo común.
El otro día saludé a Ramiro en el parque de San Sebastián (vino de vacaciones decembrinas) y en medio de la plática nos acordamos del tío y, casi al mismo tiempo, dijimos: “Ah, si ahora viviera disfrutaría mucho tomar instantáneas”.
La otra tarde, un día antes del Día de Reyes, caminé por el parque central de Comitán y cuando vi lo que vi saqué la cámara y tomé la foto (instantánea, en homenaje al tío querido). La foto se explica por sí sola: está, en primer plano, un busto de fibra de vidrio de Mickey Mouse, y, al fondo, el busto de bronce de Rosario Castellanos.
El busto de Rosario es un rostro permanente en el parque; el de Mickey fue momentáneo. Este último estaba colocado en el extremo de un juego infantil que colocaron para disfrute de los niños y que fue levantado dos días después. Cuando veo las instantáneas del tío pienso en esos dos elementos existentes en toda fotografía: los permanentes y los momentáneos. En esas fotos aparecemos niños que hoy somos adultos y que ahora los veo como instantáneos; detrás de nosotros está el corredor con arcos de madera (que son los elementos permanentes, porque, ¡bendito Dios!, aún permanecen inmodificables en la casa del tío). Los pilares han envejecido, igual que nosotros, pero ¡no han cambiado!; por el contrario, nosotros, los niños de ese tiempo, ¡ya somos otros, muy diferentes! Nosotros, en ese tiempo, queríamos crecer, volvernos grandes. Hoy que somos grandes entendemos que la mayor perversión del tiempo no es el envejecimiento sino el crecimiento. Cambiamos porque crecemos, no porque envejezcamos.
Dos días después, el Mickey desapareció del parque y Rosario quedó sola, como ha estado, como estuvo siempre, como seguirá estando. Esta imagen de bronce no cambiará con el tiempo. Permanecerá por siempre, hasta que a algún presidente municipal se le ocurra hacer una travesura y la tire o la cambie de lugar. Todo en la vida son instantáneas pero sólo algunas de ellas merecen el privilegio de “congelarlas”.
En la vida hay instantes que son de fibra de vidrio. Los realmente importantes son aquéllos que están hechos en bronce.