miércoles, 24 de abril de 2013
LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE EL LIBRO ES MÁS QUE UN LIBRO
Una mesa, un mantel, libros, una silla, una niña linda y palabras, muchas palabras. ¿Casi tantas como libros? ¡Más, muchas más! Adentro de los libros duermen cientos, miles de palabras. En el corazón de la niña ¡miles de palabras! Las que le han dicho los chavos que la aman, más todas las que ella conserva para cuando el fogón de su corazón ¡arda!
Ella se ve tranquila en este entorno, casi casi como si estuviese en medio de un bosque. Un bosque que, en lugar de encinos y pinos, pareciera sembrado por árboles llenos de palabras. ¡Ah, qué bellas frondas! Tan bellas como el cabello que cae sobre los pechos niños de la niña. Ella viste una blusa bordada y un vestido que, se aprecia, es de una tela ligera, como si fuese de nube, como de lluvia a punto de derramarse. Ella, se aprecia, no usa más afeites que la luz de su cuerpo. ¡Ah, se ven tan lindas las niñas que no son como carreteras que necesitan chapopote y señales de humo! Es raro, pero ella usa un reloj de pulso. Es raro, porque ahora las niñas no usan relojes de pulso, ahora, si necesitan saber la hora, la consultan en sus celulares. En los celulares está toda la información que necesitan, por eso viven viendo hacia abajo, hacia donde esos chunches parecen extensiones de sus manos. Parece, se aprecia, que esta niña (cuando menos ahora) no está pegada a un celular. Sus manos libres las apoya sobre la mesa con mantel verde. ¡Sí, es un bosque de libros! Los árboles están sembrados sobre un campo verde y ella, la niña bonita, es el agua que llueve sobre un territorio aún por descubrir.
Ella ve al frente, hacia donde el fotógrafo la alerta. ¿Y los árboles libros? ¿Qué hacen mientras tanto? Se apilan como si fuesen los cimientos de una construcción en el aire. Forman montoncitos como si fuesen atalayas desde donde otean el horizonte. ¡Ah, cuántas palabras en espera de que las descubran! Porque, si se mira con atención, los libros están a la espera. ¿Y la niña? ¿Qué espera? Su actitud pareciera decir que no espera, que ella viene de regreso y otros son los que deben esperar. Esperar que sus manos dejen de regar agua sobre el campo; esperar que eleve sus manos y todo lo convierta en una oración. Porque ella, se aprecia, tiene mucho qué contar. ¿Qué cuentan los libros? ¿Cómo el hombre puede, a través de las palabras, transformar el mundo? ¿Cómo hacer que llueva libertad, que llueva pasión, que llueva el ala del ave que migra?
Alguien, no se sabe a qué hora, tomó un pincel, pintura negra y pintó palabras sobre el muro hechizo. Estas palabras parecieran a punto de alzar el vuelo. Ella, la niña, pareciera a punto de abrir los labios y decir una palabra. ¿Cuál es la palabra que, como garza, cruza en este instante su cielo? ¿Qué piensa?
El letrero del muro improvisado dice que la palabra se libera al abrir un libro. ¿Qué palabra se libera cuando ella abre su corazón? ¿Algún amado es capaz de hacer que ella deje la jaula y emprenda el vuelo? ¿Hacia dónde sus cielos?
14 montones de libros forman este bosque. Se arraciman como si fuesen hatos de trigo, como si fuesen ovejas o nubes en busca del aire. Porque ella, la niña linda, es prima hermana del aire, por esto su mirada es como una línea del horizonte. Todo está como suspendido, como si el viento no fuese más que una simulación, un mero entretenimiento del aire.
Ella, ¿tiene un nombre? Debe de tenerlo, de la misma manera que cada libro tiene un título. ¿Cómo se llama? ¿Algunas letras de las que están en el muro pueden formar su nombre? Casi puedo asegurar que una “a” está enredada en su nombre. La A ama la palabra, da ala al ala y a la palabra alada hada.
Todo está como suspendido, como si el Universo no tuviese más oficio que acomodarse entre los pasillos que están entre libros. Como si el juego fuese marcar los caminitos y llegar hasta donde las manos de ella se posan como se posan los petirrojos sobre la rama de un eucalipto. Todo está en espera de una mano que libere la palabra, la de ella, la del libro, la que vuela alrededor como abeja.