viernes, 19 de abril de 2013



LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE LA VIDA ES COMO UN ARETE

Es una mariposa viva, ¡recién nacida! Aún no estrena sus alas. Está, todavía, como narcotizada. Un instante después volará. La mariposa nunca sabrá que su primer oficio fue ser arete. El arete más bello del mundo. Ella, la mujer, no se movió, dejó que la mariposa descubriera el misterio de la vida cerca de su rostro.
Ella, la mujer, viste una blusa tejida en tono rosa pastel y un suéter de color azul, también en tono discreto. Por esto, tal vez, la mariposa decidió posarse en su rostro. Un poco como para reafirmar la belleza de sus colores amarillos, naranjas, negros y blancos. La mujer lleva un sencillo arete de latón. Por esto, la mariposa decidió ser el arete más bello del mundo. Como si fuese un equilibrista colocó sus patas en un hilo de cabello. Eligió un cabello plateado, porque estos son los más resistentes. Las canas son la huella de la experiencia.
La mujer no se movió, dejó que la mariposa se columpiara. Era su primera vez fuera del capullo. Nacer no es sencillo. Uno nunca sabe qué hay “afuera”. Todo nacimiento tiene una etapa de preparación para salir al mundo. El proceso siempre se da en espacios tiernos y calientitos. Las mariposas se forman dentro de capullos, los hombres dentro de úteros. Cuando los hombres nacen ¡nacen sin alas! Por el contrario, las mariposas ¡nacen con alas! Por esto, mi sobrino Mario dice que los seres más perfectos no son los hombres, sino los que vuelan, los que están más cerca de Dios. Y lo dice porque él piensa que Dios está en los cielos. No sabe que Dios también está en la mejilla de esta mujer que acoge con afecto la mariposa recién nacida, atolondrada, ateperetada.
La mujer contó que se agachó para cortar un ramito de perejil y ahí la mariposa se “pegó” al hilo de su cabello. Ella la dejó. No hizo más que cerrar los ojos, tantito. Tal vez sintió algo como un aleteo, algo como una caricia del aire de Dios y se dejó hacer. Volvió con el ramito de perejil y con la mariposa. ¡Qué prodigio! Estaba en la tienda y entró tantito al patio y volvió con esencias. Hay gente que así es, gente que tiene el don de regresar con objetos sencillos que hacen la diferencia. Puede decirse que los patios son generosos, siempre están proveyendo de luz el espíritu de los hombres.
Me gustan los patios de las casas. En las mañanas recibo la luz del sol y, por las tardes, recibo el viento fresco. Por las noches, salgo al patio de la casa y miro el cielo y miro cientos de mariposas fluorescentes que se cuelgan de hilos invisibles. ¡Los patios son generosos! Tal vez esta mariposa creyó que la cara de esta mujer era como una sucursal del cielo y que sus cabellos eran los hilos de la noche y se columpió alegre y arrecha.
En contraste con la tonalidad discreta de la vestimenta de la mujer, al fondo se ve un vestido de mujer tojolabal. Está hecho con franjas de colores fuertes (la tía Eulogia diría: colores chingalavista). No, no son colores chingalavista, al contrario, están impregnados de vida, son colores protagonistas. Por esto, la mariposa se sintió bien en medio de los tonos pastel de la mujer. Si el espectador ve con atención, verá que la piel del rostro de la mujer también tiene un tono discreto, como si fuese el ala de una mariposa que todavía está adentro del capullo. Hay seres que son discretos, que están lejos de los reflectores. Estos seres son los que prefieren las mariposas recién nacidas para practicar sus primeros intentos de vuelo. Por esto no es para el asombro el hecho de que esta mariposa esté como hamaca al lado de su mejilla.