viernes, 26 de abril de 2013



LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE TODO ES COMO UN MISTERIO

“¿En dónde?”. ¿Es ésta la pregunta que ambos personajes piensan? Ellos buscan algo, algo esperan. Ambos están expectantes. Él mira hacia donde hay una puerta (por el horizonte de su mirada, puede asegurarse que así es). Ella mira hacia donde se abre un hueco en el suelo (por el ángulo de su inclinación puede imaginarse que así es). Por esto, la mirada de ella está más llena de aire. Por esto, ella abraza algo contra su pecho. El hombre, en cambio, tiene los brazos sueltos. Casi puede afirmarse que la guitarra del suelo le pertenece, pero ante el asombro la ha soltado. Pareciera dispuesto a enfrentar el misterio que se acerca. La mujer conserva lo que tiene. ¡Nadie le arrebatará eso que guarda con tanto celo!
El hombre (más realista) ve hacia la puerta, porque de ahí (intuye) saltará el misterio. La mujer (más soñadora) ve hacia el hueco que se abrió en el piso, cree que por ahí saldrá el misterio. En caso del hombre espera que aparezca un cocodrilo o un rinoceronte. Se ha dado el caso. El novelista Juan Gabriel Vázquez cuenta que una mañana un hipopótamo escapó del zoológico del mayor capo que ha tenido Colombia. En cambio, ella sabe que, del hueco, puede salir un excitrepertripe (que es un animalito que al contacto con el aire se convierte en un xiltlipopocaptil). Ya casi le ve las garras en el borde del piso, por eso aprieta con fuerza el bonche de papeles que tiene entre las manos.
¿Por qué ambos llevan narices rojas y circulares, a manera de pelotas? Bueno, tal vez exageré en los párrafos anteriores y ellos no hacen más que jugar a las estatuas. Puede ser que el busto del hombre que está detrás los haya contagiado. Ellos, entonces, están jugando a los encantados. ¡Uno, dos, tres, encantados! Y entonces ellos no se mueven, quedan en la posición que estaban un segundo antes del conteo. Tal vez el instrumento que está en el suelo es un instrumento mágico y, en lugar de conteo, la pareja de narigones rojos queda detenida en el tiempo a la hora que la guitarra toca la nota de La. Entonces, tal vez, el hombre que está detrás, el que parece un busto, es un encantado de tiempo atrás. Tal vez una tarde, hace muchos años, jugó en el patio y ya no pudo romper el hechizo. A veces sucede. Conozco un amigo que, cuando tenía ocho años, jugó en el patio de su casa a que era un pájaro. No supo cómo volver al plano de la realidad. Cuando su mamá lo llamó para la cena, él graznó; y cuando el papá, con el cinturón en la mano, llegó al patio para obligarlo a entrar, el hijo voló, voló, voló. Hace como dos años lo encontré jugando en una laguna de Cajcam, en medio de cuatro patos. “¿Qué hacés acá, Pedro?”, le pregunté. El graznó y voló, voló, voló.
Aunque, si el misterio se intensifica y les provoca miedo, tal vez la salida no sea por la puerta ni por el hueco en el suelo. La salida, tal vez, esté cifrada en el ventanal del fondo. Se sabe que hay ventanales así donde uno de los cuadros es el cuadro mágico que se abre cuando se dice la palabra adecuada. Si el espectador observa con atención verá que el cristal que está a la izquierda del busto muestra algo como un ventanuco, puede que sea un mero reflejo, pero bien puede ser la señal de que ahí hay una posibilidad de salida. Si el cocodrilo o el xiltlipopocaptil aparecieran, ambos podrían abandonar el juego de los encantados y correr hacia la pared, abrazar el busto y ayudarse con los pies a trepar hasta donde está el ventanal; decir la palabra correcta y cruzar por el cristal para pasar a otra dimensión.
Aunque tal vez la escena no sea tan complicada y ellos, después de todo, no estén jugando encantados ni estén alarmados por el misterio. Tal vez todo es más sencillo y simple, tal vez ellos no son más que dos petirrojos dispuestos a alzar el vuelo. Lo único que hacen es ver hacia todos lados por si algún avión también, igual que ellos, está a punto de volar. Él espera que las alas le crezcan; ella está a punto de soltar el lastre.
Sí, pareciera que todo es más sencillo. Después de todo, la vida no es tan complicada como muchos quieren hacernos creer. “¿En dónde?”, preguntan algunos, y los más sabios contestan: “En el hueco del aire”. Tan tan.