sábado, 19 de abril de 2014

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE UN PÁJARO INTENTA EL VUELO




Muchos creían extinta a esta ave. En el mundo hay pocos ejemplares, algunos se encuentran en las piedras, otros en pieles. La que acá se ve está en una piel de agua, de lago. Permanece en cautiverio porque existen muchos depredadores que quieren exterminarla. Por eso, su propietaria (de quien no se dice el nombre para no entorpecer el ritmo del universo) la mantiene cautiva con una ligera cinta de sostén, de color negro. El ave (todo mundo puede verla) tiene una mirada de ojo de pozo donde falta la luz. Los expertos indican que siempre ha tenido esa mirada de hoyo negro, de línea que bebe la luminosidad.
Algunos ilusos creen que esta ave puede escapar a la hora que la muchacha bonita se libera del sostén. Creen que a la hora que ella (poeta), en la intimidad de su recámara, corre la cortina, se quita la blusa con ambas manos frente al espejo y se desabrocha el sostén negro para liberar sus pechitos (piel de agua) el ave intenta el vuelo. No es así, esta ave permanece como si estuviese adentro de una jaula. Ocurre de esta manera porque ella se siente muy bien en ese lugar, ahí cerca del hombro (piel de lago). Cuando alguien (¡bendito sea!) acaricia a la muchacha bonita y pasa su mano sobre el hombro, el ave piensa que es como una línea de viento que la cuida y la protege de tanto depredador.
La simetría de su cuerpo obligó a la naturaleza a proveerle dos cabezas a esta ave. Por eso, la muchacha, también (¡perfecta!), tiene dos manos, dos ojos, dos orejas, dos pechitos (piel de agua). Si yo fuese ave, si tuviera dos alas, también me gustaría estar en ese hombro y desde ahí, desde esa colina, advertir el vuelo del águila y advertir la hora en que el sol se oculta tímido para intuir el instante en que el ave es liberada con el simple movimiento de ella al desabrochar el sostén y dejar libre el más prodigioso de los cielos.