martes, 31 de enero de 2017

EN TIEMPOS DE MUROS




Tío Pepe es un exagerado. Una vez se enojó cuando Alicia, en respuesta de dónde había conseguido los tsitzimes, dijo: “Los pepenó, mi hermano Adrián”. ¡No lo hubiera dicho! El tío dijo que él era siempre muy positivo y que en su casa nunca debían decir Pepe no, sino Pepe sí. Alicia rio, pero yo la llevé a la cocina y le expliqué que el tío Pepe era muy estricto, muy exagerado, así que más le valía tomarlo en serio.
Es tan exagerado que, ahora con las declaraciones de Trump, se ha vuelto un nacionalista a ultranza. Exige que todos los comitecos nos unamos y dejemos de consumir dulces extranjeros, que sólo comamos dulces locales, ¡ah, pero eso sí!, está prohibido comer esos dulces que se llaman trompadas, porque suena como si dijéramos Trumpada, que mejor comamos puros chimbos, pero que sí es mucha la gana, en lugar de decir trompada, digamos Peñada, en apoyo al presidente de la república.
De igual manera exige que talen esos árboles que están sembrados en el campo de fútbol de los zanjones, que se llaman Dólar, y que plantemos una variedad que se llame peso mexicano.
Cuando alguien nos pregunte si vamos a ir al cine digamos, con todas sus letras: “A güevo”, o “Como dijo el padre Naty” y que, ¡jamás!, volvamos a decir esa derivación posmoderna de “A Wilson”. Que los Wilson se vayan por donde vinieron.
Que los rucochavos que vivieron su adolescencia en los sesenta nunca vuelvan a mencionar la palabra Beatles, que cuando alguien les pregunte cuál fue el grupo musical más fregón del siglo pasado digan: Los escarabajos (Y digo que el tío es un exagerado, porque ya está en contra de todo lo que suene a inglés, sin importar si proviene del país de Trump o si viene de Inglaterra, que nada tiene que ver en el ajo).
Pobres los lectores. El tío Pepe está exigiendo que no vuelvan a mencionar el nombre de Jack London, en todo caso, si alguien quiere leer la novela “El colmillo blanco”, que diga que es un libro de un tal Londres. ¿Alguien quiere leer una novela de Heming-way? Que diga que lee un libro de un tal Jemin camino.
Que nadie salude con el clásico anglicismo hello. Que si es mucha la gana de sentirse pipirisnai (chic) diga jaló, así, con tilde en la o, para que suene bien comiteco.
Levanta la mano como la tiene levantada Belisario Domínguez en la estatua que está en el senado y exige que, a partir de hoy, todos los Bryan se llamen Caralampio, por default.
Que los shorts se llamen justanes y que los creídos, en lugar de decir good bye, digan, como decían los comitecos en los años sesenta: jusbay.
Que los wc se llamen lugares para fueriar y que cuando alguien se refiera al presidente de los estados unidos de Norteamérica diga “El chocante” y con ello ya todo mundo entenderá.
Que todos los pantalones tengan cierre y no ziper; que en lugar de tomar corn flakes en las mañanas todo mundo tome laminillas de maíz (pero no transgénico).
Que nadie chatee, sino que todo mundo argüendee y, por favor (lo dice con tono de orden), que nadie vuelva a repetir esa frase chocante de los hippies de “Make love, not war”. Que acá en Comitán se diga “Echá cotz, no ‘tés jodiendo”.
Alicia tomó la decisión de no regresar a casa del tío. Dijo que no tenía necesidad de oír estupideces de un viejo tonto.
Yo nada digo. O bueno, ¡sí!, digo que el tío Pepe es de otros tiempos, de tiempos en que los jugadores de la selección de fútbol consideraban un honor pertenecer a ella y defendían con dignidad el uniforme, porque simbolizaba a nuestro país. El tío Pepe es de tiempos donde el civismo era un valor importante; de tiempos en que no teníamos necesidad de importar nombres, los José se llamaban Pepe y no Joseph y los Donaldos se llamaban así y no Donald’s.