domingo, 28 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON UN HILO DELGADO
Querida Mariana: uno se hace viejo, de la noche a la mañana, porque la vida no es más que un amanecer que va en busca del atardecer. Busqué un símil y sólo asomó lo siguiente: “la vejez llega como una cagada de paloma”. Qué nivel literario tan pobre, pero así lo imaginé. Uno camina por el parque central, al pasar por un árbol frondoso, escucha un sonido, como si el aire se cortara, y siente algo en el suéter, quien acompaña dice: “te cagó una paloma”. Sí, sobre el suéter azul está una mancha blanca. Nada qué decir, nada qué hacer, la vida así es. Uno, entonces, baja los escalones, va a la fuente y, con un poco de agua, quita la mancha y luego se lava las manos. ¡Nada pasó! Todo vuelve a su cara de todos los días.
Pensé que la vida es eso. Ayer me vi viejo, un día era joven y un instante después ya estaba instalado en la vejez, no me di cuenta en qué momento me cagó la paloma del tiempo. Por desgracia esta mancha es permanente, no puede eliminarse con agua. Caminaba por la vida, viendo los autos, la gente corriendo, los niños comiendo paletas, las parejas besándose, cuando supe que ya estaba viejo.
El otro día, Javier me dijo el chiste sobado: ¿ya viste que no hay viejos? ¡Los viejos somos nosotros!
Sin darnos cuenta la edad provecta nos llegó (provecta, pucha, qué palabra tan anciana).
Cuando me preguntaron en qué momento me di cuenta que la edad, como costal de piedras, se me echó encima, no me llegó otra imagen que la comentada de la paloma. Yo caminaba tranquilo cuando de pronto ¡la cagada cayó del cielo!
Quien me preguntó, al escuchar mi respuesta, dijo que debía agradecer que en lugar de una bomba atómica (como en Hiroshima) me hubiera caído una simple cagarruta de paloma.
Pues sí, la vida, en ocasiones, es más dramática. A veces, la gente siente que algo más pesado le cae del cielo. ¿De verdad todo cae del cielo?
A mí me encanta escuchar que muchos amigos contemporáneos dicen que ya llegaron al sexto piso, es como si la vida fuera un ascenso, como si después llegaran al séptimo piso, y luego al otro y después al noveno. Lo que dicen habla de su optimismo, como si la vida fuera el ascenso a un Everest espiritual, cuando, en realidad parece que es todo lo contrario, la vejez no es un ascenso, la vejez es el abismo de la existencia.
Todas las capacidades físicas menguan. Necesito usar lentes para ver de cerca. Si no tengo lentes no puedo leer y esto es como si me quitaran el alimento que más me gusta. Ya no tengo dientes, para comer necesito una prótesis dental (placa, le decimos en Comitán). Ya tengo peinado de fraile, con una rosca de cabello alrededor de una cáscara de coco (por eso, ahora uso una boina, para que el inclemente sol no me tateme). Y ya no digo más, porque terminaré con el chiste bobo diciendo que cuando el cuerpo mengua está la lengua. ¿Y la capacidad intelectual? Por fortuna ésta sí está intacta. No sé el porqué de tal prodigio. La historia de la humanidad habla de personas viejas que lograron la sabiduría que nunca tuvieron de jóvenes. Todo mundo habla de la experiencia. Doy gracias a Dios que mi vocación no me mandó a ser deportista, porque muchos practicantes de deportes deben “colgar los guantes” a determinada edad.
Es difícil que un tenista profesional continúe participando en torneos internacionales a la edad de ochenta años, en cambio un catedrático universitario, de la misma edad, ofrece conferencias en universidades de todo el mundo.
Mi vejez es agradable por la vocación que elegí. El arte es una pasarela infinita, no tiene edad. Como mis aficiones son sosegadas no tengo inconveniente en practicarlas. Leo (con lentes, pero leo), pinto (con lentes, pero pinto), dibujo (igual, con auxiliares visuales), escribo y veo cine, mucho cine.
Reculo en lo que dije: hay muchas personas mayores que siguen practicando el deporte de su preferencia. Ya te conté que el otro día vi una película (con la Jodi Foster) donde una mujer, de edad avanzada, nada de Cuba a Florida. Mi tío Jorge tenía más de setenta años cuando se volvió a casar y tuvo hijos.
Posdata: ¿Por qué te cuento esto? Porque vos estás joven, pero, así es la vida, dentro de algunos años (que se hacen agua) tendrás ya cuarenta años y luego…
¡Tzatz Comitán!
sábado, 27 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, DANDO UNA VUELTITA
Querida Mariana: hago un ejercicio de redacción. Como si estuviera en un taller y la coordinadora dijera: chicos, describan lo que ven.
Estoy adentro del tsurito. Hallé estacionamiento frente al parque. Son las ocho de la mañana. Más tarde es imposible hallar un cajón de estacionamiento. ¿Cajón? Sí, así he escuchado que llaman a los espacios en los estacionamientos. Tal vez en este caso no aplica. No, acá no se aplica, acá no están marcados los cajones, acá es todo un chorizo sobre la calle. Los que sí están marcados son los espacios para las motocicletas, porque éstas las estacionan en batería. ¿Así se dice, batería? Así he escuchado que llaman a los cajones que están pintados para estacionarse en forma diagonal. Qué palabras tan simpáticas: cajón, batería. En realidad, estas palabras tienen otros usos. Bueno, la primera palabra: cajón, también la usan algunos boleros de antaño, porque donde guardaban las cosas y los clientes ponían los zapatos para que los limpiaran eran cajoncitos de bolear.
Tal vez al lado del Hotel Delfín sí hay una serie de cajones de estacionamiento en batería. Ahí sí puede caber el término. En el portal existe un área destinada para que se estacionen los automovilistas discapacitados. Ya hemos dicho que no siempre los otros los respetan (los discapacitados del cerebro). Hay gente inconsciente que sólo piensa en sí misma y no piensa en las personas que tienen dificultad para desplazarse de un lugar a otro. En el parque central hay entradas y subidas con rampas, para que una persona que se desplaza en silla de ruedas pueda acceder, pero (¡ay, señor!), el piso está tan deteriorado que aún las personas que no son discapacitadas tienen problemas para caminar. Estas irregularidades del piso ¡pueden ocasionar una discapacidad!, porque al caminar por ahí el pie puede caer en una ligera hondonada y doblarse y eso jode ya el día. Ahora, frente a la escalinata principal (la que está frente al templo de Santo Domingo) hay una maraña de cables que debió servirles para conectar luces, las luces ya no están, pero el cablerío continúa. No hay un mínimo cuidado del parque. Hemos dicho que si transitás con tu auto frente al templo de Santo Domingo vas dando tumbos. Es penoso, por decir lo menos, que el corazón de Comitán esté tan descuidado.
La mañana es fresca. Ya se nubló. Cuando llegué estaba soleado, ahora el sol ya juega a las escondidas. Está bien que así sea, el calor de los últimos días ha estado inclemente.
Estoy al lado del portal donde está la farmacia del ahorro. Un día te platicaré la historia de mi amigo Víctor, quien ganó una demanda a esta cadena de farmacias, porque, mucho antes, él abrió una farmacia con este nombre y registró la marca. Un día te cuento esta historia maravillosa.
Pero no estoy frente a la farmacia, no. Estoy frente a un club de nutrición. El acceso da a una escalera. He visto a varias personas que entran. No sé si es lo que promociona Herbalife.
En una esquina del parque dos chicas venden cigarros, dulces y pulseras. Sobre una mesa de madera, pequeña, tienen expuesta la mercancía. Los cigarros los venden sueltos. Quien compra un cigarro toma un encendedor y ahí prende el cigarro. Están sentadas debajo de una sombrilla que detienen en un rin de carro que llenaron de cemento para darle soporte. En mi adolescencia fumé mucho. Como la mayoría comencé a fumar para sentirme grande, para sentirme integrado a la comunidad. Fumar daba un status. ¡Qué bobo! Pero es que todo estaba diseñado para que así fuera. En el cine, todos los grandes actores (y actrices) ¡fumaban! Uno quería ser como ellos, se veían tan bien. Lo que no veíamos era cómo estaban quedando sus pulmones. Uno podría pensar que ahora, con tanto avance en la ciencia de la salud, la gente ya no fumaría, pero sigue haciéndolo. Hoy, los chicos y chicas fuman vapeadores. Uf, la industria es perversa, cada vez inventa formas más sofisticadas para joder la salud de la humanidad. Es un gran negocio: ganan mucho dinero enfermándonos y luego ganan mucho dinero curándonos. A veces la cura no llega, pero el dinero sí llega a la bolsa de ellos.
En muchas partes del parque hay bases de cemento, desperdigadas. Son las bases que usan quienes ofrecen dulces, chicharrines o desayunos. Los espacios se van limitando cada vez más. Son tiempos de necesidad, donde cada uno busca espacios para poder sobrevivir, a veces estos sobrevivientes pasan por encima de los derechos de los otros. La sobrevivencia no admite límites.
Son las ocho con cuarenta ya. El sol se asoma tímido. La gente camina por el parque. Muchas personas ya desayunan en los comederos improvisados. Varios niños están sentados en la orilla de la fuente.
He contabilizado a más de diez personas entrando al Club de Nutrición. Pienso que es buena noticia, que estas personas han elegido cuidar su salud. No lo sé. Un día investigaré acerca de los beneficios. Digo que veo los dos extremos de la misma línea, en un extremo está el club de nutrición y en el otro extremo el engordadero con los sabrosos pitaules, empanadas, tamales, butifarras, chalupas, pozol, atol, arroz con leche…
Los framboyanes están llenos de flores, se desgajan en naranjas sorprendentes. Alguien comentó que nunca había visto un florecimiento tan luminoso, comentó que tal vez se debía al excesivo calor. No le hallé lógica al comentario, pero como soy un neófito ¡nada dije!
Frente a la presidencia municipal un grupo de alumnos de la primaria Adolfo López Mateos, de La Pilita Seca, se toma la foto de generación. Eligieron este espacio para la foto del recuerdo. Los encargados de tomar la fotografía llevaron un mueble donde colgaron los birretes y las togas. Las niñas y los niños estaban bien guapos. Hay gente que critica tal acto, ¿cómo es posible que unos egresados de primaria porten togas, que debía ser exclusivo de universitarios? Pues, lo sentimos mucho, dijeron los papás y mamás de la primaria López Mateos e hicieron el gasto para que sus hijos e hijas estuvieran bien bonitos.
Di una vueltita para ver el busto de mi amigo el licenciado Jorge De la Vega Domínguez. Único personaje que está vivo de los que tienen bustos en el parque central. Ya le pusieron una placa que dice: “Jorge De la Vega Domínguez, fue gobernador de Chiapas. Durante su gestión se construyó este parque central de Comitán. julio 2023”. Se ve que habían colocado los años de gestión, pero debieron estar equivocados, porque los borraron. Lo que apena es que el busto esté todo cagado de palomas. Las palomas no son culpables, los culpables son los encargados de mantener en buen estado nuestro patrimonio. Habrá que decirles a estas personas que la pátina de los bronces no se logra con las cagadas de la paloma. De inmediato fui a ver cómo estaba el busto del maestro Mariano N. Ruiz. ¿Qué creés? Pues sí, cagado de paloma. Digo, de vez en vez, debían pasarle un trapazo para mantenerlos limpios.
El parque central es el corazón de nuestro pueblo. La leyenda cuenta que el grupo expedicionario llegó donde ahora está el parque de La Pila y al hallar el león bebiendo agua, dijeron: ¡acá hay que fundar el pueblo! Y lo fundaron, pero la traza inició donde está el centro. Ahí construyeron el templo y el monasterio, ahí está el palacio municipal. En el Internet hallo la información: en las plazas principales de las poblaciones construidas por los españoles, concentraban el cabildo, la catedral, el gobierno, comercios y casas de notables. Pues es lo que hallamos en el centro de nuestro Comitán. En pocos años, nos dijo Rosy Cancino y Toño Zamudio, Comitán celebrará los quinientos años de su fundación. Sería conveniente que la autoridad dignifique el corazón de nuestra ciudad.
Posdata: insisto en decir que, en el parque central, al lado de los bustos de Benito Juárez, Pantaleón Domínguez, Mariano N. Ruiz, Jorge De la Vega Domínguez y Rosario Castellanos debe estar el busto de Belisario Domínguez. Es contradictorio que en la ciudad de Comitán de Domínguez no haya un busto del héroe cuyo apellido lleva nuestra ciudad. La escultura de tío Belis está en el interior del palacio municipal. Cuando existe un homenaje en su memoria, sólo los poderosos asisten, porque cierran las puertas para acceso del pueblo. ¡Qué bobera!
Bueno, querida mía, esto sólo fue un ejercicio de redacción.
¡Tzatz Comitán!
viernes, 26 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON TRIUNFO SUBLIME
Querida Mariana: acá están Angélica, el maestro Hugo, Carolina y Mateo. La mañana estaba radiante, fue el 24 de abril de 2024. La primavera revoloteaba en todas partes, en el bosquecito se escuchaba el canto sorprendente de las chicharras, pidiendo agua.
El maestro Huguito acompañó al chico y a las chicas estudiantes del Colegio Mariano N. Ruiz. Del plantel Los Sabinos viajaron al Colegio Regina, que está en el centro de Comitán, a una cuadra del mítico mercado Primero de mayo, mercado que aparece mencionado en “Balún Canán”, de Rosario Castellanos. Salieron a las ocho de la mañana para cumplir con el compromiso.
Los tres alumnos llevaron la representación del colegio en el Concurso de Ortografía, de secundarias, de la zona escolar 004.
De ortografía, niña. ¡Ah!, nuestro mero mole. Un texto con buena ortografía es la mejor carta de presentación de cualquier persona. Estos chicos demostraron ser los mejores en el concurso interno y, ¿qué creés?, demostraron ser los mejores de toda la zona escolar, porque obtuvieron el Primer Lugar, ante alumnos y alumnas de las dieciocho escuelas secundarias de la zona. Un triunfo sublime, una medalla más para nuestra institución, que se dirige a celebrar los setenta y cinco años de su fundación. Ah, qué chento se sentiría su fundador, el padre Carlos; tan chento como nos sentimos todos los integrantes de la institución. Primer lugar absoluto, no es poca cosa, estoy hablando del primer lugar en el primer grado de secundaria, primer lugar en el segundo grado de secundaria, y primer lugar en el tercer grado de secundaria. ¡Nadita! Como en cualquier triunfo acá también estuvo la conjunción de muchos elementos: la participación de la familia, la dedicación y talento de los estudiantes, la discreta y efectiva labor de los docentes y, por supuesto, la conducción de los directivos.
Quede constancia de los nombres de los participantes directos: Maestro José Hugo Campos Guillén, Rector; profesora Magaly Baeza Nahed, titular de la materia de español; profesora Verónica Solórzano Vera, subdirectora de secundaria; y los tres campeones: Angélica Vanessa Ramírez Gordillo, alumna del primer grado, grupo B; Mateo Aguilar Sánchez, alumno del segundo grado, grupo A; y Carolina Castañón Morales, alumna del tercer grado, grupo A.
Orto: correcto. ¿Es así? La ortopedia es el arte de corregir deformidades del cuerpo. Permití que diga que la ortografía es el arte de corregir deformidades del espíritu, porque la belleza del alma se traduce mediante la escritura, a través de millones de libros.
Ahora que las redes sociales están plagadas con textos que parecen redactados con las patas, por el desaseo de la escritura, nuestro pueblo celebra que muchos estudiantes de secundaria, de todas las escuelas y colegios, se preocupen por redactar textos limpios.
Vos y yo somos grandes lectores, lo hemos sido desde los primeros años de vida. Tengo sesenta y siete años de edad, más de cincuenta los he dedicado al galano arte de la lectura, porque me provocan placer. Carolina, estudiante de tercer grado de secundaria, lee desde los cinco años de edad. Recordá que la memoria visual es fundamental para alcanzar un buen conocimiento de la aplicación de las leyes ortográficas.
¿Cuál fue el protocolo del concurso? Te cuento tantito, mirá: los directores de todas las escuelas aportaron diez papeletas, cada una contenía una palabra, la definición y un ejemplo de uso. Las papeletas se introdujeron en una urna. El supervisor sacó las papeletas de una en una, las entregó al moderador, quien dio lectura precisa. Fueron 40 palabras. Al final calificaron todas las pruebas y dieron a conocer el resultado: los representantes del Colegio Mariano N. Ruiz obtuvieron el Primer Lugar. Triunfo sublime, rotundo.
Posdata: el ideal educativo es que todos los alumnos y alumnas de Comitán, de Chiapas, de México, redacten en forma limpia. El espíritu de la patria sería más luminoso. Mientras llega ese momento, celebramos por lo alto el triunfo de las Marianitas y del Marianito.
Felicidades.
¡Tzatz Comitán!
martes, 23 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, EN CASA DE TÍO BELIS
Querida Mariana: hubo muchas críticas, pero un día (bueno, una noche) dedicamos una serenata en memoria de Belisario Domínguez. Una noche antes de su cumpleaños llegó la marimba, la colocaron en el zaguán, y los ejecutantes, bien trajeados, esperaron la llegada de los invitados.
Alguien me preguntó, cuando se anunció la serenata: “¿es en serio?” Por supuesto que era en serio, ¡fue en serio!
Llegó gente, unos por vivir la experiencia de ese acto inusual, y otros por el morbo, para pepenar hilos para la crítica y el chisme.
Ofrecimos bebidas calientes (sin piquete), tapizamos el piso con juncia fresca y, cuando hubo una asistencia respetable, los marimbistas acariciaron las teclas con los bolillos. La Casa Museo se llenó de notas musicales. Una pareja preguntó si podía bailar, y la respuesta fue inmediata: claro que sí, era guateque, celebrábamos el nacimiento de tío Belis, en su tierra, en su casa, con la gente del pueblo.
Sí, hubo críticas. Nunca se había hecho un acto similar. Siempre se había celebrado su cumpleaños con actos protocolarios, la corona de flores ante su busto, el discurso oficial y las fotografías de los personajes importantes.
¿Serenata? Sí, le llevamos marimba una noche antes de su cumpleaños. La última pieza del repertorio fue Las Mañanitas: despierta, Belis, despierta, mirá que ya amaneció. Mentira. Apenas eran las nueve y media de la noche, pero ya se antojaba el siguiente día, el de su cumpleaños, el día del protocolo, el de traje y corbata.
Al final de la serenata, una señora se acercó y dijo que él espíritu de Belisario debió estar contento. Claro. Uno de los conceptos que definió la vida de Belisario fue ¡la alegría! La alegría unida a la virtud, al trabajo y al estoicismo.
Esa noche hubo alegría, bailongo, plática sabrosa y coro. Nunca más he escuchado que en la ceremonia protocolaria se le cante las mañanitas para celebrar su cumpleaños, todo se va en discursos con palabras rimbombantes.
Ahora que recordé la serenata, niña mía, en cortito le canto sus mañanitas, porque sé que en el acto oficial no lo harán: estas son las mañanitas que cantaba el Rey David, hoy por ser día de tu santo…
Posdata: Belisario Domínguez Palencia nació el 25 de abril de 1863, en Comitán, ciudad que hoy, en su honor, se llama Comitán de Domínguez. Pucha, ¡nadita!
Seguiré insistiendo. Vuelvo a decir que Belisario Domínguez debe tener presencia en el parque central de Comitán, como la tuvo antaño. En los años setenta estuvo la monumental estatua, pero antes hubo un busto y en un momento estuvo la que ahora está en el interior del palacio municipal. Es incongruente, por decir lo menos, que en la ciudad que lleva su nombre no exista su presencia en el corazón del pueblo.
¡Tzatz Comitán!
lunes, 22 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON INSTANTE HISTÓRICO
Querida Mariana: Claudia Sheimbaum vino a Comitán. El domingo 21 de abril de 2024 anduvo por esta tierra. Acá hay un grupo que está en primera fila, en espera de que llegue la candidata de Morena, para la Presidencia de la República. ¡Qué instante tan prodigioso! Una mujer tiene muchas posibilidades de llegar a ser presidente de este país machista.
Salí de casa a las 7 de la mañana con veinte minutos. La casa está a cinco cuadras del parque central. Caminé. La mañana estaba luminosa. Pasé por el templo de la Virgen de Guadalupe, ya estaba abierto, porque más tarde habría misa. Siempre que camino hacia el parque por esta calle pienso en el poema de Jaime Sabines: “¿Cómo puede decirse un amanecer en Comitán? ¿En mayo, en la quietud, en la frescura, en el aire?...” Sí, en la cima del barrio de Guadalupe, el aire vuela con libertad. Roxana Armendáriz, la tía Rox, le contó a Amín Guillén, en un programa de radio, que este poema lo escribió Sabines en la casa de los Armendáriz Guerra, en el barrio de La Cueva.
Al bajar por la pendiente, donde hay una hermosa jacaranda, pensé que esta mañana, Claudia despertó en Comitán, porque la noche anterior durmió en el pueblo. No sé si lo hizo en un hotel o en una residencia de algún amigo político. Lo que haya sido, ella abrió los ojos, corrió la cortina de la ventana y respiró ese aire que perpetuó Sabines, aire que habla de libertad, que sigue llevando el eco de las palabras de tío Belis y de las palabras de nuestra Rosario Castellanos.
A veces, las personas que se dedican a la política (al nivel de Claudia) se avientan los rollos con las ideas que redactan sus asesores; en otras ocasiones, improvisan. Al llegar a la esquina pensé en el mensaje que, horas después, compartiría la candidata con todas las personas que la recibirían. ¿Citó algo de tío Belis, algo de Rosario?
¿A qué hora se levantó Claudia? ¿A qué hora desayunó? ¿Con quiénes desayunó? Ella está acostumbrada a llevar un ritmo vertiginoso, anda de un lado para otro. Yo, que soy escaso para lo de la convivencia, admiro a quienes viven trepados en autos, aviones, barcos. ¿Cómo les alcanza la vida para tanto?
El domingo 21 de abril de 2024, Claudia despertó en nuestro pueblo. ¿Qué cenó? ¿Le ofrecieron un pan compuesto? ¿Caminó por las calles de Comitán? ¿Tuvo tiempo para pepenar algunos de nuestros más íntimos efluvios?
Caminé por las florerías, donde las mujeres visten (igual que los compas que aparecen en la foto) sus vestidos tradicionales, con bellísimos bordados; luego subí hasta el edificio donde está Elektra, ya había una fila para entrar. Ya mirás que, todos los días, se hacen unas filas enormes. Algunos amigos me explican que ellos llegan a cobrar el dinero que envían los parientes que trabajan en los Estados Unidos de Norteamérica.
En esta esquina hallé más gente, porque en todo el trayecto sólo pocos autos encontré y pocas personas caminando. En el parque de Guadalupe vi a un hombre, sentado en una banca, revisando su celular, con un atado de banderas que llevaría al acto de Claudia.
Al llegar al teatro de la ciudad vi en una lateral del parque una serie de sanitarios y, en la esquina donde está el busto de Rosario Castellanos, una camioneta con fotos de Claudia. Hubo una coincidencia de imágenes, por un lado, la feminista del siglo XX y por otro la mujer que puede empoderase en el siglo XXI hasta acceder al lugar de mayor privilegio político.
Caminé con rumbo al Centro Cultural Rosario Castellanos y contra esquina, ¡qué privilegio!, vi a dos hombres que colocaron una manta (de color Morena) y encima una serie de chunches que ofrecían con la clásica voz de los vendedores de la Ciudad de México: “Llévelo, llévelo, lleve la taza, el sombrero, el chaleco..." Todo con los nombres de Claudia, de Andrés Manuel. Fue como si un cachito de Tepito o de La Lagunilla hubiera llegado hasta Comitán. Los sombreros, con un lienzo para cubrir el cuello los vendían en ochenta pesos; mientras tanto, cerca del templete (que un día antes comenzaron a levantar frente al templo de Santo Domingo) nuestras voces comitecas repartían gorras y pañuelos verdes, en forma gratuita.
Fui al mercado a comprar ajo. Los puestos que venden atoles y tamales estaban llenos de personas. Lo mismo sucedió con los restaurantes del Andador. Vi a varias personas que portaban sus playeras de Morena, en la parte trasera indicaban que habían llegado de Tuxtla. Alguien comentó que en Comitán no hacía tanto calor como en Tuxtla. ¡Por supuesto que no! Comitán siempre estará a mil seiscientos metros sobre el nivel del mar. La muestra fehaciente es la fotografía que anexo. Estos compas, con sus cotones, a pesar de que ya andaba caminando el sol con sus brazos candentes, ellos estaban frescos, como en un bosque Sabinesco, con aire benigno.
Regresé a casa a las ocho, debía llevar a mi mamá a un desayuno con amigas.
Posdata: desde una tarde anterior supe que estaba en Comitán mi amigo Jorge Mandujano, destacado escritor chiapaneco. Vino especialmente para el acto de Claudia. Supe que estaba hospedado en el Hotel Delfín, así que pensé que podía toparme con él y ¡así fue! En el área de restaurantes del Andador lo vi caminar al lado de un amigo. Tuve el privilegio de saludarlo. La visita de Claudia logró también este prodigio, la visita de mi querido amigo Jorge.
¡Tzatz Comitán!
domingo, 21 de abril de 2024
LA MUJER QUE NO ENCUENTRA SOSIEGO
A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que caminan de lado, y mujeres que caminan como si corrieran.
La mujer que camina como si corriera responde al rol tradicional. He visto hombres acostados en hamacas, al medio día, durmiendo, con una caguama al lado. Jamás he visto mujeres acostadas en hamacas al medio día, en la noche sí, y son bellas. Veo a las mujeres de un lado para otro, subiendo al metro, llevando a los hijos al colegio, lavando trastes o ropa, bajando escaleras. Las mujeres no tienen sosiego, incluso cuando duermen se levantan para ver por qué llora el hijo.
La mujer que camina como si corriera responde a su vocación de río, de mar. Los peces de sus ojos siempre nadan a contracorriente, son salmones en busca de la luz, de una luz que se esconde en los pliegues de la realidad.
Sus sueños son apenas destellos que rebotan en el agua, sus deseos se concentran en el globo que estalla en el espejo del día.
Nunca sabe dónde está la frontera de la realidad, el día a día la abruma, la sobrepasa, le adosa costales llenos de una niebla que jamás deja que pase el sol.
Cuando platica es como si lo hiciera ante el espejo o, dramático, frente a la pared. Sabe que no puede esperar respuestas, ¿quién habla con una mujer que no está acostumbrada a ser flama?
Recorre la vida como si fuera un tren que siempre se topa con puentes extraviados. Si hace un repaso de su vida comprende que siempre se dedicó a costurar los pantalones rotos, los calcetines con hoyos, las vidas de los otros. Ella tiene el espíritu de un indocumentado, del que no encuentra lugar alguno en el mundo.
No tiene amigos, porque la amistad exige el sosiego, la hora para sentarse a tomar un café al aire libre, para ir al cine, para disfrutar una caminata en un bulevar.
La mujer que camina como si corriera, se pierde en medio de la marabunta de gente, se vuelve invisible ante el vocerío de los otros, se siente tierra agrietada en medio de la humedad de la alegría. Ella siempre tiene un rostro como si cargara su espalda, como si ésta no fuera parte de su cuerpo sino fardo lleno de callejones donde habitan delincuentes.
Si llega a un puente no se acoda para admirar el paso del agua, si acaso se detiene un instante sólo lo hace para pensar en los seres que, agotados, se aventaron al río sin saber nadar.
Sus palabras no caminan, vuelan, igual que ella, por eso nadie la escucha, porque quién, en este tráfago, se detiene a escuchar la melodía del aire.
Siente que el contacto con los demás es como una daga, como una cuchilla. La más leve pared de la casa se le revela como muralla inalcanzable.
El polen de sus manos huele a polvo, a cascajo. La palabra esperanza está escondida en todos los basureros del mundo, apesta, se pudre.
Por fortuna, este tipo de mujer cada vez es más escaso, ahora, la mujer se da espacios para la contemplación, para afinar el plafón de su cielo, para aletear en el viento donde juegan las luciérnagas.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que no saben lo que es el caos, y mujeres que soportan el peso de la oscuridad.
sábado, 20 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON RETAZOS DE ALGUNA TARDE
Querida Mariana: a todo el mundo le gusta viajar. ¡Mentira! Hay algunos que somos escasos para el viaje, que preferimos estar en casa.
En los años setenta del siglo pasado, los viajeros enviaban postales. El cartero hacía sonar su silbato, salíamos a recibir la correspondencia y, en medio de las cartas, aparecía una postal. La postal era enviada por algún amigo que había viajado y mandaba su afecto (claro, de pasada presumía que andaba en Roma o en Buenos Aires o en Tokio). La postal era una imagen del país visitado (las postales las vendían en las oficinas postales o en papelerías). En la parte posterior se pegaba el sello postal y se escribía el mensaje para el destinatario.
Hoy ya nadie envía postales. Basta trepar las fotos a las redes sociales para que todo mundo se entere que fulanita de tal anda en las playas de Copacabana.
A mí, la mera verdad, no me gusta viajar. Puedo vivir tranquilamente en mi pueblo. Que otros viajen, que otros disfruten la maravilla de conocer otros lugares y otras culturas. Desde siempre he viajado a través de los libros, de cuentos, de novelas, de libros de viajes. Ahora tengo a la mano, como todo mundo, chunches electrónicos que permiten hacer viajes desde casa. A menudo entro a Google Maps y viajo a ciudades de todo el mundo. Es una herramienta sensacional, porque Google envía a trabajadores para que, trepados en una camioneta con cámaras especiales, graben los recorridos por las diferentes calles y avenidas de una ciudad. Todo queda registrado. Así, cuando entro a Google y pido una calle de París, desplazo un muchachito que viene en la plataforma, lo pongo en la Plaza de la Concordia y puedo caminar por donde quiera. Es un viaje virtual de grandes posibilidades, porque me permite conocer muchos lugares, detenerme, regresar, adelantarme. Es una maravilla.
Además, el Internet permite dar recorridos por muchos museos del mundo. Solo en sueños he estado en París, jamás he estado en forma física. ¡Otra mentira! No sólo en sueños he estado en París, he estado muchas veces en forma virtual. A veces entro al Youtube y disfruto los videos de visitantes que (como si mandaran postales) graban cuando treparon a un barco y recorrieron el Sena. ¿Mirás qué privilegio? Voy trepado en el barco al lado de ellos, escucho sus comentarios, vivo la experiencia.
En el Comitán de los años sesenta del siglo pasado todo esto era imposible. Cuando llegaban las postales a casa las disfrutaba, porque me traían imágenes de ciudades lejanas. Pero, te he contado, la primera vez que “viajé” a la Gran Muralla China fue a través de un dibujo de una revista ilustrada, una revista de monitos. Vi el dibujo de la gran muralla y supe que eso era una construcción fastuosa, hice un ejercicio de comparación con lo que teníamos en el entorno y comprendí que eso era monumental. ¿Cuántos chinos habían trabajado ahí para hacer ese portento arquitectónico? ¿Cuánto tiempo dedicaron en su construcción?
No viajo. Me da pereza. Disfruto desde casa las fotografías que comparten los viajeros en redes sociales. Es mi manera de viajar, de apropiarme de otros modos de ser, de diferentes culturas.
¡Sí, sí! Es verdad lo que decís, no es lo mismo, no puede ser. La experiencia del viaje físico es muy diferente a la que se tiene en forma virtual. Ya lo hemos comentado, no es lo mismo que alguien te mande un beso en una videoconferencia a que la misma persona te bese en vivo y a todo color.
Todo mundo presume sus fotos al lado de la Torre Eiffel, del Taj Mahal, de las playas de Huatulco, de la bellísima Mérida, de los rascacielos de Nueva York, de Nueva Delhi, del Partenón, del museo del Louvre, del Big Ben, de la Casa Rosada argentina, y demás bellezas. Si yo no salgo de mi pueblo, presumo entonces fotografías del mismo. Los chorros de La Pila no se comparan con las Cataratas del Niágara, pero nadie puede negar que tienen su encanto. Los de acá sabemos que es como un espacio obligado para todos los tojolabales que llegan a la ciudad, pasan ahí y se lavan los pies (mirá qué simbolismo tan maravilloso) o toman un poco de agua (no les importa que sea agua no muy limpia) o se echan un poco en el cabello para peinarse. Una vez vi a un compa que se repasaba la mano en la mejilla y luego pasaba el rastrillo húmedo para rasurarse, sin necesidad de espejo quedó sin rastros de barba.
Mis fotos son caseras, de los espacios que tengo a la mano, a la vuelta de la esquina. Viajo por mi ciudad y descubro bellezas, espacios inéditos. Actualmente muchos grandes fotógrafos comitecos comparten en redes sociales sensacionales fotografías del pueblo. Hay muchos. Son geniales. Son los grandes creadores de las postales de este siglo. Como lo exige el protocolo del viajero, mis fotos son las llamadas selfies; es decir, fotografías donde aparezco disfrutando “el viaje”.
Lo que diré a continuación es una bobera, un sacrilegio, pero en los años setenta conocí compas que, sin salir del pueblo, “viajaban”, se aventaban unos grandes “viajes”, gracias a unos cigarritos que fumaban. Ellos, después del “viaje” contaban lo que habían vivido, una experiencia que nadie más podía tener, a menos que se echara un cigarrito de esos. Lo que quiero decir es que hay muchas formas de viajar. Todo depende de la sensibilidad del viajero. Conozco historias de muchos viajeros que no disfrutan el trayecto, que creen que el viaje sólo es el destino, sé que apenas suben al tren, colocan una almohada en su cuello y duermen plácidamente. Todo el trayecto lo pasan “de noche”. Se pierden una de las grandes posibilidades del viaje, no ven las montañas lejanas, los poblados, los animales que pastan, los pájaros que vuelan, la gente que saluda a lo lejos; no ven los comportamientos de los compañeros de viaje, la chica que lee, la pareja que se besa, el anciano que se sostiene en los asientos para ir al sanitario, la luz que cambia al entrar por las ventanas.
Salgo poco de casa, pero cuando salgo ¡viajo! Camino con cuidado para no resbalar en las calles de laja (qué gran tontería fue forrar con laja las banquetas), pero me detengo para observar cómo vive Comitán estos tiempos. La otra tarde estuve en el parque de San Sebastián (qué irreverentes son algunos paisanos, en lugar de decir San Sebastián dicen “San Cebollas”). Di vueltas. La tarde me abrazó con la misma calidez con que lo hacía mi abuela Esperanza. Había pajaritos, se escuchaba su bullicio afectuoso. En la breve rotonda donde está el busto de Josefa Ortiz de Domínguez (recordá que el nombre oficial del parque es “De La Corregidora) vi una pareja de chicos, él tenía un uniforme deportivo, portaba un short, de donde deduje que había ido a jugar, ella tenía un suéter en sus muslos. No me detuve, lo que vi lo presencié al caminar por el pasillo exterior. Supe que algo interesante sucedía ahí. Di otra vuelta. El chico tenía abrazada a su chica, su brazo izquierdo lo había pasado por debajo del sobaco de ella, su mano se perdía en los pliegues del suéter que ella tenía en sus muslos. Era una pareja de chicos, sentados muy cerca, como cualquier pareja, platicaban, sonreían. Ellos, así lo pensé, no necesitaban más para el viaje que estaban realizando. Tenían un paisaje sensacional frente a ellos, el kiosco del parque, el busto de la heroína, el encanto del vuelo de los pajaritos y la ocasional vuelta de un viejo con boina. Ahora uso boina, porque estoy casi pelón y el sol está, desde temprano, feroz, la boina me protege de los intensos rayos. Un amigo me dijo: ¿no que eras de descendencia italiana?, con esa boina parecés descendiente de gallego.
En otra banca estaba una pareja de adolescentes, la chica tenía un libro sobre los muslos. ¡Lectora!, pensé. ¡Qué maravilla! El chico hablaba y hablaba, ella estaba seria. Estaban un poco separados, ninguna parte de su cuerpo se tocaba. Hablaban de algún conflicto, había una cierta tensión. El ambiente se distendió cuando pasó por ahí un niño con un auto rojo, con control automático, eléctrico. Pensé en el carro que me regaló mi papá, cuando yo era un niño, mi carro fue de pedales, ahora los carros son eléctricos, basta subirse, accionarlo, para que el auto se desplace. La pareja sonrió. Tal vez eso ayudó a romper la burbuja. No, tal vez no, apenas fue una pausa, ellos debían continuar en la construcción de ese puente que estaba a punto de derrumbe.
Posdata: me encanta mi pueblo, lo disfruto, viajo en él, con él y mando postales a mis afectos. No juzgo, sólo comparto mi lectura del mundo.
¡Tzatz Comitán!
viernes, 19 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON PRESENCIAS
Querida Mariana: ¿existió El Quijote? ¿Existe Dios? ¿Existen los espíritus, los fantasmas?
Medio mundo, con la mano en la cintura, niega la existencia de estos entes.
Sin embargo, ahora que he escrito esos nombres, todos han aparecido como presencias rotundas.
En todo el mundo estas presencias revolotean por el aire, con la misma soltura con que lo hacen las mariposas. Nadie niega la presencia de las mariposas.
Tengo amigos que, en forma rotunda, con aire de libres pensadores, se burlan de quienes creen en Dios. Aducen que Dios es una creación mental de seres humanos. ¿Ya pensaste que lo mismo podría decirse de El Quijote? El Quijote y Dios fueron invención humana, aseguran.
En este momento pienso que nadie, entonces, negaría el genio humano, al que reverencio. Construir ambas imágenes mentales demandó genialidad; es decir, mis compas que niegan la existencia de Dios no tendrían el genio para inventar tal portento.
¿De dónde el genio del ser humano que tuvo la capacidad de inventar tales grandezas? Ah, no sé, soy una minúscula partícula del universo. No obstante mi simple capacidad advierto grandeza en tales creaciones. ¡El Quijote! ¡Dios! Pucha, qué imágenes tan sublimes.
Quien niega la existencia de Dios se comporta a la altura del que niega la existencia de El Quijote. ¿Quién a estas alturas del siglo XXI se atreve a negar la existencia de El Quijote? Tal vez el mismo que niega la existencia del ente llamado Dios.
El Quijote ha creado toda una serie de valores humanos que ha conformado una forma de ver la vida. Cuando decimos “hizo un acto quijotesco” decimos que realizó un acto de gran nobleza.
Al mundo le ha hecho bien la presencia de El Quijote. ¿Qué puede decirse de Dios? Bueno, cuando la ciencia no puede darnos la explicación del origen del universo aparece la presencia divina como el poder omnímodo, el que, en siete días, creó todo lo que existe. La presencia de Dios, por la interpretación de los humanos, ha ocasionado serios daños, basta pensar en todos los actos violentos que se han hecho en nombre de Él.
De ahí que resulta un poco, o un mucho, temerario asegurar la inexistencia de Dios.
Pero, querida mía, no quería meterme en estos embrollos, lo que quería decir es que los fantasmas ¡sí existen! Ah, nuestro pueblo, Comitán, igual que muchos pueblos del mundo ha llenado su libro de leyendas y cuentos con la presencia de fantasmas. En los años sesenta, los muchachitos se reunían en una esquina, alumbrada apenas por un foco tilibrís, para escuchar historias de fantasmas que se aparecían en lugares conocidos, plazas o casas familiares (era común escuchar lo siguiente: en esa casa espantan); las historias eran tan cercanas que, en ocasiones, los fantasmas eran los espíritus de abuelos y de abuelas.
Como dijo Bora, entrenador de la selección mexicana de fútbol soccer: “yo respeto”. Respeto a los amigos que son creyentes y a los que son ateos, respeto a todo el mundo, a los que le van al Guadalajara y a quienes le van al América; a los que aseguran que San Cristóbal es la capital cultural de Chiapas y a los que insisten en darle ese honor a Comitán; respeto a los hombres que les gustan las mujeres y a los hombres que son felices teniendo a hombres como parejas o a las muchachas que no les gustan los hombres sino otras chicas. Respeto a quienes niegan la existencia de Dios, a los que insisten en decir que El Quijote no existió; respeto a los que niegan la existencia de los fantasmas. Pero, eso sí, lamento que quienes niegan la existencia de fantasmas no hayan vivido la emoción de verlos cruzar las paredes o de asomarse por las ventanas, a la hora que el reloj de la sala da las campanadas de las doce de la noche. La literatura está llena de fantasmas y la literatura es lo que tiene más existencia real.
Posdata: soy de los que insisten en decir que no existen documentos probatorios de la vida real de Josefina García, pero sería un tonto si negara su existencia. No soy de esos compas que exigen meter el dedo en el hueco (sin albur). Ella es una de las grandes heroínas de este país, el acto que realizó fue de una gran valentía, acto generoso.
¡Tzatz Comitán!
jueves, 18 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, EN LA MATÍAS
Querida Mariana: cada etapa escolar tiene su brillo. El otro día entré a la escuela Fray Matías de Córdova, institución donde cursé mi primaria. Al entrar me topé con una galería donde están todos los directores y directoras que han formado parte de su historia, el veterano es el maestro Víctor Manuel Aranda León, quien fue el director en mis tiempos y que todo mundo recuerda con admiración y cariño. Fue un maestro genial.
Quien aparece en la foto es Don Manuel García Morales, el intendente, quien lleva más de 25 años de servicio, un cuarto de siglo. Don Manuelito, así lo percibí, es muy querido. Me contó que en una ocasión tuvo una urgencia que lo obligó a ir a un hospital en Tuxtla, apenas entró, todo desorientado, cuando vio que una doctora se le acercó, lo abrazó y le dijo: Don Manuelito. Era una ex alumna de la Matías. Todo fluyó en armonía, ella lo cuidó, tal vez con la misma dedicación con que él la trató en su infancia.
No recuerdo quién fue el intendente en mi infancia, mi mente no registra el Manuelito de aquel tiempo. Sí recuerdo a mis maestros: el maestro Óscar en primero y segundo; el maestro Beto, en tercero; el maestro Javier, en cuarto; el maestro Juanito, en quinto; y el maestro Luis, en sexto.
Entré a mi escuela (nosotros llegamos al nuevo edificio cuando estábamos en quinto) y al ver un tablero de cristal recordé que la cancha estrenó tableros de cristal, que eran una novedad en el pueblo. Los tableros fueron donados por la Pepsi, digo esto porque el logotipo de la empresa refresquera estaba en el centro y cada vez que tirábamos el balón a la cesta recibíamos el mensaje subliminal. Ni falta hace decir que en la tiendita escolar sólo vendían Pepsi. Lo que sí hace falta decir es que, antes, la tiendita la atendían los maestros y los alumnos ayudábamos. Hoy existen dos cafeterías y un comedor donde los niños toman su refrigerio, cómodamente sentados. Nosotros buscábamos un rinconcito para sentarnos en alguna grada.
Ya dije que la galería de directores la preside el maestro Víctor. ¿Quiénes son los demás? Los maestros Carlos Pinto, Rutilio Domínguez, Raúl Cancino, Marcelino Díaz y mi querido compadre Luis Campos; y las maestras Dolores Guillén y María del Socorro Sosa López. Estos nombres sintetizan las líneas directrices de nuestra escuela. Don Manuelito ha trabajado con la mayoría de ellos.
Posdata: al entrar a espacios donde pasamos muchas horas de vida algo se remueve en el espíritu, comienzan a aparecer rostros, sonidos, sentimientos, alegrías y frustraciones. Sabines recomendó no volver a los lugares donde fuimos felices, porque la vida tiene una niebla indescifrable. Vi a unos niños que corrían por los pasillos y otros que hacían trabajos manuales, en ronda, sentados en el piso. Recordé un trabajo que hicimos, una bolsa, tejida con hilos de plástico, muy delgados. Los extremos se pegaban con el calor de un cerillo prendido. Recordé entonces que tuve compañeros que eran felices con el deporte, yo fui feliz haciendo manualidades. Esa certeza pepené al entrar a mi escuela primaria, cincuenta y seis años después de mi egreso
Posdata: me despedí de Don Manuelito, quien tiene cincuenta y un años de edad y veinticinco de trabajar como intendente, ha pasado la mitad de su vida en la gloriosa Matías.
¡Tzatz Comitán!
lunes, 15 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO
Querida Mariana: platico con mi querido amigo Jorge Pérez y recordamos instantes de nuestra juventud.
El otro día, Jorge se acordó del queso “Supremo”, que botaneábamos en la Ciudad de México, en los lejanos años setenta.
En Comitán, como cualquier chiapaneco, estábamos acostumbrados a comer queso, hasta queso de bola, de Ocosingo. La costumbre obligaba que, siendo estudiantes universitarios, buscáramos sustitutos. No había quesos tan ricos como los chiapanecos, pero nos conformábamos con los industrializados, como “el supremo”.
Era fiesta en el departamento cuando llegaba una cajita desde Chiapas, con tascalate, butifarras, tostadas y quesos chiapanecos. El complemento ideal lo conseguíamos muy fácil, bastaba bajar del departamento e ir a la tienda de la esquina para volver con tres caguamas, adentro de una morraleta. Caminábamos alegres en la avenida Cuauhtémoc, al lado del camellón con sus palmeras.
En tiempo de pandemia quedó demostrada la importancia de los motociclistas que llevan despensas. Nosotros, en los años setenta, descubrimos esa ventaja. Cuando echábamos trago en el departamento, ya avanzada la noche, oyendo marimba, recitando la de “Chiapas es en el cosmos…”, cantando la de “Comitán, Comitán de las flores…”, sin poder evitar el llanto, a la hora que se terminaba el “parque”, Jorge marcaba un número telefónico y pedía Sabritas, salsa, tostadas y tres quesos Supremo. Perdón, olvidé decir que antes pedía hielo, cocas, tehuacanes y una botella de brandy, de a litro.
Diez minutos después sonaba el timbre y el que estaba menos bolo bajaba por el pedido con la paga en la mano. Los demás seguíamos botados en los sofás, apenas estirábamos la mano para que el vaso se rellenara.
Fueron tiempos “supremos”. Claro, los tiempos “doble crema” superaban todos los demás tiempos.
Fue prodigioso ir a los ranchos del papá de Jorge y comer frijoles con queso hecho en los propios establos, con tortillas recién salidas del comal y salsa verde molcajeteada.
Hoy vivo sin queso, no tomo lácteos, pero en aquellos años no podíamos vivir sin queso. El queso para hacer las quesadillas, el queso para espolvorear en las tostadas con frijol o con salsa de jitomate, el queso para hacer dip y botanearlo con Sabritas. El queso era parte importante de la vida, no veíamos un horizonte sin ese maravilloso ingrediente. En las cantinas pasaban un platito con queso Oaxaca, chile, limón y sal. Ah, era una botana exquisita, servía para acompañar los demás platillos.
Posdata: la marca del queso que botaneábamos en la Ciudad de México, en los años setenta, era Supremo. El sabor nunca se comparó con nuestros quesos chiapanecos. Ahora me asombra enterarme que hay paisanos que van al supermercado y compran quesos Lala y adquieren frascos de Nescafé, ¿nadie les ha informado que hay excelentes quesos chiapanecos y que hay cafés chiapanecos que no tienen comparación?
¿Quién compra Nescafé en una tierra donde hay excelentes cafés naturales? El mismo compa que va al supermercado y compra quesos industrializados y desdeña los maravillosos quesos de la región.
¡Tzatz Comitán!
domingo, 14 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON MOMENTO SUBLIME
Querida Mariana: El rector José Hugo Campos Guillén está en primera fila con los chicos y chicas que recibieron su título electrónico el pasado 13 de abril de 2024.
Quienes han tenido la oportunidad de estudiar el nivel universitario saben que este instante es inolvidable.
Estos chicos y chicas recibieron su título de la licenciatura en Trabajo Social, de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar.
Las sonrisas son la muestra física de la plenitud de sus espíritus, porque este momento irradia luz. Los titulados no llegaron solos a este andén, del viaje supremo. ¡No! El gusto de sus catedráticos demuestra que ellos también disfrutaron sus éxitos personales. En la parte posterior están algunos de los maestros que les proveyeron las herramientas para las próximas metas. Ahí están el Doctor Romeo Alejandro Culebro Álvarez, la Maestra Maribel Domínguez Reyes, la Maestra Yanet Mandujano Soto, el Doctor Mario Arturo Gordillo Ballinas y la profesora Lucy Flores, coordinadora académica de la UMNRS.
Te he platicado el instante donde acudí a recibir mi título, en la UNACH. Asimismo, vos me has contado cuando fuiste a Guadalajara al acto protocolario.
Digo que no sólo ellos llegaron a este momento sublime. Sus familiares y afectos más cercanos los acompañaron, porque, en la mayoría de casos, los de casa son apoyo fundamental. Cuando las fuerzas menguan, cuando el ánimo decae, siempre hay una mano que fortalece, que riega la planta, que aporta remos para seguir bogando; siempre hay una voz que se alza en medio de la oscuridad y dice: “el horizonte te espera”.
Y así, en medio de alegrías y tristezas, desánimos y glorias, arribaron estos chicos y chicas al escalón de la licenciatura. ¿Hasta dónde llegarán sus sueños, sus metas? Hasta donde sus deseos los estimulen. Ya demostraron que todo es posible. Ellos eligieron la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar para cimentar su profesión y este 13 de abril su universidad les cumplió con la entrega de sus títulos profesionales.
Recuerdo que me platicaste que tus abuelos, papás y novio te acompañaron a la ceremonia de entrega de tu título; me contaste que nunca habías visto llorar a tu papá, que es de carácter duro, pero ese día, a la hora que te abrazó, descubriste en sus ojos las lágrimas que eran el desfogue de tanta emoción. ¡Cómo no! Este es un instante sublime, majestuoso, es la consecución de una meta anhelada.
Por ello, querida mía, permití que anote los nombres de estos siete chicos y chicas, como si al hacerlo ellos colocaran banderines en lo alto del monte del conocimiento:
Alondra Sarahy Pérez Guillén,
Marisela Alejandra Ramírez Noriega,
Víctor Manuel Román Jiménez,
Michelle Alejandra Cruz Mancera,
Fabián Alejandro Tovar Gómez,
Gloria Alejandra Aguilar Espinosa, y
Vanesa Velasco Villatoro.
Posdata: dos chicas, de la generación, no acudieron a la ceremonia, pero, sin duda, acudirán posteriormente a recibir su título, ellas son: Gloria de los Ángeles Decelis Vera y Ana Fabiola Gómez Díaz.
¡Tzatz Comitán!
viernes, 12 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON UNA TERRAZA
Querida Mariana: me gustan las terrazas. Ya dije el otro día que mi amigo el arquitecto Gómez Conde contó que, en tiempo de pandemia, el mundo descubrió la ventaja de poseer un balcón o una terraza. Estos elementos arquitectónicos permitieron, a sus propietarios, acercarse al mundo sin exponerse.
Me gustan los espacios donde el aire corre libre. La otra tarde, Roberto, su hermana Paty y yo conocimos "Punto Beer. Café Bar”, que posee una terraza bellísima. El café bar está ubicado a un lado del bulevar de Yalchivol. Ya podés imaginar el privilegio que esto significa. Me senté ante una mesa y aprecié la belleza del lugar. Vos sabés que uno de los barrios tradicionales más hermosos de Comitán es Yalchivol, ver cómo se desenvuelve el día desde arriba es uno de los disfrutes más sublimes.
Te he contado que en mi adolescencia me encantaba ir a la cantina “La Jungla”. En ese lugar preparaban unas papas y unas tortillas de frijol que no tenían competencia en el Comitán de los setenta, pero lo que más disfrutaba del lugar (además de la compañía de los amigos de la palomilla) era el piso de tierra, y unos muretes de un metro de altura, hechos de madera costera. Esta altura permitía que la mirada, igual que el aire, volara libre y se posara en las ramas y frondas de la arboleda que tenía el terreno.
Me gustan los espacios que no están limitados por paredes. De igual manera te he contado que hay un restaurante que ofrece una botana exquisita, exclusiva, donde preparan una lengua en pebre de esas que uno se come un plato, dos, tres; pero, el espacio es claustrofóbico. No me gusta ir.
La combinación de las dos sustancias hace el prodigio de la vida alegre. Como ahora soy muy estricto en mi dieta, pues el espacio es el que llena mi entusiasmo. No tolero los lugares cerrados, para eso mejor me quedo en casa.
Así que conocer la terraza de Punto Beer me causó una gran emoción. El café bar es atendido por tres chicas: Dulce, Karina, Mariola, comitecas de cepa.
Me encantan los botaneros donde uno se siente a gusto y disfruta una cerveza con los amigos. Te he platicado que me encanta estar en el 340 Jardín Botanero que está a la orilla del bulevar con rumbo a La Plaza. Ah, disfruto que la mirada se pierda en el azul del cielo y en el verde de los arbustos. El 340 Jardín Botanero es una burbuja llena de aire que es un estímulo afectuoso.
Bueno, tampoco le hago el feo a las casas, también me siento muy bien en el botanero de Javier, que está en una hermosa casona, frente al estacionamiento Ulises. Y esto es así, porque siempre pido a los amigos que nos sentemos en una mesa de los amplios corredores, porque estar ahí me remite a los recuerdos de mi niñez, cuando la casa donde vivía tenía cuatro corredores, donde daba vueltas con el carrito de pedales que me regaló mi papá.
Lo que digo es que los espacios abiertos son toboganes para el espíritu. Conocí el café bar Punto Beer, en Yalchivol, y hallé una terraza increíble. Cuando estuvimos ahí llegó un joven, solo, pidió una michelada, se sentó, revisó su celular y al recibir la bebida vi su cara de satisfacción al degustarla. Ah, me dio tanto gusto su gusto. Sé que todo mundo disfrutará ese espacio que da servicio de 2 de la tarde a 11 de la noche. Comprobé que el espacio bien puede disfrutarlo una persona sola o una pareja o un grupo de amigos o familiares. A las dos se puede pedir una michelada, un coctel, una ensalada de camarones, unas alitas y más tarde un café con waffles, un capuchino o unas papas a la francesa con un refresco.
Posdata: me conocés, nada probé de la carta, me limité (es un decir) a vivir la experiencia de estar en un espacio agradabilísimo. Con eso se llenó mi cuerpo y mi espíritu. Esa terraza es un privilegio que debemos aprovechar todos los comitecos. Ya dije que el otro día me senté en el portalito que existe en el bulevar y pensé que eso es uno de los grandes privilegios del pueblo; hoy agregué a la relación de grandes privilegios tomar una bebida en la terraza del Punto Beer.
¡Tzatz Comitán!
jueves, 11 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON FRASE COMITECA
Querida Mariana: comparto mi confusión. Algún experto en el idioma podrá despejar la duda. Anexo foto de una frase comiteca que está en el parque: “Hay hablamos compita”. Hablar no necesita aclaración alguna, se entiende perfectamente. Lo de compita podría exigir una explicación para quien no sabe que en Comitán al amigo le llamamos “compa”, y en el colmo del afecto usamos el diminutivo de “compita”. Lo que de pronto asoma como una duda gramatical es lo del verbo “hay”. ¿Se puede aplicar como mucha gente lo aplica, como se emplea acá? A mí me suena un poco no prestigioso, como si el ex presidente Calderón dijera: “haiga sido como haiga sido”.
¿Cuándo se emplea la palabra hay? Hay “viene” del verbo haber. Si reviso un manual de ortografía encuentro que “hay es una forma impersonal del verbo haber”. Perfecto. El mismo manual expresa que se usa para decir que existe una cosa. Ah, esto sí lo entiendo: hay pan, hay alegría, hay suerte, hay vida.
Pero, también dice que se usa para “expresar una obligación, algo que tenemos que hacer obligatoriamente”. Ejemplo: hay que trabajar, hay que estudiar, hay que besarnos (claro, esto lo pongo como ejemplo, para que besés a tu novio, sin que sea una obligación, sino un placer).
El manual sólo tiene estos dos usos, permitidos. ¿Cabe en la frase de la foto? No, no cabe. Pero he visto en varias ocasiones que muchos paisanos usan dicho verbo para decir, por ejemplo: “Hay nos vemos”. No, no, no entra, no cabe el uso de este verbo. ¿Entonces?
Es que los comitecos, en forma oral, decimos “hay” nos vemos. Si revisamos el manual vemos que en español hay dos formas de decirlo: con hache y sin hache. Como todo mundo sabe que el ay (sin hache) es una interjección que se usa para expresar dolor, asombro, desesperación, evita su uso.
Así vemos que no hay manera de expresar prestigiosamente este modismo comiteco, en forma escrita. Tal vez convendría (que Dios me perdone por decirlo, por escribirlo) poner la palabra entrecomillada: “a’i” nos vemos, porque así lo hablamos, porque ya vimos que si escribimos “hay” estamos contraviniendo la norma, por lo tanto (qué paradoja) nos vemos incultos.
Claro que la forma prestigiosa, la que se usa en cualquier lugar del mundo castellano, es: “ahí nos vemos”; es decir, los comitecos queremos decir eso cuando decimos “a’i” nos vemos.
No se trata de evitar nuestros modismos en forma oral, la pregunta es: ¿cómo trasladamos esta oralidad a lo escrito?
Insisto, para que el mundo que lee los textos escritos por comitecos no piense que somos incultos, deberíamos escribir: “ahí nos vemos”, “ahí hablamos, compita”, porque, en último término, queremos expresar un lugar donde nos reuniremos para hablar, para platicar, para convivir. En el primer ejemplo bien podría omitirse la primera palabra, para dejarlo “nos vemos”, lo mismo podría suceder en la siguiente frase: “hablamos compita”. Claro que esto le quita el polvojuan a nuestro jocotío lingüístico.
Lo que quiero dejar en claro es lo que han dicho los expertos, desde siglos: una es la forma de hablar y otra la forma de escribir. A veces es difícil llevar el lenguaje oral a lo escrito, la única forma es ajustando el lenguaje a la norma, cuando esto es imposible se coloca entre comillas, para explicar que en la comunidad el vocablo así suena; de lo contrario puede evidenciar ignorancia.
Posdata: se habla de una manera y se escribe de otra. Lo oral es una ventana generosa, porque permite todos los excesos, incluso puede decirse que en los excesos está su riqueza, ese treparse a todos los árboles le da su originalidad; en cambio, el lenguaje escrito tiene un corsé que se aplica a todos, a fin de ser el código que comprendemos todos los lectores, cuando este código se altera el mensaje se ensucia, y todo se ve como el cuarto que no fue limpiado.
¡Tzatz Comitán!
miércoles, 10 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON PRODUCTOS CULTURALES
Querida Mariana: la pandemia cesó, pero el COVID continúa. Procuro no olvidar los estragos, los fallecimientos, los descuidos que propiciaron tantas tragedias; asimismo procuro tener en cuenta las reglas mínimas de cuidado, para la sobrevivencia en tiempos pospandémicos.
¿Hubo alguna ventaja para el mundo en tiempo de pandemia en medio de tanta oscuridad? Me cuesta trabajo advertirlo, pero sí. Los expertos indican, por ejemplo, que el mundo se dio cuenta de la importancia de los productos culturales. ¿De verdad?
Esto sería un verdadero prodigio. ¿El mundo comprendió la importancia de la cultura en nuestro día a día?
Los expertos cuentan que en tiempo de pandemia, cuando estuvimos enclaustrados, la cultura fue fundamental para la sobrevivencia.
Millones de personas permanecieron en sus casas, esta permanencia hubiese sido más dramática sin presencia del arte, así nos ponen como ejemplo los libros electrónicos que los lectores pudieron adquirir a través de los chunches electrónicos; de igual manera millones de cinéfilos aprovecharon las plataformas para ver cine, para disfrutar el séptimo arte.
Los celulares también permitieron que los abuelos se comunicaran con los nietos, los hijos con los padres, los amantes con sus amadas (uso el término amante con el significado del que ama, no necesariamente con el uso que en Comitán se le da al llamado querido, aunque también).
Todo lo que he mencionado son productos culturales que aligeraron el periodo de incertidumbre. ¿Qué habría sido de nosotros sin estas herramientas? El mundo hubiese colapsado en forma total. Vos sabés que en casa nos enclaustramos definitivamente, no salimos para nada. Un amigo motociclista hizo favor de comprarnos la despensa y llevarla a la casa, despensa que recibimos con un estricto protocolo de limpieza. Mi mamá halló la misa en un canal de televisión y todas las tardes vio y escuchó los servicios religiosos, en ocasiones, muy chenta, me dijo que la misa era dictada, nada más y nada menos, que por el papa. Pucha. Estaba contenta.
No me estás preguntando, pero siempre he pensado que la cultura es esencial para la vida. No fue necesario que llegara la pandemia para entender que el arte es fundamental, el arte es lo que nos hace diferentes a los animales. La persona que no comprende la importancia de la cultura se comporta como un animal, porque satisface todas sus necesidades básicas como si fuese un gatito, un cuch o un chucho.
¿De verdad el mundo comprendió la importancia del arte en la vida del día a día? Los expertos señalan que millones de personas en todo el mundo advirtieron que la pandemia hubiese sido más brutal sin la presencia de la cultura. Pero, (ay, señor), si así fue, veo que a muchas personas se les olvidó.
Vos y yo hemos vivido el fenómeno. Por ejemplo, cuando un amigo se pasa de copas y sufre un accidente, provocado por el exceso, jura y perjura que no volverá a suceder, que dejará de beber en forma irracional. Conforme transcurre el tiempo el suceso se olvida y, tarde o temprano, vemos al compa ya bien bolo de nuevo, trepándose al carro, ignorando la petición de la esposa que le recuerda el suceso incruento.
Los seres humanos somos dados a olvidar. Es correcto olvidar las tragedias, pero no es lógico ignorar las precauciones para evitarlas hasta donde sea posible.
Millones de personas en el mundo sobrevivimos a la pandemia, gracias a los objetos culturales: los libros, las películas, los museos.
¿Y ahora que la pandemia ya cedió tantito? ¿Sigue el mundo leyendo, viendo cine, asistiendo a museos, adquiriendo obras de arte? Parece que la emergencia pasó y el mundo volvió a ser el de siempre. Muchos optimistas dijeron que el mundo regresaría diferente al término de la pandemia. ¡Mentira! José insiste en decir que la persona mierda siguió siendo mierda.
Posdata: la cultura siempre ha sido un elemento espiritual indispensable. Los que amamos el arte sabemos que el arte hace la diferencia, gracias al arte dejamos nuestra condición de simples animales y nos elevamos. ¿Cuándo dejaremos de arrastrarnos como simples víboras? ¿Cuándo el vuelo será nuestra vocación consciente?
¡Tzatz Comitán!
lunes, 8 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON UN LEGADO
Querida Mariana: de vez en vez, amigos preguntan por el sentido de la vida. Esta pregunta no asoma en la infancia. Cuando fui niño jugué en el sitio, fui de vacaciones con mis papás, disfruté el cine, comí exquisitos antojos. La pregunta nunca asomó, porque la vida era ese cacho sublime que era para vivirla. Sí, el sentido de la vida era ¡vivir!
Ahora, con sesenta y siete años de vida escucho la pregunta: ¿cuál es el sentido de la vida? Veo que muchos filósofos expresan ideas diversas, con lenguajes más o menos complejos, pero, en el fondo, en cada respuesta está la idea del niño: ¡vivir!
Y como hay millones de formas de vivir la respuesta no es única. Puede decirse: cada quien vive como le place.
Hace pocos días vi una nota luctuosa en el Facebook. Llamó mi atención la manifestación de pesar que expresaron muchos amigos y amigas. ¿Quién era la persona fallecida? El mismo Facebook me dio la respuesta. No conocí a Cecilia, pero muchos paisanos ¡sí! Sí, porque Cecilia es hija de Socorro Román Sobrino. A Socorrito sí la conozco. El Facebook indicó que Cecilia falleció en un accidente.
Cecilia fue una gran fotógrafa mexicana, directora de Escuela Activa de Fotografía Echegaray, en la Ciudad de México, ciudad donde ella nació.
No conocí a Cecilia, muchos paisanos sí. Lamenté su muerte. Entré a su muro y admiré su obra, obra fotográfica de excelencia. Sí, Cecilia fue una gran fotógrafa. Me dio pena no saber nada de ella, pero, al mismo tiempo, agradecí su vida y su obra, sustancias vitales imbricadas.
Llamó mi atención que Cecilia escribió en su muro, en una sección llamada Detalles, lo siguiente:
“Apasionada, enamorada de mi familia, fotografía, viajes, perros, gatos y todos los demás animales”.
¿Se vale decir que esto es su respuesta a la pregunta inicial? Pienso que sí. En un determinado momento, ella se definió y al hacerlo definió su propósito vital. Gracias a esas palabras, yo, sin conocerla físicamente, puedo ver el tipo de persona que fue, una mujer apasionada, enamorada de su familia, le encantó viajar, tomar fotografías y amo a los animalitos, todos.
Ah, qué lamentable su fallecimiento, qué pena. Fue una gran mujer.
No la conocí, pero ahora entré a disfrutar su legado: sus fotografías, tomas hechas con un gran conocimiento técnico, pero, sobre todo, con una dotación excelsa de arte.
Lo dijo, de principio lo dijo: fue una mujer apasionada. Al revisar los fragmentos de su obra, las fotos que están expuestas en su muro, descubrí eso: pasión en su pasión.
Vivió apasionadamente y nos legó una obra excelsa.
Todo mundo deja una herencia intelectual. Al vivir, cada persona construye un único edificio espiritual. El tío Andrés es recordado porque fue un gran bolo y mujeriego. Dos de sus hijos procuran evitar su recuerdo, en cambio el tercer hijo, el menor, lo recuerda con gran emoción, cuenta todas las anécdotas que su viejo le contaba o las que le ocurrían; las cuenta con una gracia especial. Un día me confesó que él heredó ese gen, el gen del saber contar anécdotas; me dijo que tal vez también heredó el gen del gusto por el trago y por las nenas, pero que él le dio vuelta a esa herencia, se quedó sólo con lo que le aporta savia a su vida.
Posdata: vos no te preguntás por el sentido de la vida, vos sos una chica joven que vive, que vive intensamente, que tiene muy bien definida la ruta de su vida.
¡Tzatz Comitán!
sábado, 6 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON LA CABEZA INTACTA
Querida Mariana: Comitán está hecho de imágenes y palabras. Si hacemos una revisión veremos que la palabra es la que nos da más vida.
¿Ya miraste que nuestros personajes más emblemáticos son personajes que tienen a la palabra como la esencia de sus actos?
Belisario Domínguez es recordado por el valor de su palabra en el Senado de la República. Muchos héroes mexicanos llegaron al altar de la patria por su valor con las armas, con acciones violentas. Belisario no usó la violencia, usó la palabra como el arma más letal. Claro, el uso de esta flama provocó su muerte.
¿Quién es el otro personaje que es baluarte de Comitán? La admirada escritora Rosario Castellanos. Ella es nuestro quedar bien en la rama intelectual. Los comitecos nos sentimos chentos ante la grandeza de su obra literaria. Los expertos han dicho que se movió como pez en el agua en muchos géneros literarios: novela, cuento, poesía, ensayo y teatro. Pucha, fue incansable en su labor creativa. Hoy existen miles de personas en todo el mundo que la siguen leyendo y estudiando.
En este 2024 el mundo conmemora el quincuagésimo aniversario de su fallecimiento, ocurrido el 7 de agosto de 1974, en Israel. En Comitán, su tierra, hay ya muestras de esta conmemoración. En la revista Arenilla, gracias al patrocinio de instituciones, empresas y personas comprometidas con la cultura y con el pueblo, ya le hacemos un reconocimiento histórico. ¡Sólo eso faltaba, que en su tierra pasara de noche! ¡No, no lo permitimos! ¡Honramos su palabra, el valor de la palabra!
¿Quién más es reconocida como mujer de palabra? ¡Josefina García! Doña Josefina es recordada por un acto breve, pero generoso. Ella no fue una intelectual reputada (ay, qué palabra tan rara), ni se le reconoce por algún otro acto, pero basta con lo que hizo el día donde se prendió la flama de la Independencia de Chiapas y de Centroamérica.
Los investigadores e historiadores nos han dado muchos elementos de las biografías de Tío Belis y de la Chayito. ¿Y Josefina, ‘apá? De Josefina no hay documentos que den datos precisos de su vida y obra. Quienes nos hablan de ella lo hacen desde el terreno de la presunción. Es más, muchos historiadores hablan de que es un gran mito histórico. Hemos dicho que El Quijote no existió en la realidad real, pero nadie se atrevería a negar su rotunda presencia en el mundo. El Quijote es el gran mito literario.
El mito histórico dice que Doña Josefina, en un momento donde los hombres dudaron, ella se paró y dijo que si los hombres no se atrevían, las mujeres comitecas estaban dispuestas a apoyar el movimiento de independencia. Esta intervención hizo que el movimiento no se abortara y diera inicio el gran hecho histórico de 1821.
Tenemos muchos libros que dan constancia de todas las palabras que usó tío Belis. En la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez, hay ejemplares de su periódico “El Vate”, asimismo copia de los discursos íntegros.
¿De Rosario? Pucha, ahí está toda su obra, más muchos otros libros que le han dedicado. Incluso hay libros donde se publican muchas cartas que ella envió a cercanos, incluso parte de la correspondencia que le dedicó a su esposo, el filósofo Ricardo Guerra.
De Doña Josefina nada hay. ¿En algún baúl existen pruebas de su obra? ¡Saber, querida mía!
El otro día fui al parque de San Sebastián, buscando al amigo que vende los salvadillos con temperante (como fui en periodo vacacional nunca llegó, debe ser que su época de mayor venta es cuando hay clases. Recordá que nuestro Colegio Mariano N. Ruiz está muy cerca y a la hora de la salida, muchos estudiantes y sus papás consumen lo que en el parque se ofrece).
Me senté en una banca frente al busto de Doña Josefina, que, según dice la placa, fue donado por el maestro Edgar Robledo Santiago. ¿Es Doña Josefina la que ahí aparece? Sí y no. Sí, porque así lo dice la placa; no, porque todo mundo cuenta que el rostro fue tomado de una fotografía de una mujer comiteca que no era ella, por supuesto.
Luego cambié de banca y me senté frente a la fachada del templo de San Sebastián, ahí donde hay cuatro nichos con esculturas de yeso. Un día Mario Escobar se hizo la pregunta: ¿quiénes son esos personajes? Igual que en la historia de Josefina, ningún historiador nos ha dado respuesta precisa a esta interrogante.
Los constructores del templo decidieron dedicar cuatro nichos, grandes, donde estuvieran las imágenes de estos personajes. Insisto, nadie sabe decir quiénes son. Y mucho menos cuando vemos que tres de ellos están sin cabeza. No soy experto en nada, pero a los personajes les miro horma de ser monjes, dos de ellos tienen un cordón atado a la cintura, como si fueran monjes benedictinos o franciscanos. Los otros dos tienen una vestimenta diferente, casi como si fueran monjes dominicos. Cualquier experto en estas vainas sí puede darnos una explicación que se acerque a lo real. Sería un gran logro saber qué onda con estos personajes. ¿Por qué les volaron la cabeza? Es otro de los enigmas. Los historiadores dicen que pudo ser en tiempos donde el gobierno se puso en contra de la religión católica. ¿Recordás lo de la quema de santos? Bueno, pues entonces también pudo ser que alguien mandara a quitarles las cabezas a las imágenes. No sólo las cabezas, sino también las manos.
Digo que sólo una de las imágenes logró salvarse de ser decapitada. Esta cabecita da idea de cómo debieron ser las demás. Además, también existe una imagen que conserva la mano que sostiene un libro.
El mensaje de los mutiladores no logró empolvar lo que es nuestro pueblo. Ahí está, digo, un personaje con cabeza (lugar donde bullen las ideas, crisol donde se forman las palabras); ahí está otro que conserva la mano (como dice una maestra de yoga: la artesana bendita, la que ayuda a hacer el mundo); y un libro, que es el recipiendario de la palabra, el mayor producto cultural que ha inventado el ser humano. Los violentos enviaron su mensaje, pero el destino preservó el mensaje mayor: la palabra es herencia vital de las personas nacidas en Comitán, porque Comitán está hecho de imágenes sublimes y de palabras lapidarias (ay, señor, otra palabrita rara).
Después que miré las imágenes mutiladas, mis ojos se posaron, como chinchibules argüenderos, en las dos placas que existen en la fachada. No sé en cuántos templos del mundo existen placas que nada tengan que ver con la religión. En el templo de Santo Domingo existe una gran placa en bronce que da cuenta de los nombres de los primeros frailes que llegaron a estas tierras. Esta placa se colocó a iniciativa del padre Carlos J. Mandujano cuando fue párroco de este templo.
En la fachada del templo de San Sebastián las dos placas son de otra rama, porque están dedicadas a las mujeres. En una se dice que es un homenaje a la mujer comiteca y la otra está dedicada en forma especial a Josefina García (cómo no va a existir, pucha).
Sin duda que la existencia de estas placas “civiles” se debe a que en este templo se dio el primer paso para la Independencia de Chiapas.
En estas placas se privilegió la participación de las mujeres y no de los hombres. La historia consigna que Fray Matías de Córdova y Fray Ignacio Barnoya fueron los iniciadores del movimiento de independencia, sin embargo, la estatua de Fray Matías fue colocada mucho tiempo después que las placas que están en la fachada del templo; y Fray Ignacio está en espera de que el mundo le haga justicia, porque no hay ni una sola plaquita que consigne su nombre. La Historia tiene rutas extrañas y misteriosas para manifestarse.
Estamos hechos con imágenes y palabras. Los estudiosos conocen la obra de Fray Matías, pero en los libros de Historia no hay una sola frase dicha por el iniciador de la Independencia, lo que siempre se consigna es la frase de Josefina García.
Posdata: el parque de San Sebastián tiene un nombre oficial: De La Corregidora. En un lugar hay un busto de Josefina y en el otro extremo un busto de Josefa, de Josefa Ortiz de Domínguez, La Corregidora. Acá sí nada pueden decir las feministas. Las mujeres están perfectamente reconocidas; claro, el pueblo no llama al parque con su nombre oficial, el parque es el parque de San Sebastián, un varoncito. Ah, a mí no me quedés viendo así.
¡Tzatz Comitán!
jueves, 4 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON UN CACHITO
Querida Mariana: ¿vos jugás a la lotería? No me refiero a la llamada Lotería Mexicana, que es un juego de mesa, que todos, en algún momento, jugamos, porque es un juego muy divertido.
En Comitán recordamos con afecto la Lotería Mexicana de Don Enrique Constantino. Don Enrique, en la feria de agosto, ponía un gran local frente al templo de Santo Domingo. Todo mundo jugaba, todo mundo recibía los tarjetones y los granos de frijol o de maíz. ¡Lotería, lotería!, era el grito que se escuchaba cuando alguien, emocionado, resultaba ganador.
¡No! Me refiero al juego, que también es mexicano, pero cuyo nombre es Lotería Nacional para la Asistencia Pública, el juego que alienta la esperanza de millones de jugadores. Hay personas que “se han sacado el gordo”, que es la manera coloquial de decir que el número ganador coincidió con el que tenían en los llamados “cachitos”. Claro, quien compra la plana completa (formada por veinte cachitos) se vuelve millonario.
Un día de estos, mi querido amigo el arquitecto Jesús Pedrero compartió esta fotografía en redes sociales. La foto la acompañó con el siguiente texto:
“El día de hoy tuve la oportunidad de presentar en la Lotería Nacional diversas propuestas generadas por Bicentenario Chiapas A.C. presidida por el Mtro. Roberto Ramos Maza, con la finalidad de honrar diferentes sucesos históricos y personajes de gran relevancia para nuestra comunidad.
Dicha solicitud tiene la intención de que la Lotería Nacional considere llevar a cabo sorteos conmemorativos con los siguientes conceptos.
1. Quincuagésimo aniversario luctuoso de Rosario Castellanos Figueroa.
2. Centenario del natalicio de Rosario Castellanos Figueroa.
3. Bicentenario de la Federación de Chiapas a México.
¡Hagamos posible estos festejos tan importantes para los chiapanecos!”
¿Has visto los Doodles en el buscador Google? El Doodle es una imagen que celebra un hecho importante. Antes que hubiese Internet, ya la Lotería Nacional celebraba hechos importantes a través de imágenes en sus sorteos.
Lo que Bicentenario Chiapas A. C. hizo fue elevar la petición para que en los sorteos con fechas precisas se honre a nuestra escritora Rosario Castellanos (en este 2024, por la conmemoración de los cincuenta años de su fallecimiento; y en 2025 para celebrar el centenario de su natalicio); y, de igual manera hecho histórico, en este 2024 los doscientos años de haberse declarado la Federación de Chiapas a México.
Esto significa, para usar la palabra que está de moda, visibilizar los hechos preponderantes. Si la Lotería Nacional atiende de manera puntual la solicitud, tendremos cachitos con la imagen de Rosario donde se indique cuál es el hecho que se conmemora y lo mismo sucederá con el hecho histórico de la Federación.
Posdata: me dio gusto saber que Bicentenario Chiapas, A. C. realizara esta justa demanda en nombre del pueblo de Chiapas, en nombre del pueblo de Comitán. Ojalá la solicitud sea atendida, porque es muy justa y de gran dignidad.
Disfruté mucho el juego de la Lotería Mexicana.
¡Tzatz Comitán!
miércoles, 3 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON CIELOS SIN CABLES
Querida Mariana: mi foto y la foto de Carlos Gordillo. La primera es la foto que tomé una mañana, la segunda es una foto que Carlos limpió.
En Arenilla jugamos, para que nuestros lectores se diviertan. Por esto subimos fotitos simpáticas a redes sociales.
La foto que tomé, con el templo de San José al fondo, le pusimos el siguiente pie: “Sólo con Photoshop se puede limpiar”. Carlos, genial fotógrafo, experto en ese chunche, la limpió. ¡Qué maravilla! Él también jugó.
Carlos confirmó lo que dijimos: sólo con Photoshop se puede limpiar este cielo. Hoy, las calles de Comitán están plagadas de cables, de muchos grosores.
Hay cables de todo, para todo. Entiendo que todos nos proporcionan servicios. Mencionaré algunos: cables de teléfono, de fibra óptica, de televisión por cable y de energía eléctrica.
La foto de Carlos ofrece el milagro de ver a Comitán como era antes de esta proliferación de cables contemporáneos.
“Sólo con Photoshop se puede limpiar”, dijimos. En realidad, hay ciudades donde no sólo se puede limpiar los cielos en forma virtual. Hay ciudades que han hecho el milagro de colocar los cables en forma subterránea, para dejar los cielos como se ve en la foto de Carlos.
Escribimos eso porque sabemos que, en Comitán, a pesar de vivir en pleno siglo XXI, seguimos viviendo con formas que no ven hacia el futuro.
Ayer estuve en el parque de San Sebastián, como a las once y media de la mañana. Se sentía un calor intenso, pero, al sentarme en una banca con sombra, sentí un aire agradable. Recordé lo que siempre ha dicho Amparito: Comitán siempre estará a 1,600 m sobre el nivel del mar. Dice esto para recordar que nunca tendremos las temperaturas de Tuxtla Gutiérrez, Tonalá o Tapachula; pero si, en lugar de llenar de árboles nuestra ciudad la seguimos llenando de cables ¡nos electrocutaremos!
Nuestro pueblo todavía tiene forma de curarse, de limpiar sus cielos.
Carlos jugó, limpió el cielo y lo dejó sin cables. La respuesta a la pregunta es obvia: ¿qué imagen te gusta más? ¡Por supuesto! La de Molinari es una foto cochina, la de Carlos es prodigiosa.
Posdata: lo que no podemos permitir es que nuestra visión esté enmarañada, llena de cables, los comitecos debemos tener una visión limpia, como la foto de Carlos.
¡Tzatz Comitán!
martes, 2 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON UN MUNDO VIRTUAL
Querida Mariana: los grandes escritores no saben lo que hago con su obra. Aparte de subrayar y hacer anotaciones en los márgenes de las páginas de sus libros, los califico. Es en serio. Califico, sobre todo, los cuentos, que es un género literario que me gusta mucho.
¿Qué haría Vargas Llosa si supiera que he calificado sus cuentos? Cuando me acercara a saludarlo ¿haría conmigo lo mismo que le hizo a su gran amigo Gabriel García Márquez? ¿Me metería un trancazo y diría: “Por lo que le dijiste a mi cuento”?
Leo cuentos de muchos autores vivos. Si ellos se enteraran de lo que hago con su obra no sé qué dirían. Casi puedo asegurar que les valdría un cacahuate al enterarse de ello. Imagino la reacción cuando un periodista preguntara: “¿qué opinión le merece saber que un tal Molinari califica sus cuentos?”
Los escritores, los famosos, venden miles de libros y no saben quiénes los leen en el mundo. Hay escritores que están pendientes de las críticas que hacen los profesionales en los medios de comunicación, pero hay muchos otros que caminan como Cristo sobre el agua de la indiferencia.
Sólo eso faltaba, que los escritores estuvieran sujetos a la opinión de los demás.
Así pues, Vargas Llosa y los demás escritores vivos nada dirían acerca de mis calificaciones.
Estas calificaciones no las publico, son como una guía para mí. Primero diré que ningún cuento ha obtenido el tan anhelado diez. Esto nada tiene que ver con aquella teoría de que el diez es para el maestro (a final de cuentas si califico es porque me asumo como un lector magistral. Qué bobo). No, si ningún texto obtiene el diez es porque ¡no existe el texto perfecto!
Mucha gente admira esa ocurrencia de Tito Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. No falta el que lo considera una genialidad. En lo íntimo pienso que el Tito se botaba de la risa al ver la serie de comentarios a favor que había logrado su textito. Ya te conté que una vez estuve en un salón donde él dijo que le había llevado mucho tiempo colocar las palabras precisas. Así se vendía. Una vez, Aurora hizo una variante: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí”, dijo que era el mismo número de palabras y el verbo seguir daba más aire al texto. Estuve de acuerdo con Aurora, el texto de Aurora lo califiqué con ocho, por el atrevimiento de superar al maestro.
Vos sabés que Julito Cortázar es uno de mis autores favoritos y, como dijo Vargas Llosa, “es uno de los mejores cuentistas del siglo XX”. Bueno, mi querido Julito no obtiene calificación de diez, hay textos donde lo califico con nueve, nueve punto dos, pero hay otros donde lo califico con siete punto cuatro. ¿Lo imaginás? Pucha, no sé qué tan soberbio soy, tan pedante. Me doy el lujo de ponerle siete a uno de los grandes autores literarios. Y esto hablando de cuentos. Si te dijera las calificaciones que le he puesto a su poesía, estoy casi seguro que te enojarías conmigo.
Digo que esta posición mamila que adopto lo hago para demostrar que hasta los grandes autores derrapan con frecuencia. Como una vez me dijo la poeta Marirrós Bonifaz: “no siempre se saca diez”.
Así pues, cada libro de cuentos que cae en mis manos lo califico. Muchos grandes autores ya han fallecido, así que Faulkner o Chéjov nada pueden decir a la hora que, en forma docta, tomo el lápiz o pluma y les pongo calificación. Insisto ¡nunca alcanzan el diez!
Lo mismo hago con autores chiapanecos vivos. Ah, ya quiero ver la reacción de mis paisanos al saber cuánto les pongo a sus textos. Si de por sí son tan sentiditos, no entienden que un lector no juzga al ser humano sino al texto. Cuando expreso una opinión entre amigos y el dicho llega a sus oídos los veo que ponen cara de: “pendejo, tus cuentos están más jodidos”. Pues eso entiendo, sé que los pocos lectores de mi obra también pueden hacer el mismo ejercicio que yo hago. A mí, por si alguien estaba con el pendiente, no me preocupa la opinión de críticos ni de lectores. Sé que no tengo el talento de los grandes, ¡grandes! Hago mi esfuerzo modesto, trato, siempre, eso sí, de cumplir con el ideal sugerido por Roald Dahl: ¡no aburrir al lector!
Cuando me topo con un inicio de cuento que no me jala ya comienzo a afilar el lápiz para calificar con una nota de media tabla.
Posdata: ¿para qué califico los cuentitos? Digo que me sirve como guía, cuando releo el libro voy al índice y encuentro las calificaciones, así que desecho los demás cuentos y disfruto los que obtuvieron las notas más altas. Redescubro el misterio de su literatura y así puedo tomar elementos para diseñar mi propia obra, en intento de escribir textos más o menos presentables, que no sean los clásicos que pasan de panzazo.
¡Tzatz Comitán!
lunes, 1 de abril de 2024
CARTA A MARIANA, CON TACOS
Querida Mariana: es un chiste sobado, dice: México es el país del taco… ta’costumbras a no comer, ta’costumbras a pasarla mal…
Pero, en esencia México es el país del taco, porque basta una tortilla para hacer un taco con lo que se te antoje o lo que hallés.
Tengo amigos que, cuando es temporada de tzisim, agarran un puñito, lo colocan en una tortilla, le ponen unas gotas de limón, hacen taco la tortilla y ¡mueven la carraca con gusto indecible!
¿Por qué se llama taco el taco? No sé. Imagino que el nombre lo da la forma, alargada y redonda. Digo esto, porque en los billares así se llama al palo que sirve para golpear las bolas; además, los futbolistas usan zapatos con tacos para el juego.
¿Cómo no se van a confundir los hablantes extranjeros cuando aprenden español en México? Apenas están aprendiendo a nombrar la comida cuando escuchan que deben tomar “un taco” para jugar carambola. Ya imagino la confusión que aparece en sus mentes, los veo tomando un taco de canasta y con éste golpeando la bola de marfil.
“Hacete unos taquitos”, dice la abuela y pasa unas tortillas y un guisadito. Recuerdo que, en la entrada de la Facultad de Ingeniería, de la UNAM, vendían “tacos suaves”, con diversos guisados. Yo pedía dos tacos con arroz y huevo duro. Así me gustaban los tacos, pero había de tinga, de chicharrón en salsa verde, de frijoles (“de saco”, decían los malcriados). Eran tacos con doble tortilla, bien servidos, con esa dotación quedabas listo hasta la cena, que, en muchos casos, volvían a ser tacos. ¡Ay, señor!, pero los de la noche ya eran taquitos dorados. Sí, los tacos son pasados por el aceite o así, al natural.
Y digo esto, porque me enteré que hay un día especial, que no sólo lo celebran en México, sino también, lo celebran en los Estados Unidos de Norteamérica (Taco Day). ¡Pucha! Bueno, es comprensible, con tantos millones de paisanos que viven allá, existen muchos restaurantes donde preparan tacos, no como los del país, sino en una versión un poco extraña, pero que a final de cuentas le llaman taco. Hay una cadena de restaurantes muy famosa que se llama Taco Bell. En USA lo que tiene más horma de taco (enrollado, cilíndrico) lo llaman burrito y sí, querida mía, se pronuncia así: burrrrito.
Sigo siendo taquero. Soy un poco lo que se dice vegano, pero no dejo de prepararme mis tacos. En Puebla mi mamá hacía unos exquisitos tacos al pastor, lo único que modificaba era la carne de cerdo, por soya. ¡Geniales! Ahora voy al mercadito de El Cedro y compro tortillas moradas (en el mercado de Cholula comía unas quesadillas, sin queso, de flor de calabaza con masa morada, también exquisitas). Mi mamá prepara una ensalada de nopalitos con aceite de oliva y pico de gallo y con eso preparo mis tacos. ¡Ah, disfrute total!
A mi Paty le siguen encantando los tacos de canasta, es feliz comiendo unos taquitos de chicharrón. En los años ochenta fuimos muy taqueros, llevábamos a los hijos a comer taquitos en “Los cochinitos”, pero, sobre todo, en la taquería “Zinapécuaro”, que está en el bulevar, frente a donde estuvieron los Cines Galaxia 2000. Tacos ¡riquísimos! También íbamos a una que se llamó “La salsa verde”, con una salsa hecha con aguacate; y también una de las favoritas era la taquería de Belisario, que preparaba unos tacos de carnitas de lujo, a Belisario le decíamos “Choris”, de cariño.
Los tacos más ricos los probé en una afamada taquería de la Ciudad de México, su especialidad eran los tacos de lengua. Ahí sí que quedaba el dicho: de lengua me como un plato, un plato de tacos. Aunque también, en mis épocas de estudiante en la UNACH, en Tuxtla, iba a disfrutar unos tacos de ubre que eran sensacionales. La ubre siempre me ha gustado (no me quedés viendo así).
Posdata: uno de los hijos del dueño de la taquería “Sahuayo” fue mi compañero en la primaria Matías de Córdova, él siempre tenía mucha paga, era mayor que la mayoría de niños. ¿Cómo creés que le decíamos? “El tacos”.
¿Por qué se llama taco al palo del billar? ¿Por qué se llaman tacos los zapatos de los futbolistas? México es el país del taco, ta’costumbras a un modo de hablar peculiar.
¡Tzatz Comitán!
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