viernes, 21 de octubre de 2011
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL ASOMBRO ESTÁ EN EL VUELO DEL AIRE
Querida Mariana: leo a Cortázar. Leo el libro más reciente. Contiene una serie de cartas que el famoso escritor envió, desde Europa, a su amigo Eduardo Jonquières, en Argentina. Los Jonquières conservaron la correspondencia del Cronopio Mayor y ahora Aurora Bernárdez -primera esposa de Julio Cortázar- la publica.
¡Ya podés imaginar la alegría que este libro causa a los seguidores de Cortázar! Sus lectores están diseminados en todo el mundo. En este libro encontré asociaciones con nuestro pueblo: Comitán. El uso del “vos” está presente en su escritura refinada. No podía ser de otra manera: Julio vivió en Argentina los años de infancia, adolescencia y primeros años de su educación profesional. En el país sudamericano, igual que en Comitán, el uso del voseo es pan de todos los días.
En una ocasión, Sergio Alejandro López Ruiz (director de Todos por Chiapas.com) me preguntó acerca de la pertinencia del uso del voseo en los textos literarios. De inmediato saqué el ejemplo de Cortázar. Si Julio lo emplea en sus nubes literarias significa que el voseo es una voz prestigiosa que le va bien a nuestros cielos. Si la literatura sintetiza la vida, el vos debe aparecer en ella porque el vos es como la savia de nuestros árboles. A mí me emociona oír a los comitecos hablar de vos (no de vos, Mariana, sino de esa variedad dialectal que nos identifica).
Cuando voy al mercado Primero de Mayo, por ejemplo, disfruto el modo de hablar de nuestros paisanos. Ese espacio es como un micro cosmos donde sigue viva la esencia de nuestro pueblo. Es maravilloso pensar que basta caminar una cuadra más allá del parque central para encontrar al Comitán auténtico, al que nos debemos todos. A veces imagino ese espacio como una gran jaula, sin barrotes, donde las aves más hermosas cantan y envían sus chismes al viento (sin necesidad de recurrir al twitter).
¡Ah, es tan bonito y tan sonoro nuestro modo de hablar que parece que los comitecos tuviésemos una marimba en lugar de columna vertebral y un coro de cenzontles en lugar de garganta!
Los argentinos hablan exactamente igual que nosotros, la única diferencia es el timbre de voz. Ellos, igual que nosotros, dicen: “Vení, corré, subí, viví, besá” y mil verbos más. Las agudas nos van bien en los verbos, por esto, los comitecos, somos agudos, agudos en nuestra forma de ser y de pensar. El Pitirijas siempre dice que los comitecos somos ingeniositos. Tal rasgo proviene de nuestra forma de hablar. El voseo es una forma de hablar que se despoja de corbatas y de lentejuelas; es una forma de caminar sobre el césped con los pies descalzos.
Pero, vos lo sabés, los comitecos somos más, ¡mucho más! A nosotros nos encanta hablar en diminutivo y con posesivos, por ello decimos: “Mamá, ¿ya está lista mi milanesa?” o en colmo de lenguaje almibarado: “Mamita, ¿ya está lista mi milanesita?”. Todo lo volvemos nuestro, como si todo fuese un objeto de nuestra propiedad. Tal vez por esto, la poeta Mirtha Luz Pérez Robledo dice: “Yo no soy de Comitán, Comitán es mío”.
¿Y qué más de Julio Cortázar? Pues su capacidad para mirar el mundo. Si Julio escribió muchos cuentos perfectos y Rayuela, una novela llena de luz y de oscuridades donde transita el espíritu del hombre, fue, en parte, por su mirada llena de luz. Existen hombres y mujeres, querida mía, que al ver no reciben luz sino crean luz. Julito fue de los hombres que horadan la piedra para abrir ventanas.
Julio recomendó que la capacidad de asombro jamás decayera; recomendó que los hombres fuésemos ávidos lectores del mundo, incluso en el propio pueblo. ¡No hay otra manera de vivir la vida!
Siempre que camino por las calles de nuestro pueblo o que me siento en una banca del parque o voy en auto hacia La Pila o hacia Yalchivol trato de recordar la sugerencia Cortazariana: “jamás dejés de asombrarte ante el asombro de la vida”.
Este pueblo no tiene las maravillas que poseen París, Buenos Aires, Praga o Florencia. ¡Por supuesto que no! Pero aquellas ciudades no poseen las maravillas nuestras. ¡Todo pueblo del mundo es único! Querida mía, cuando los hombres y mujeres entienden esta obviedad ¡los pueblos defienden su identidad porque es lo que los hace especiales y únicos en el universo!
En Comitán, lo sabemos, no hemos logrado aquilatar lo que poseemos. Existen algunos compas que sueñan con transformar este pueblo y hacen intentos absurdos de réplicas de la Torre Eiffel, de las Pirámides de Keops, de la Plaza de San Marcos o de cualquier rascacielos de Nueva York.
¿En dónde quedaron esas maravillas arquitectónicas realizadas en tejamanil? Eran como cortinas casi casi de aire; eran como esas divisiones que emplean los japoneses. Los arquitectos contemporáneos han desechado el uso de materiales propios de la región y, al sustituirlos con materiales plásticos, han plastificado nuestro corazón. Si alguien empleara el tejamanil, como mero detalle estético, lograría reivindicar nuestro espíritu.
Disfruto las cartas de Cortázar. Vos sabés que el género epistolar ¡llena mis huecos! (por esto, ahora en tiempos de mensajes de celular, siempre elijo estas cartas para dirigirme a vos). Te podría llamar por teléfono o usar el chat, pero prefiero este género que tiene la gracia de revolcar el tiempo apresurado de estos tiempos. En el libro de Cortázar existe esa burbuja que antes nos envolvía a todos los mortales: la espera de una carta era un paréntesis luminoso. ¡Pucha! ¿Imaginás lo que significaba vivir en París y esperar que llegara una carta desde Buenos Aires? Bueno, no vayamos tan lejos, cuando mis compas y yo estudiábamos en la ciudad de México siempre teníamos esa cosquilla nerviosa al esperar noticias de Comitán (en los años setenta). Memo y Javier, que se habían quedado en estas tierras, nos enviaban noticias; asimismo nuestros papás (mi mamá siempre me enviaba periódicos que se editaban en este pueblo o libros escritos por comitecos -pocos, pocos, porque en ese tiempo los libros no eran como los panes compuestos que se hacían por cientos. Bueno, a la fecha sigue igual, pero ahora ya se hacen más intentos. Ahí está ese programa editorial que promueve José Antonio Aguilar Meza, nuestro presidente municipal. ¿Ya miraste que presentaron los números 3 y 4 de la Serie Editorial “La Lectura más cerca de ti”? ¡Y van por más!). Hoy los tiempos son diferentes. Nosotros llenábamos nuestros vacíos con una carta sencilla. Ahora los mensajes son instantáneos. ¡Ah, si ahora viviera el tal Julito, chatearía -desde París- con sus amigos de Buenos Aires sin esa cuerda que era pretexto para brincarla con regocijo cuando enviaba o recibía una carta! Ustedes los jóvenes no pueden entender bien a bien aquellos tiempos.
Este libro me metió en un pasaje secreto, uno (al estilo de Cortázar) en que pasé de estar en este 2011 a estar en 1950 y años posteriores. La lectura de estas cartas tiene el sabor del cielo que toca el voyeur. Los lectores entramos a un mundo privado que, se supondría, nos estaba vedado. Es una serie de cartas enviadas por un hombre a otro hombre, en ese tono confidencial, amistoso y cercano que sólo permite la correspondencia íntima. Es un poco meternos en vidas privadas pero que se convierten en públicas porque su remitente fue público y uno de los hombres más inteligentes y lúdicos que este mundo parió. Por esto, querida mía, es que no me has visto estas últimas tardes. Disculpá, Julio es mi mejor amigo, desde hace muchísimos años y, por el momento, estoy metido en su plática. Alucino. Es como si él -generoso- estuviera conmigo en esa banca del parque de San Sebastián (que tanto me gusta, porque es la banca donde Fito Gómez Vives y yo, componíamos el mundo hace mucho) y me hablara como si yo fuese Eduardo Jonquières y él, al mismo tiempo estuviese en París y yo en Buenos Aires, pero estando ambos en Comitán, en otro tiempo diferente al de su tiempo. ¿Entendés la mescolanza? ¿Sabés por qué ahora no te he visto? Estoy metido en una luciérnaga alucinante y, tal vez, sólo yo y él (Julio) entendemos esta burbuja que no asfixia, sino al contrario ¡da vida!
¿Julio Cortázar en Comitán del 2011? Sí, así es. Cuando menos, ahora que te escribí ya lo invoqué y ahora está acá, en medio de los dos. ¿No es una locura maravillosa? Si podés ¡leé el libro! Conocé a mi mejor amigo de papel, el que me ha servido para envolver la fantasía de los deseos.
Pd. Vos sos mi mejor amiga de aire, la muchacha bonita que ayuda a volar los papalotes de estos cielos.