miércoles, 12 de octubre de 2011

LOS CAMINOS EXTRAVIADOS




Pobres los pobres. ¿En dónde tienden su petate si, lo dice el imaginario colectivo, “no tienen petate en dónde caerse muertos”?
Pobres los mexicanos a quienes no les gusta el fútbol, porque el fútbol, en este país, está instalado en todos lados. Pareciera parte obligada de la vida ser “chiva”, “puma” o “jaguar” (¡Dios mío!).
Pobres los que aman la paz porque acá, en este país a cada rato la guerra es un aro que rueda por las calles.
Pobres los que aman la ciencia porque, a “ciencia cierta”, la ciencia mexicana se hace en el extranjero a través de los sabios que se treparon en esa ilógica carretera que se llama “fuga de cerebros”. Y ya sabemos por qué se vieron obligados a hacerlo.
Pobres los pobres. Porque no es seguro que de ellos sea “el reino de los cielos”.
Pobres los que creen que el “cine es mejor que la vida” y viven su vida como si vivieran en una película sin vivir la vida verdadera.
Pobres los que creen que la mierda puede disimularse con unas gotas de Channel 5.
Pobres los que aman a sus amadas como si ellas fueran ríos de aguas mansas; pobres los que son como Vargas Llosa y nunca habían leído poemas del más reciente Nobel de Literatura; pobres los que, todas las mañanas, no tienen más horizonte que la ventanilla de la combi; pobres los que se sumergen a la alberca sin saber nadar; pobres los que tienen pasaporte y visa vigentes pero no tienen la fuerza para viajar a la otra vida.
Pobres los lectores ciegos que están llenos de callos y leen como si pasaran su mano sobre la piel de una mujer llena de baches.
Pobres los que nunca han tenido la bendición de ser tocados por la lectura de una Arenilla.
Pobres los pobres. Porque no es seguro que de ellos sea “el cielo de los reinos”.
Pobres los que, en medio de la oscuridad, necesitan un cerillo para prender su miedo; pobres los que se abrazan a la vida como si fuera el último cuerpo que tendrán al alcance; pobres los que insisten en decir que “mientras más conocen al hombre más quieren a su perro”. ¡Más les valiera volverse perros!
Pobres los pobres. Porque algún día se darán cuenta que es tan fácil y tan simple pasar de la indigencia total a la repugnante opulencia de diputado.
Pobres los que caminan de puntillas para no despertar a la mujer que finge dormir; pobres los que sonríen con sonrisa de “Colgate”, sin saber que la estupidez no les queda; pobres los que se tragan sus complejos como si fuesen un alimento balanceado; pobres los que viven en otras regiones del mundo soñando, cada noche, con su pueblo; pobres los que no tienen algo más que hacer los domingos que quedarse en casa, vestidos en pants; pobres los que son materiales; pobres los que son espirituales; pobres los que son nada; pobres los que son todo; pobres los que navegan sobre la luna.
Pobres los pobres. Porque no les queda el consuelo de los gatos, de sobarse en las piernas de los poderosos.
Pobres, en fin, todos aquellos que corren como desesperados sin saber qué nubes tienen cara de elefantes o de unicornios. Estos últimos son los más pobres de los pobres.