sábado, 15 de octubre de 2011

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO COMITÁN HUELE A MIEL DE CHIMBO




Querida Mariana: ¿cuál es el color de Comitán? Este pueblo ¿tiene una textura especial? Cuando era chiquitío caminaba repasando con mis manos las paredes de las fachadas. Algo, como un polvito, me quedaba en los dedos. Años después supe que la pintura de esas fachadas era una mezcla especial que contenía, entre otras sustancias, baba de nopal. ¿Lo imaginás? Ese día supe, también, que los pueblos tienen colores y texturas especiales; y tienen aromas y sabores diferentes. Esto, entre otros arguendes, es lo que da carácter y personalidad a los pueblos.
¿Cuál es el color que domina en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas? Hay un gris metálico suspendido en sus nubes y sobre los árboles húmedos. ¿Y Tuxtla? Es bien fácil descubrir su color, basta mirar el naranja de sus framboyanes, que se derrama como ofrenda permanente hacia El Sumidero. ¿Y Comitán?
El color de las fachadas que me quedaba entre los dedos tenía algo de rojo, como ese color deslavado que vemos en las pirámides de esta zona. Claro, no sólo me quedaba la huella del color. Al caminar por estas calles benditas de Dios me quedaba, en el espíritu, un aroma de juncia fresca o, si caminaba por la calle de Jesusito, un olor acre de cuero que salía de las talabarterías. Y no sólo esto se impregnaba en mi alma, también asomaba un coraje envuelto en una carcajada, porque en las paredes me topaba con el clásico mensaje: “Si quiere ser feliz siga la raya”, y yo, ingenuo, divertido, curioso, niño al fin, seguía fielmente la rayita, como si mi dedo fuese un carrito que no debía salirse de la carretera. Al final de la raya, casi interminable, aparecía otro letrero: “Chinga tu madre”. ¿Chingar a la madre hacía la felicidad? “Es una broma”, decía mi papá cuando le contaba; y mi mamá sonreía, me abrazaba y yo pedía a Dios que no rompiera ese encanto, porque su abrazo me hacía feliz y no quería chingarla, no, ¡no! Cuando volvía a salir a la calle y miraba el letrero de: “Si quiere ser…” yo lo ignoraba, pero, vos sabés cómo es la fuerza de la costumbre, al final de la rayita volvía a leer el letrero y, de nuevo, los mismos fantasmas aparecían en mi cabeza. ¿Hasta cuándo iba a soportar eso? Un día, no sé de dónde tomé valor (vos sabés que no soy héroe), fui a la bodega de la casa y busqué un clavo. Salí y seguí la rayita -con el dedo índice de mi mano izquierda- y al llegar al final, no me di chance de titubear: con el clavo comencé a borronear el letrero, como poseído por algún demonio hijo de su madre. A medida que el letrero desaparecía debajo del esgrafiado que hacía, como si fuese Picasso, algo como una sonrisa apareció en mi corazón, hasta que sentí una mano violenta que me cogió de la manga de la camisa: “Cabrón, dejá de rayar mi pared”. ¡Dios mío!, querida Mariana, el dueño de la casa me tenía agarrado del cogote y yo, como jolote en temporada decembrina, movía temerosamente mis alas. “Le voy a decir a tu papá”, me dijo y, como despedida, me metió un manotazo en la cabeza, de esos que ahora llaman “guajoloteros”. Yo corrí a la casa, corrí, llorando. En la puerta me topé con mi mamá. Ya sabrás, ella abrió sus ojos como si viera abrirse la tierra y yo, como si fuese Moisés, abrí su mar y me abrí en llanto. Diez minutos después ya estaba don Alberto tocando la puerta. Él explicó a mi papá y mi papá le explicó a él. El enojo de don Alberto se volvió río apacible y mi papá y él terminaron, en el corredor de la casa, tomando un café de olla bien calientito. Carmelino, ayudante en la casa, acomodó la mesita; Sara, la sirvienta, colocó un mantelito blanco; y mi mamá sirvió un cesto de mimbre con roscas, cemitas y pastelitos de manjar (don Alberto los tomaba con el pulgar y el índice y se los zampaba de una tarascada). Mi papá me llamó. Fui. Don Alberto rió, me abrazó y dijo: “¡Ay, muchachos, cuánta travesura hacen!”. Yo entré a mi cuarto y pensé: “Bonito asunto. Yo ni hice algo y ¡cómo me pagan!”. Pensé que la vida era injusta. La vergüenza y el dolor debieron ser para el autor de la rayita y de los letreros y no para mí que logré borrar esa mentada que ofendía a medio Comitán; pero… en ese momento entró mi mamá con una taza de chocolate bien caliente y con un pan compuesto de tío Jul, los puso sobre la mesita de noche y luego me abrazó. En ese instante me reconcilié con la vida. Desde entonces supe que la vida es justa. ¡Los injustos son los cabrones!
¿Comitán es blanco? Una vez, mi maestra Elsa Díaz Ordaz, en la facultad de Humanidades, me dijo: “Tu pueblo tiene el color de la buganvilia”, y Rocío, quien es una gran admiradora de nuestro pueblo, dijo: “No, Comitán tienen el color del tenocté”. ¿Quién tiene la razón? La buganvilia es flor común en pueblos comunes, en cambio, el tenocté sólo se da en determinadas regiones, pero su presencia es muy escasa durante todo el año.
Carlitos Rojas Irecta, el columnista de “Identidad política” publicó una fotografía en el facebook. Ahí, el comiteco Luis Ernesto Cuervo Pinto, destacado profesionista que radica en el Distrito Federal, porta una playera con la leyenda: “¡Viva el salvadillo con temperante!”. ¡Ah, no sabés la cantidad de mensajes que colocó la gente, motivada con tal detalle! Parece que el rojo del temperante está muy cercano a nuestro carácter. No sé en cuántos pueblos hacen este ritual de abrir un hoyo al pan para que se “empape” de líquido. No creo que muchos. Sobre todo pensando en lo antihigiénico que resulta que alguien le meta el dedo y lo juguetee para hacer más profundo el hueco para que el temperante entre más (¡Dios mío, la descripción de la escena, incluso, se presta a imágenes sicalípticas! Tal vez por esto a la prima de un amigo le dicen: “La temperante con salvadillo”, anda a saber bien a bien porqué).
Entiendo que hacer temperante no es complicado y pudiera hacerse en cualquier lugar del mundo, ¡pero no lo hacen! En cambio, los comitecos, ¡gran poder de Dios!, a cada instante consumimos el temperante salido del fogón. Doña Cholita me contó que hacer temperante tiene su secreto, el secreto es que se bate una clara de huevo, con la mano, adentro del agua. Cuando el agua hierve, la clara “recoge” la suciedad del azúcar. ¿Mirás qué prodigio? El extracto de grana es el último ingrediente que se echa al temperante, una vez que el agua ya está fría. Cuentan que el extracto lo compraban con doña Natalia Mora; ahora se puede comprar en la Farmacia de don Manuelito Pinto (qepd). ¿Sabés de dónde sacaba la grana la mamá de doña Cholita? ¡De las cochinillas de la tuna silvestre! En su rancho raspaba las pencas y luego lo molía en el metate. Algo de la baba del nopal y algo de la tuna silvestre nos ha formado durante muchos años.
Luis Ernesto vino a decirnos, ahora que estuvo de vacaciones por su pueblo, que este pueblo está hecho, en buena medida, de ese color maravilloso que parece extraído del corazón. Por eso, los comitecos tenemos un aroma de canela y un ligero picante de clavo.
No hay disfrute más grande que tener entre las manos un salvadillo con temperante. No hay delicia semejante al abrir la boca y darle un bocado al pan bien empapado con el espíritu de la grana. ¡No hay mayor prodigio que sentir cómo las manos y los labios se manchan con el color de los labios del universo!
¿Y qué me decís del chimbo? ¿Y qué de las tostadas de manteca? ¿Y qué de los panes compuestos o de los huesos servidos con picles y con esa salsa hecha con chile ancho, que también tiene el color del petirrojo? Los manteles comitecos, en día de fiesta, se manchan de colores desconocidos en otras latitudes. Mientras el mantel oaxaqueño se mancha con un mole negro intenso, en Comitán nuestro mantel se mancha con el discreto color bronce que emana de la chanfaina.

Pd. ¿Será que las sensaciones también tienen color? A veces miro a algunas muchachas que se ponen coloradas por algún piropo que les hacen. Ese color temperante lo provoca el pudor. A veces, también, cuando tío Concho se enoja como enjambre alborotado, se pone colorado como brasa de fogón. Este color lo dicta el sentimiento de enojo. Si los sentidos también tienen su color, ¿qué color te evoca la caricia de tu novio? ¿Y dónde dejás el color del jocoatol? ¿Y dónde el color del color?