sábado, 3 de marzo de 2012

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL CIELO TIENE MUCHAS NUBES


Esperanza Córdova - Mi abuela materna.


Querida Mariana: mi corazón es como un árbol que ama mil hojas verdes y cuatrocientos gusanos. ¿Por qué digo esto? Porque anoche, disfrutando una taza de té de menta, hice una pausa en la lectura del libro “Cuentos naturales”, de Carlos Fuentes, y pensé en vos, en Comitán, en mis papás, en Paty, en mis abuelos, en mis hijos, en mis amigos, en… ¡uf! Concluí que los quiero a todos, los quiero mucho y los quiero por igual. Algunos son hojas verdes, otros ya se están secando; algunos son como tzucumos porque auguran el prodigio de la mariposa y otros ya son hormigas y forman caminitos cargando sus “prodigiosos miligramos” (según el escritor Juan José Arreola). ¡Quiero a las mil piedras y a los mil senderos que me tocó pepenar, que me tocó recorrer!
Claro, como cualquier mortal, a algunos gusanos los quiero más que a otros. Tengo mis afectos consentidos. Mis dos esencias consentidas en la vida son el cine y los libros. Sí, niña querida, los quiero como si fuesen personas, porque el cine y la literatura han sido -no te ofendás- ¡mis mejores amigos! A veces vos no estás conmigo. Lo entiendo, tenés que estar con tus amigos, con tu novio, con tus papás. Tenés que hacer tareas, ir al antro, al café, a la biblioteca; tenés que entrar al facebook y chatear con tus conocidos. Tenés mucho qué hacer, ¡tenés que vivir! Todo este tiempo que dedicás a los otros (que es casi la eternidad) ¡no estás conmigo! Y no reclamo más tiempo porque vos me dedicás el tiempo justo. Dedicarme más tiempo sería un acto de caridad y la caridad no la dicta el cariño sino la conmiseración, y no quiero recibir migajas de tu corazón.
La Paty también anda enredada en sus ajos, lo mismo mi mamá. Mi papá ya murió, mis abuelos también. Mis hijos no están acá, están lejos. ¿Mis amigos? También andan envueltos en la manteca de sus pitaúles o en el chile de Simojovel de los tamales de bola.
A veces no son ustedes ¡soy yo quien se aleja de ustedes! No sos vos, soy yo. Yo soy quien pone distancias, quien dinamita puentes, porque también estoy enredado en otras nubes. Sabés que durante diez años me alejé de Comitán. Me impuse un castigo que fue como si cargara una piedra todas las mañanas. No vuelvo a alejarme de quienes quiero. No vuelvo a dejar mi pueblo. Cuando menos ¡no con ese absurdo sentimiento de Polo Norte!
A veces no tengo a la mano a quienes quiero. Lo entiendo, todo mundo también tiene corazón de bosque y debe alimentar a los otros árboles que demandan su atención.
Como soy hijo único me acostumbré a tener un arraigado sentido de posesión. Mis juguetes eran míos y de nadie más. Me costaba mucho trabajo aceptar que mis amigos llegaran y jugaran con lo mío. Cuando crecí, este sentido de posesión me obligó a querer que un afecto fuera sólo para mí. ¡Ah, qué delirio de faro de costa! Quería que su luz sólo iluminara mi estancia. ¡Pucha, qué sorbete de soberbia!
Hoy entiendo el género humano. Sé que todo mundo es un río que acepta mil aguas y mil peces.
Por esto, a veces, no estoy con alguien más; prefiero (lo siento) la compañía de los grandes directores del cine mundial: Woody Allen, Kurosawa, Kieslowsky, Pier Paolo Pasolini, Francoise Truffaut, Fellini (¡ah, Fellini!), Orson Welles y más, muchos más. Prefiero platicar con Octavio Paz, con Julio Cortázar, con Carlos Fuentes, con Kenzaburo Oé, con Arreola, con José Emilio Pacheco, con Marguerite Yourcenar (¡Ah, la Yourcenar!) y más, muchos más.
Un día, un amigo me dijo que andaba yo mal, porque me gusta platicar con personas “virtuales” y lo peor es que muchos de ellos ya están muertos. ¿Padezco necrofilia?, me preguntó. ¡Pucha! No, para nada. Me tardé como dos horas en explicarle que los autores son eternos y en sus libros ¡están más vivos que los vivos! Quien lee conversa de tú a tú con el autor (de vos a vos). Sabés que en Comitán cuando le decimos a alguien que es “vivo” queremos decir que es listo. La poeta Mirtha Luz acostumbra decir: “Sos mero vivito”. Pues resulta que los escritores y cineastas mencionados “son mero vivitos y están muy vivitos”. ¡Mero lec!
Así que, mucho de mi tiempo lo dedico a los libros y al cine. Ya te he platicado cómo, de niño y adolescente, mi domingo era sencillo. Iba a misa de siete, regresaba a desayunar a la casa (en el comedor lleno de luz, con mantel blanco y aromas de chocolate caliente y tamales de bola). Me lavaba los dientes y, corriendo, iba al Cine Comitán. Pagaba mi boleto en la taquilla, lo entregaba con un panzoncito y entraba a la sala húmeda, porque recién habían regado agua. ¡Ah, la vida, mi niña! Tres películas, que bien podían ser de Tarzán, el Rey de la Selva; Santo, el Enmascarado de Plata y alguna película de vaqueros, con Rodolfo de Anda. Todo en glorioso blanco y negro. A las dos de la tarde regresaba a casa y repetía el ritual (únicamente variaba el menú: salpicón, frijoles refritos, arroz, cáscara de chicharrón, chiles rellenos y tableta de manía, como postre). Lavada de dientes y a la función de las cuatro, en el Cine Montebello. Dos, en glorioso technicolor, que bien podían ser de Sofía Loren y de Gregory Peck. ¡Desde entonces, Marianita mía, el cine ha estado a mi lado y de mi lado! De igual manera ¡el libro!
Vos no eras ni anteproyecto de vida, tus papás aún no se conocían, ni se tomaban de la mano y de otras partecitas, cuando yo ya untaba el cine y el libro en mi corazón. Han sido mis fieles acompañantes. Nunca han estado ausentes, basta tender mi mano para alcanzarlos porque siempre están: ¡a la mano! ¿Quién más tiene esa disposición y esa posibilidad de ser como un Oxxo que atiende las veinticuatro horas de los trescientos sesenta y cinco días del año? ¡A ver, decime! Sólo los libros y el cine están a mi disposición, para el instante en que los necesito. ¿Qué hago cuando, a las cuatro de la mañana, me llega una nostalgia de plática? ¿Te llamo a esa hora? No, no puedo hacerlo. ¿Despierto a la Paty? ¡Me manda a La Patagonia, de ida y vuelta, con un solo boleto! ¿Qué hacer? Tomar un libro y platicar con Borges. ¡Ah, qué pétalo de Tenocté, qué bochinche de mate!
Por esto (aunque dos de mis mejores amigos me reclamen y en broma me dicen que estoy maiceado, como si fuera yo una simple gallina de rancho) reconozco el trabajo que José Antonio Aguilar Meza, nuestro presidente municipal, realiza a favor de la promoción de la cultura. Me alegré al enterarme que el presidente apoyó la publicación del libro “Caleidoscopio”, del periodista Amín Guillén Flores. Me alegré porque es bueno que en nuestro pueblo se reconozca el esfuerzo de los paisanos. Amín entrega con este libro un recuento de los vitrales de Comitán (los que están en edificios públicos, templos y propiedades particulares). Es el primer paso para hacer nuestro inventario artístico. En el libro viene una relación de emplomados, que son trabajos artesanales de primer orden, y algunas obras menores, realizadas con una pasta que sustituye el delineado con plomo. A ver qué día los expertos en arte inician el catálogo del arte sacro de Comitán, a fin de que sea publicado y con ello se preserve y reconozca la luz interior de este pueblo. No tengo tiempo para explicar a mis amigos o a alguien más que mi concepto de dignidad está aparejado con mi amor por Comitán y es inamovible, por esto nunca, ¡nunca!, seré un maiceado.
En una ocasión dije que el actual presidente está empecinado en ser el mejor presidente en promoción de la literatura. Lo dije en la presentación de los dos primeros títulos de la Colección: “La lectura más cerca de ti”. Esa tarde, un maestro que respeto mucho se acercó y me dijo que tuviera yo cuidado con mis declaraciones, que no dijera palabras que el tiempo podía regresarme como boomerang lleno de lodo y alpiste. Vos sabés que firmo cada palabra que digo y lo sostengo. María Elena Jiménez, Coordinadora del Consejo Ciudadano de Cultura, me llamó ayer y me dijo que ya están en prensa los números cinco y seis de la Colección y ya prepara el siete y el ocho. ¿Algún Ayuntamiento de Comitán había tenido una propuesta editorial similar?
Esto es un logro que Comitán debe valorar y no permitir que se retroceda en el renglón de promoción del arte y rescate de nuestra identidad. Todo hace pensar que el próximo trienio será de mayores logros en la vaina editorial, renglón que antes era un renglón torcido e ignorado. La llamada sociedad civil debe empujar a que los próximos presidentes superen estos logros, pero, asimismo, debe reconocer que José Antonio fue quien prendió la mecha de esta explosión de luz, color e inteligencia.
Como he sido beneficiado, desde niño, con la luz de los libros, quiero que mi gente, la de este pueblo con aroma a chimbo, también sea beneficiada. Que los comitecos, al caminar, se topen con libros, así como ahora nos topamos con plantones y marchas en cualquier esquina.
Pd. Marianita, los seres humanos somos como el día. Algunos son como amaneceres de miel, otros llevan la sonrisa del atardecer de durazno, unos más son la luz que se desprende en la madrugada, y otros juegan a que son la noche: la bufanda de las doce. A todos los entiendo, a todos los respeto, pero yo, niña orquídea, prefiero la compañía de aquéllos que son como la transparencia que brota de un ojo de agua. ¿Oíste lo que dije, miraste lo que escribí? ¡Ojo de agua! Un ojo cuyo cristalino es como una gota pura y cuya niña es como la mano izquierda de Dios. ¡Ojo de agua! Esto ha sido el libro para mi espíritu. Ojo de agua ¡el cine! Ojo de agua ¡vos, muchacha mía! Que Dios conserve limpia el agua de tu alma, por siempre.
Comprendo que me destinés poco tiempo. Tenés que regar otros territorios, tenés que alimentar otros canarios, ¡tenés que vivir! Hacelo, mientras yo leo y miro cine y mi corazón se alimenta con mil películas, ¡diez mil libros! ¡Así vivo y me lleno de luz cuando aparece el foco fundido de tu ausencia!