lunes, 18 de junio de 2012
PARA LA ALACENA
I.- José, el gato, jugaba con Elena, la ardilla. Él le decía: “sos un cero grande”, ella pintaba una sonrisa en su rostro de ámbar y decía: “entonces, soy un cerote”. Él decía: “sos una mama chiquita”, ella decía: “entonces soy una mamacita”. Elena no volvió a jugar con José, porque le dijo: “sos una madre pequeña”. Hasta en el juego más simple ¡hay límites!
II.- El Presidente de Tacuarancingo, el chico, decretó que las madres se llamarían padres y los padres se llamarían madres. Desde ese día, los pobladores dijeron “estoy hasta el padre” cuando estaban hasta la madre.
III.- “No tengo madre”, dijo el hombre, medio bolo, a punto del llanto. “No -le dijo su compadre- no digas eso. Tú tienes madre”, y mandó a llamar a una prostituta y le dijo: “Hijo, acá está tu madre; madre, acá está tu hijo”. Entonces el hombre, medio bolo, a punto del llanto se prendió de una teta de la mujer y se sintió culpable de incesto y lloró más, porque confirmó que, en verdad, ¡no tenía madre!
IV.- “¿Jugamos luchitas?”, dijo el niño a su mami. Ella dijo que sí. “Soy El Santo”, dijo el niño, mientras se ponía con los brazos abiertos, en posición de sumo. “Soy La Tetona Mendoza”, dijo ella. Años después se supo que el niño se llamaba Trino.
V.- Es lugar común decir que “no hay peor lucha que la Lucha Villa”, pero pocos saben que el abad Guillermo Schulenburg dijo: “no hay peor Villa que la de Guadalupe” y luego negó el milagro de la aparición.
VI.- Es lugar común decir que un colegio de monjas “huele a madres”, pero pocos saben que las madres que huelen a colegio huelen a deseo de adolescente.
VII.- ¿Se puede decir que tiene poca madre la madre que abandona a sus hijos? ¡No!, cuando es la abuela la que se hace cargo de los nietecitos.
VIII.- El estudiante repetía a cada rato que la UNACH era su Alma máter, como era un fósil y llevaba seis años sin concluir la carrera, los demás estudiantes decían que era un cabrón que chingaba a su máter con toda el alma.
IX.- Papá punto le dijo a su hijo puntito: “Hijo mío, ya estás en edad de hacer tu proyecto de vida. ¿Qué quieres ser de grande? ¿Un punto de quiebre, un punto de inflexión, un punto y aparte o un punto y seguido? De ti depende tu porvenir”. El puntito se llevó las manos a la cara y dijo: “¿No puedo ser un simple puntito, papi?”. “Ay, no -dijo el papá- mi hijo me salió gay”.