lunes, 11 de junio de 2012

SEMBLANZA DE HERNÁN BECERRA PINO*




Hernán nació en Tapachula, Chiapas. Apenas el pasado mes de abril, recibió la medalla Benito Juárez, en la Biblioteca Palafoxiana, de la ciudad de Puebla. Su ficha biográfica puede escribirse a partir de hechos reales y hechos ficticios. Su personalidad oscila entre ambos mundos. Ya lo dijo Gabriel García Márquez: la vida de un hombre es lo que recuerda, lo que cuenta. A veces, lo que contamos y recordamos dista de la realidad y ésta es sustituida por la ficción. Digo esto porque Hernán me contó que admira al jaguar, es tanta su admiración que una mañana, frente al mar, en un zoológico, tuvo a un grupo de ocho o nueve de estos animales al alcance de su mano. Sólo la reja impedía la cercanía suficiente para que él acariciara a estos animales y éstos le dieran un rasguño mortal. Es tanta su admiración al jaguar que, en ese instante sublime, se dio cuenta de que jamás volvería a estar tan cerca de uno de estos animales, así que metió la mano a través de los barrotes y acarició a uno de los jaguares. El animal lo vio y se dejó acariciar. Siempre que Hernán me cuenta el acto yo lo quedo viendo con cara de “andá a contarle este cuento a tu abuelita”, pero él, con rostro serio, me pone cara de: “es verdad, hermanito” y luego camina como si, en realidad, fuera un jaguar y yo un simple mico de noche.
Hernán nació en Tapachula, pero ha tenido varios renacimientos. Renace cada vez que presenta un libro o cada vez que alguna institución le ofrece un homenaje. Renace porque está en su carácter el sentirse querido y admirado. En sus genes hay una necesidad del aplauso ajeno, del reconocimiento público. Por esto ahora ha creado un espejo: una fundación que lleva su nombre. Él, quien en dos ocasiones ha recibido el Premio Nacional de Periodismo (en 1997 y en 2005), ahora entrega el Premio Pakal de Oro. Está en su personalidad la necesidad de trascender a toda costa. A cada rato juega y dice: “¿no será que ya me voy a morir?”, por esto tiene una urgencia de hacer. Hace días comenté con un afecto la última jugada magistral de Hernán (la Fundación Hernán Becerra Pino) y mi afecto dijo que le escribiría un mensaje de felicitación. Dijo que la gente que se atreve es la que triunfa en la vida. Yo puse mi cara de mico de noche al ver lo que logra el atrevimiento de Hernán. Sí, Hernán es un atrevido. Tan atrevido que ahora, nuevamente, estoy frente a ustedes porque él se atrevió a invitarme. ¿Por qué -le dije- insistís en que hable de vos o de tu obra si cada vez que lo hago soy inclemente? Tal vez también es parte de su personalidad el regreso a los territorios donde la ficción se convierte en realidad.
Hernán nació en Tapachula y es periodista, poeta y narrador; es miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y de la Sociedad General de Escritores de México (la SOGEM). Ya tiene varios libros publicados: libros de poesía, de cuentos, de entrevistas, novelas y, ahora, uno de redacción. Un elemento de su carácter es la profusión, la necesidad de abarcar todos los campos del conocimiento humano. En tiempos en que la especialidad es el pan nuestro de cada día él se atreve a incursionar en muchas disciplinas, un poco como si quisiera imprimir las huellas del jaguar en todos los territorios.
Hernán nació en una tierra calurosa con aroma a café, con color de nube y con sabor a sal. ¿Cómo, los tapachultecos logran domeñar el calor del alma y el del cuerpo? ¿La brasa de la piel define el fogón del espíritu o éste doblega a aquélla? Hernán está hecho de esa brasa, por esto incendia todo lo que toca. En muchos de sus artículos existen dedicatorias a gente del pueblo, pero por encima de la prole están las dedicatorias a gente de la “nobleza” de este país. Hernán tiene una propensión urgente de darnos a conocer que su columna más reciente está dedicada a Mario Vázquez Raña -dueño de la Organización Editorial Mexicana- o a Carlos Slim -el hombre más rico del mundo-. Pocos hombres de este país tratan de llevarse de tú con estos personajes. Hernán insiste una y otra vez. ¿Por qué lo hace? Porque, ya lo dijo mi afecto, es un atrevido y quienes se atreven, siempre, ven hacia arriba, son seducidos por la cumbre del Everest. A Hernán lo seduce el aparador, sueña con su nombre escrito en letras de oro, mientras toma champaña al lado de los dueños del poder y de la pachocha. Así es él, qué le vamos a hacer.
¿Por qué digo lo que digo? Porque, ya lo dije o cuando menos lo dejé entrever, Hernán permite que, de vez en vez, Molinari lo coloque ante esa línea donde la ficción se cuela con la historia. Su personalidad ya corresponde al territorio del mito. ¿En dónde termina el Hernán real y comienza el Hernán hijo del mito? Ni él mismo lo sabe, porque si en este momento le preguntara acerca de los míticos jaguares de ese zoológico frente al mar, él comenzaría a platicar cómo le agarró la cola a la bestia más peligrosa, porque él es un hombre que le rasca la panza al tigre y se queda tan tranquilo. Todo esto lo digo al más puro estilo Molinari, lo hago para decirle a Hernán que nos da gusto que este acá, de nuevo, para presentar un libro, uno más, pero le advierto que acá no hay jaguares, así que no le quedará más que contar que un día chifló como tiuca o voló como tzizim comiteco. ¡Bienvenido!


*Texto leído el sábado 9 de junio, en la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez, en la presentación del libro: “Redacción Avanzada. Nuevos escenarios para lograr una lecto-escritura”, de Hernán Becerra Pino.