viernes, 31 de agosto de 2012
LA OLALDE
Conocí a Guadalupe Olalde cuando apareció su libro de cuentos: “Olivos y acebuches”; la reencontré en la lectura de su novela “Muy íntimos quadernos”. “Olivos…” es de 1993; “Muy íntimos…” es de 2005, sin embargo, apenas acabo de toparme con su libro. Es decir, reencuentro a Lupita ¡veinte años después!
“Y bien, ¿cómo te ha ido?”, le digo al libro, como si lo hiciera con ella. Y el libro me cuenta de un ascenso en su obra literaria. Su novela me advierte, desde la primera página, que es una excelente narradora. En los años recientes, el aceite del olivo ha madurado en las páginas de sus quadernos y su literatura se ha convertido en aceite Virgen Extra.
Entonces, pregunto: ¿por qué no tiene más difusión la obra de Lupita? ¿Por qué en Chiapas no tenemos la sana costumbre de usar el aceite de oliva y, de igual manera que medio México (¡qué pena!), consumimos el aceite sobresaturado?
En Chiapas existe una propensión a incensar a las Vacas Sagradas, sobre todo si ya están muertas físicamente. Eso está bien (bueno, no tan bien), pero lo que sí está mal es la costumbre inveterada de ignorar a los talentos que permanecen alejados de la alfombra del poder. Sabemos que el inventario del arte está conformado por los cercanos al circuito del Poder.
Y digo que está mal porque la novela en Chiapas no sólo es el río de Laco Zepeda o los espléndidos ríos de Morales Constantino y de Jesús Morales. La novela en Chiapas tiene más qué ofrecer a sus lectores (aún cuando las instituciones oficiales de cultura se empeñan en echar tierra a los huecos luminosos).
En mi reencuentro literario con Lupita Olalde hallé información acerca de su obra. Una de sus novelas obtuvo Mención Honorífica en el Premio de Novela Sor Juana Inés de la Cruz, pero ¡no para ahí el aire!; también (¡pucha, qué alegría!), obtuvo una Mención Honorífica en el Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo, que organiza Radio Francia y que es uno de los premios más prestigiosos de lengua española.
La novela “Muy íntimos quadernos” es una obra decantada, ¡aceite de primera prensada!
Me da pena observar que las instancias culturales del estado no cumplen con su labor de difusión y promoción de los creadores chiapanecos (¡no!, la verdad no me da pena, me da vergüenza, pero no por mí).
Parece que los funcionarios están en espera de que los creadores lleguen a sus puertas a tocar y a hacer interminables filas, cuando debiera ser al contrario. Coneculta-Chiapas debería (perdón por el símil tan burdo, pero a ver si así le entienden) hacer lo mismo que hacen los visores de las grandes ligas en los Estados Unidos y enviar personal a encontrar los talentos en todo el estado y ponerlos a jugar en los grandes equipos (esto ¡por el bien de Chiapas!).
¿Coneculta-Chiapas sabe de la existencia literaria de Guadalupe Olalde? No lo creo. No lo creo, porque, desde que en 1993 el Instituto Chiapaneco de Cultura le publicó “Olivos y acebuches”, parece que acá no le han publicado otro libro. Tal vez me equivoco, pero no creo.
El talento de Lupita está por encima de estas nimiedades que comento. Su obra literaria crece sin necesidad de aguas oficiales, pero es una lástima que su obra no sea más difundida. Los lectores de Chiapas ganarían mucho al leer sus libros. A veces la instancia cultural del estado publica obra menor sólo porque es de amigos o compadres o porque el gobernador así lo indica. Es una pena que no se promocione el talento verdadero. Como Lupita, tal vez, no está acostumbrada a hacer antesalas en oficinas gubernamentales, su obra no tiene la difusión que su talento merece. ¡Qué pena! Qué pena por los lectores, por Chiapas.
¿Y cómo te ha ido?, le pregunto a Lupita, a través de su novela. Ella me dice: “Muy bien”, y así lo veo. Sí, su obra crece. Ya es un olivo que está cerca de las nubes, casi las alcanza con sus ramas, con su luz de olivo.
¿Necesidad de que se publique a Lupita, en Chiapas? Sí, ¡no por ella! Por nosotros, por los otros.
miércoles, 29 de agosto de 2012
ARENILLA PARA BALAM RODRIGO
Balam llegó a Comitán una tarde. La tarde de inicio del 12º Festival Internacional Rosario Castellanos. Llegó a presentar sus libros de poesía. Roberto Rico y Arvey Rivera fueron los presentadores. La presentación (of course), fuera del programa del Festival. Fue así, porque Balam, dicen sus amigos más cercanos, siempre camina en el borde de la alfombra roja; siempre está metido en “mercados, fondas, palapas marisqueras, puestos de comida casera y en todo lugar donde pueda sentarse a comer sabroso y a sus anchas”. Su oficio de poeta lo lleva a vivir lo sencillo, lo que provee aliento a su palabra. Frecuenta lugares donde la palabra es la pulpa del universo; bodegones donde la palabra se descuelga como un fruto que es la semilla del espíritu. ¡Sí, el oficio de Balam es darnos la palabra de cada día!
1.- ¿De qué material están hechas las campanas que suenan ¡balam-balam!?
Están hechas de sangre y sílabas. Digo esto porque la pregunta me hace recordar aquel tremendo verso de Miguel Guardia: “tu nombre suena como sangre pasando entre campanas”.
2.- ¿Cómo se mete un laberinto adentro de una espiral?
El laberinto es, de algún modo, una espiral (y también uno de los arquetipos de Jung). Y todo laberinto es un juguete poético, un poema. Todo poema es un laberinto silábico, un mandala hecho de glifos, una runa para la ensoñación. Así que basta leer un poema para meter la espiral del asombro en el laberinto del corazón.
3.- Si las horas juegan a ser minutos ¿qué tendríamos como medida del tiempo?
Cada parpadeo de Dios mientras juega eternamente a los dados.
4.- ¿En qué lugar está escondido el último aliento?
En el trino de un ángel.
5.- Si la perfección fuese una piedra, ¿qué sería el azar?
Esa piedra perfecta sería la Piedra angular y el azar no existiría (de hecho no existe). Y no existe porque el azar sigue patrones, causalidades. El azar es finito. En medio del aparente caos, el universo tiende al orden.
6.- La palabra puta ¿qué vende a cambio de qué?
Vende chillidos a cambio de versos: “chillen, putas”, escribió alguna vez Octavio Paz. Pero es más fácil que un poeta chille por no encontrar una palabra que conmueva, a que haga chillar de placer, al menos por una vez, a la palabra puta con sus versos.
7.- ¿Cómo se "esnifa" la línea del horizonte?
Con el tercer ojo (el poético, vaya), hasta agotar la infinita línea de la luz.
8.- A quienes no les gusta el nombre de la patria ¿pueden llamarla cómo?
Lengua materna o infancia. No hay más patria que las anteriores.
9.- ¿En qué espejo encuentra su verdadero rostro el cara-col?
Al igual que nosotros, refleja su rostro verdadero en el envés de los espejos.
10.- ¿En dónde (según el reglamento del fin del mundo) está el culo del mundo?
El corazón de todo hombre que odia es el culo del mundo.
Balam Rodrigo (Villa de Comaltitlán, Chiapas, 1974). Ex futbolista, diplomado en teología pastoral y biólogo por la UNAM. Ha publicado nueve libros de poesía.
lunes, 27 de agosto de 2012
LOS VIDENTES
¿Quién será el bueno? Como si tuviese una bola mágica trato de descubrir el nombre del próximo Director de Coneculta-Chiapas. A veces paso por el café y veo a un grupo de amigos, cada uno con una taza de café ya fría, lanzando nombres acerca de los posibles integrantes del gabinete del Güero. Como ese grupo está integrado por comitecos, dan doble contra sencillo que Juan Carlos Gómez Aranda tendrá una posición importante y todos mueven la cabeza en señal de aprobación, y al menos hablantín se le va la boca enunciando las virtudes reales de nuestro amigo.
¿Para qué el juego de atinar a los nombres de los futuros? ¡Uno no sabe bien a bien!, pero debe ser como una nostalgia de Bingo o de Lotería, en donde el único que gana es el dueño del negocio (en este caso el nombrado).
El grupo de comitecos del café, envuelto en una nube rarísima que une humo del café con el del cigarro, sigue aventando nombres y descubriendo pros y contras. Después de media hora (¡por fin!) uno de los contertulios, dando una larga fumada a su cigarro, avienta un nombre que me interesa: Katina De la Vega; dice que Jorge De la Vega es padrino de Manuelito (así lo dice). ¿No vieron el otro día tres camionetones de lujo estacionados frente a la casa de don Leopoldo De la Vega? Era su hermano Jorge. Sin duda que Manuelito ya comenzó a consentir a su padrino y le proveyó de una generosa escolta. Si don Jorge le pide que Katina sea la de Coneculta no duden que ella será.
Pero más tardó en decirlo cuando otro (el único que no fumaba) dijo que Katina es mucha pieza para Coneculta. Es muy inteligente, dijo.
Otro, entonces, dijo que ¡pues por eso!, en Coneculta se necesita una persona inteligente, o no ¿vos?
Y me vio a mí. Yo dije que sí, sí, pero no dije más, porque la experiencia me ha demostrado que en esa mesa no tengo nada qué hacer ni qué decir. Es una mesa de expertos politólogos que están enterados de todo. Yo soy un pobre mortal.
Yo, la mera verdad, no sabía de lo de Juan Carlos y menos, mucho menos, de lo de Katina.
Pero, de inmediato (porque ahí la palabra es como pelota de frontón), otro bebedor de café dijo que no, ¡no!, para Coneculta suena Zepeda. ¿Laco?, preguntó uno. No, ¡no!, dijo el primero, el hermano, Manolo, el que vive en Xalapa. Ah (dijo otro) qué chingados tiene que hacer un jalapeño acá en tierra de chiles de Simojovel.
Uno que había permanecido un tanto distante de la plática dijo: el bueno será Roberto Ramos. Sí, dijo otro, es el eterno suspirante. Pues estaría bueno, dijo uno más. Robertito ha estado en el ambiente desde hace mucho. Si quiere ser, sin duda tiene un programa bien definido y esto le hace falta a este organismo que en los últimos tiempos ha sido objeto de pura improvisación. ¡Eso, eso!, dijo el fumador empedernido (fumando como si en ello se le fuese la vida) (parece que sí), lo que necesita este pinche estado es gente preparada con un proyecto sólido. Sí, reafirmó, si Robertito siempre ha figurado en las ternas y nunca se le ha hecho ¡pues ya es hora! Vos ¿qué decís?, me preguntó. Sí, sí, dije yo. Sí, Robertito está bien.
Sí, dijo otro, pero también la Katina también está a todas mandarinas. A nosotros, los comitecos, nos conviene que sea ella. Sí, vos, dijo el que no fumaba (y me vio con sonrisa irónica), así la chingás para que te publique, le escribís una “Carta Abierta para Katina” y ni modos que no te publique. Te publicó la Marvin ¡que no te publique ella! Sí, dije yo, sí, sí (pucha, son un peligro éstos de la mesa cuadrada).
Sí, terminó uno, cuando regresaron al tema del candidato para Secretario General de Gobierno. Sí, que sea Roberto Ramos Maza. Él es un tipo chingón. Va pues, que sea, pensé yo. Sí, que sea Robertito.
sábado, 25 de agosto de 2012
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA DEL UNO AL UNO
Querida Mariana: dicen que a toda capillita le llega su fiestecita. A Comitán, ¡por fin!, le tocó el guateque del Festival Internacional Rosario Castellanos, en su edición número 12. Tardó poco, cuatro días, apenas. María Elena Jiménez Guillén, Directora del Centro Cultural Rosario Castellanos, dijo que el presupuesto de este año fue de un millón de pesos. En años anteriores la cantidad ha sido mayor (de varios millones).
El Nuka llamó al programa de radio “Crónicas de Adobe” y comentó que un señor de apellido Crócker (en otro programa radiofónico) propuso que los comitecos exijan a los gobiernos federal, estatal y municipal la permanencia del Festival. ¿Cómo? Destinando un fondo que garantice, cada año, un monto para su organización y desarrollo.
¿Qué tal estuvo este Festival? Bueno, vos sabés que cada quien habla según llueve en su milpita.
No sé qué digas vos, pero pienso que la propuesta del señor Crócker (secundada por El Nuka) es pertinente. Habría que agregar la inclusión de dos o tres personas, oriundas de este pueblo y comprometidas con el avance cultural, para que formen parte del Comité que diseña el programa. Hasta el día de hoy, son los Coneculteros Mayores quienes deciden por nosotros y esto es un exceso de Poder. Si la fiesta es en nuestra casa ¡cuando menos que elijamos la marimba! (ya de pasada ¿viste que ahora la marimba no fue incluida?).
¿Qué tal estuvo este Festival? Bueno, como en botica, hubo de todo. Desde lo malito hasta lo sublime. Gente de otras ciudades del estado acudió a escuchar la actuación de Lila Downs. Su inclusión fue un acierto. Fijate que tuve suerte. Andaba en la conferencia que dictaron Los Quijotes (escritores de Guatemala) en el Cabildo Municipal cuando escuché -a lo lejos- una voz de cenzontle. Eran las seis de la tarde, del domingo. “¡La Lila!”, pensé. Sí, ella hacía la prueba de sonido. Salí de la Sala (porque la conferencia fue de los actos que estuvo de regular tendiendo a malo). Fui al parque y disfruté la voz de agave que Lila embarró en los corazones de quienes estábamos ahí. ¡Ah, que borrachera de mezcal revuelto con comiteco! La voz de Lila es aguamiel, es pulque para el espíritu. Regresé contento a casa. Ya en la noche, una multitud disfrutó lo que yo pepené en tres canciones.
Angélica Altuzar Constantino, Conecultera Mayor, hizo mucho con poco. Como buena ama de casa logró estirar el dinerito y diseñó un Festival digno. Digo que presencié actos sublimes y otros medio jodiditos, pero el balance es positivo. Vos, ¿cómo viste el nivel del Festival? Se trata (esto es importante) que el Festival tenga un nivel cercano a la excelencia. Los chavos que lo presencian toman referencias de ahí. Algunas flamas vocacionales pueden prenderse en el instante que un acto toca sus corazones. Imagino que en el instante que Lila cantaba alguna niña comiteca se deslumbró y pudo pensar: “De grande quiero ser como ella”. En ese momento, el Festival cumplió su labor de generar luz. Pero, cuando nos traen a la Paquita del Barrio, ¿qué podemos pensar? ¿Será bueno que alguna de nuestras niñas bonitas quiera ser como ella y entone frases tan denigrantes como la de “rata de dos patas”? (permitime, ahora regreso, voy a vomitar).
El Festival contribuye a enriquecer nuestro pensamiento y a decirnos que hay formas más altas de ser humano.
Hablo de lo que presencié. Privilegio dos actos que me parecieron sublimes. Uno, la charla que nuestro paisano Roberto Culebro Jiménez impartió en la Universidad Valle del Grijalva; y dos, la exposición de obras en cerámica de Manuel de Jesús Aguilar Díaz (chavo oriundo de Yalumá, comunidad rural).
En el facebook leí un comentario en contra del gasto en el rubro del arte. Un compa lamentó que se gastara un millón de pesos, cuando existe una escuela primaria cuyas aulas presentan carencias y un estado lamentable. Él preguntó: ¿No es más urgente brindar un espacio digno a los niños estudiantes, en lugar de andar botando dinero en festivales? Digo que ambos conceptos son importantes. Vos y yo hemos coincidido en que, en la medida que el gobierno se interese por fomentar el arte, la educación y el deporte, esta nación puede salvarse. Diría a este ciudadano preocupado que comparto su opinión y apoyo su demanda: ¡que arreglen esa escuela y todas!, pero también digo que es necesario que se invierta en promoción y difusión del arte. Que la Secretaría de Educación destine el dinero para las escuelas y Coneculta-Chiapas aporte lana para el fomento del arte; es decir, que las autoridades cumplan con su responsabilidad.
Comparto el coraje del compa que emitió su opinión en facebook. Vemos, todos los días, cómo los funcionarios gubernamentales cometen dispendios y actos de corrupción. Lamentamos que el dinero del pueblo se destine para satisfacer gustos personales y se bote en gastos de “representación”. Lo que no comparto es que pida que no se destine paga para el cultivo del espíritu. Las naciones desarrolladas invierten en deporte, en arte y en educación y con ello logran una juventud más sana, una generación con valores humanistas. ¡Que nuestros muchachos estudien en aulas dignas, pero que, asimismo, unten el bálsamo del arte en sus corazones!
La participación de Roberto salvó el Foro Académico. Él es un joven comiteco de veintidós años que estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Veracruzana y actualmente trabaja al lado de Sergio Pitol, excelente escritor mexicano.
El Foro Académico siempre ha sido el renglón torcido del Festival. ¿Cómo honrar la memoria de Rosario Castellanos? ¡Con una serie de charlas que hablen de su vida y de su obra! Sin embargo dichas pláticas no son apreciadas por los comitecos. Los Foros apenas convocan a diez o veinte personas. ¿Qué sucede? Una posible respuesta es que los ponentes no llaman la atención. ¿Por qué nunca se invita a un personaje de esos que convocan multitudes? ¿Por qué no (por ejemplo) invitan a Susana Alexander o a Elena Poniatowska a hablar de su amiga? Estoy seguro que tales nombres sí “jalarían” gente. Por esto llamó mi atención la participación de Roberto. Los alumnos de la UVG estuvieron atentos a la charla. Roberto mostró el gran conocimiento literario que posee y se reveló como un gran charlista, como un excelente conferenciante. Me dio mucho gusto que un comiteco tenga tanta calidad y que en su pueblo pueda reconocérsele y él pueda compartir su talento con los paisanos. El Festival fue el feliz pretexto.
En cuanto a la obra de Manuel de Jesús Aguilar Díaz te diré que, para mí, fue una revelación. Las piezas, expuestas en el lobby del Teatro de la ciudad, dieron luz a este Festival. Él trabaja la cerámica con maestría. Sus obras son bellas. Cuando entré al lobby quedé deslumbrado. Las piezas, expuestas sobre cubos de madera y diseminadas en toda el vestíbulo, eran como trozos de aire. Manuel de Jesús toca nuestro corazón, porque sus piezas tienen la transparencia de una hoja de eucalipto. ¡Ah, sus piezas son tan frágiles, tan a punto de alcanzar el vuelo! ¿Vos cómo definirías la risa de un niño? ¿Has visto cómo la risa de los niños es diferente a la risa comprometida de los viejos? La risa de un niño es como un papalote; como el vuelo de un colibrí; como una gota de agua suspendida en un techo de teja, a la hora en que el sol se derrama. Bueno, pues así es la obra de Manuel de Jesús. Con tierra logra la fragilidad de un rayo de luz. Me dio mucho gusto que el lobby del Teatro se abriera para abrazar la obra de este talentoso artista comiteco. La Directora del Centro Cultural Rosario Castellanos me platicó que Manuel de Jesús llegó a verla y le mostró unas fotos de su obra. Malena quedó deslumbrada, como queda medio mundo y le propuso que expusiera sus obras en el Festival. ¡Qué bueno que ya se dio el primer paso! Ahora sólo falta que la Conecultera Mayor impulse la obra de Manuel de Jesús por todo el mundo.
Estos fueron los dos actos que más me gustaron. Disfruté asimismo la presentación del libro de la poeta Marvey Altuzar Figueroa. Ella estaba conmovida, estaba contenta porque las autoridades de su pueblo le hubiesen concedido el honor de publicar su poemario. Disfruté la presentación de los dos artistas que conforman el grupo musical Guitakora (el hombre, con la guitarra y ella con un instrumento que nunca había visto y que era como una enorme calabaza con un sonido prodigioso). Disfruté las exposiciones de fotografías instaladas en el Corredor San José y en el Museo de Arte Hermila Domínguez de Castellanos. Lamenté que en el escenario a cielo abierto donde se presentó Lila Downs y los demás artistas no se colocara una carpa para que los espectadores lograran evitar la lluvia. A los organizadores se les olvidó la tradicional fama de buenos anfitriones que tenemos los comitecos. Cuando nosotros organizamos un guateque en nuestras casas, adornamos con juncia los patios y colocamos un manteado “por si llueve”. Como el Festival se desarrolló en época de huracanes, hubiese sido bueno colocar un “manteado” para conjurar la empapada.
El Festival de este año tuvo aciertos y el acierto mayor se debe en mucho a la sensibilidad de Angélica. ¿Ahora qué queda? Esperar a ver por dónde correrán los vientos en la nueva gestión que ya asoma su cara.
Posdata: ¿Buena noticia en Comitán? ¡Sí, hay una! Daniel Saborío y Antonio Barro, chavos talentosos, moviditos, que laboran en el Diario “C” tuvieron la ocurrencia de crear una revista cultural que se llama “Temperante”. Es buena noticia porque son escasas las publicaciones que privilegien esa utopía llamada “cultura”. ¿Es posible una revista donde la inteligencia esté por encima de caras bonitas o de caras ensangrentadas? Daniel y Antonio creen que sí y en ese intento de sembrar luz en lugar de oscuridades cotidianas prolongan su espíritu. Como dicen los clásicos, hago votos porque su propuesta tenga cabida en este pueblo generoso y su revista sea (como dijera la ignorancia de nuestra paisana Elba Esther Gordillo) temperante para dos mil treinta y cinco mil salvadillos.
viernes, 24 de agosto de 2012
TEMPERANTE PARA TU SALVADILLO
Busco en el diccionario y encuentro: “Temperante: que posee la virtud de la templanza”. ¡Ah, pucha, qué definición tan sobria! Y digo sobria porque quien posee templanza es, por definición, una persona ecuánime.
¡Muchos comitecos se paran en la panza de la templanza y la somatan con sus pies, porque, la mera verdad, son de todo, menos sobrios! (y no me refiero a que a veces se embolen, porque también le entran al comiteco y al “charrito” con alegría). Muchos comitecos que aman la vida caminan por el filo del exceso. Esa prédica de “Todo con medida ¡nada con exceso!”, no va con nuestro carácter. Esto lo advierten quienes llegan a nuestro pueblo. Los ajenos encuentran que la mayoría de comitecos es querendona al extremo; los comitecos abrimos nuestro corazón y, de inmediato, a los otros les abrimos la puerta de nuestra casa y los metemos al patio lleno de luz.
El clima de nuestra ciudad es templado, pero el clima de nuestro espíritu es cálido y no se diga el alma de nuestras muchachas bonitas. No por algo se cuenta aquella anécdota de que cuando el tenocté florea nuestras muchachas bonitas rápido rápido hacen su maletía para “juirse” con el amado. No es mera calentura es el natural de nuestro espíritu.
Por esto, cuando en Comitán oímos la palabra temperante nos botamos de la risa, porque sabemos que quien lo dice no alude a la templanza. ¡No, no! Quien pronuncia temperante está hablando de un líquido hecho con agua, azúcar, canela, clavo y un color rojo vegetal. Este temperante lo regamos abundantemente en un pan llamado salvadillo. Todo mundo, a la hora del postre o del antojo, invita: “¿Querés un tu salvadillo con temperante?”. De inmediato el invitado prepara el dedo índice para abrir el hoyo, porque habrá que decir (para las personas que no saben de esta vocación), al pan debe abrírsele un hoyo justo a la mitad en la parte superior para que el temperante entre y empape el interior del pan. Por esto, para que el pan absorba de manera generosa el líquido rojo rojo, el comensal juega con el índice y escarba el interior del pan. Yo he visto a algunos que lo hacen como si hurgaran con delicadeza el pétalo de su amada. Debo decir que el temperante también sirve para preparar una bebida: un chorro de temperante en un vaso de agua produce una bebida que se toma con un pan llamado cazueleja y que debe ser “sopeado” para óptimos resultados.
Pero a partir del viernes pasado (¡Dios mío, paren las prensas!), los comitecos no sólo aludiremos a la templanza o al líquido rojo rojo cuando escuchemos la palabra temperante. A Daniel Saborío y a Antonio Barro se les ocurrió embarrar de temperante las plazas y las calles y el corazón de este pueblo. Ellos laboran en el DIARIO C (un diario de aparición reciente en Comitán) y (supongo), jóvenes con corazón de tiuca y ánimo de león precoz, presentaron a su jefe el proyecto de hacer una revista de esas llamadas culturales. ¡Por San Caralampio bendito! ¿Una revista cultural en México, en Chiapas, en Comitán? ¿Qué creen estos jóvenes? Pues sí, lector, estos jóvenes creen que una cruzada por el arte ¡es posible! Creen que, desde una vitrina de papel, puede formularse un mejor mundo; creen que es posible, a través de la palabra y de la imagen, lograr la transformación del hombre, tan necesaria en estos tiempos de nubes estériles, de nubes radioactivas, de nubes de cartón, de mares aguados. Y por esto, desde entonces, en Comitán circula la revista quincenal “Temperante”.
Ah, cuántas iniciativas similares han fracasado en este pueblo. Espero, por el bien de todos (de verdad, ¡por todos!) que este proyecto lleno de color rojo rojo, de dulce esperanza, de clavo sin Cristo, de canela con vela, vuele como papalote y se embarre en el corazón salvadillo de los comitecos y demás espíritus circunvecinos.
Sólo de los jóvenes se esperan los grandes logros, sólo de ellos puede ser posible advertir un mejor hueco en el aire. Ojalá que Temperante dure mucho y sea el signo de la templanza de éste, que es un pueblo chingón, pero que no vuela porque, a cada rato, él mismo se flagela y se corta las alas.
lunes, 20 de agosto de 2012
CUANDO VISTO MINIFALDA
Con un respetuoso abrazo a mis primos y sobrinos
por la ausencia física de mi querida tía Betty Córdova de González.
“Ya estás igual que Óscar Bonifaz y Cothy Soto, sólo se dedican a promocionarse”, dijo mi amiga. Ella estaba detrás del escritorio de su oficina y yo de este lado, del lado de los simples mortales. Lo dijo con tono de sacerdote en confesionario para que me sintiera niño culpable, ¡pecador!
Como ella tenía que salir no pude decirle que eso no me hace candidato para las llamas del infierno. ¿Me promociono? ¡Claro que sí! No promociono mi persona, promociono mi obra, mi creación. ¿Y luego, qué esperaba? Ante la apatía de las instituciones oficiales que no cumplen con su mandato de difundir la creación de los autores chiapanecos, no me queda de otra que promocionarme.
¿Incurre en pecado aquél que hace sillas y promociona sus productos? ¿Comete “pocamadrés” aquél que va de puerta en puerta ofreciendo los pastelitos que hace? Entonces, ¿por qué un creador no puede ir de puerta en puerta, con las manos abiertas, ofreciendo su corazón?
Mi amiga también es creadora. Ella sabe todo el esfuerzo que significa el acto de creación. ¡Horas y horas destinadas en el taller o en el estudio! Por esto me sorprendió su comentario. Una novelita significa como la factura de mil sillas; un libro de cuentos como la factura de diez mil pastelitos de manjar. Las Arenillas que escribo consumen buena parte de mi tiempo. Todos los días me levanto a las cuatro y media de la mañana, prendo la computadora y (como si fuese El Canelo) me pongo a hacer rounds de sombra (que en este caso son rounds de luz). Por publicar estas Arenillas no recibo un solo centavo partido a la mitad. ¡Es mi gusto compartir con mis lectores! ¡Es mi placer enviar estos puentes de comunicación! No obstante esto, mi amiga dice que soy un “saberque” porque me auto promociono.
Según yo, soy una persona alejada de arguendes y de reflectores. Mis amigos saben que soy escaso. A partir de las siete y media de la mañana estoy en mi chamba, salgo a las dos y, en la tarde, me quedo en casa y pinto, leo, dibujo o escribo. Por el momento escribo una novelilla y un librincillo de cuentos. Tengo muy pocos afectos y a éstos los veo muy de vez en vez. Me duermo a las ocho y media de la noche. Así pues, según yo, tengo muy poco tiempo para andar gritando las bondades de mi acto creativo. Mis colaboraciones (las que publica El Heraldo de Chiapas y El Diario de Comitán) las subo al facebook y a mi blog para compartir con amigos y extraños que luego se convierten en mis amigos virtuales.
Acudo muy poco a actos sociales; voy por compromiso a presentaciones de libros (si me dan a elegir prefiero comprar el libro y leerlo en mi casa); a veces, también por compromiso, acepto ser presentador de libros. Me gusta ir a mercados, sentarme en las bancas de los parques, caminar por las calles de mi pueblo. No voy a cafés y, de veras, procuro no hablar mucho de mi obra. ¿Entonces?
A veces, mis lectores lo saben, exijo a las autoridades oficiales del llamado sector cultura que cumplan con su trabajo y difundan la obra de los creadores chiapanecos; a veces, exijo mi derecho como creador y pido que publiquen mis librincillos, pero, la verdad, no me muero si no cumplen con su compromiso ético, no lo hago porque, con la mano en la cintura, publico mis propios librincillos. Cuando viví en Puebla creé una Serie de libros y ahí “me publiqué” siete u ocho librincillos con mi obra. Es decir, mientras no ofenda a terceros (mi amiga incluida) puedo hacer con mi vida lo que desee. ¿Eso es un pecado? ¿Es malo que una muchacha bonita se ponga minifalda para mostrar sus chamorros? ¿Ofende? ¿Es malo agradecer los dones de Dios y vanagloriarse por ello?
No sé que hacen Óscar Bonifaz y Cothy Soto para entrar en ese renglón prohibido de auto promoción, pero por lo que a mi respecta estoy tranquilo, casi siempre estoy en mi casa y no salgo y permanezco lejos de reflectores que en nada ayudan a mi proceso creativo. Cuando concluyo una novelilla cacaraqueo el huevo. ¿A poco no cualquier rayo celebra con truenos y destellos su advenimiento? ¿Entonces, qué mal hago? ¿En qué ofendo a mi amiga?
sábado, 18 de agosto de 2012
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO DIOS SE SUSPENDE EN EL VUELO
Querida Mariana: el jardín es el espacio más sagrado de la casa. Mi tía Eugenia insistía en que Dios estaba en el oratorio, pero Matilde, que era muy traviesa, preguntaba: “¿Qué no Dios está en todas partes?”. La tía tosía, con nerviosismo se limpiaba una perla de sudor que aparecía en su frente, y justificaba su dicho con que Dios estaba más contento en el oratorio por las imágenes, por las veladoras, por las oraciones y por el silencio. Matilde, sabiéndose ganadora, sonreía y soltaba la última pedrada: “¿Por qué entonces Dios no creo el Oratorio Terrenal para que vivieran Adán y Eva?”. Yo me quedaba callado y pensaba que los oratorios son oscuros y Dios, sobre todo, debe sentirse a gusto en lugares donde la luz se inflama, donde el viento corre libre.
Desde los orígenes, mi niña bonita, los hombres tenemos a los jardines en el corazón. Ya te conté que mi mamá (cuando vivimos en un departamento pequeñísimo, en Puebla) llenó el pasillo de macetas y, en la azotea, en la jaula para secar la ropa, creó un jardín que en mucho se acercaba a la idea que tengo del Paraíso (sin leones, pero con mariposas y con catarinas).
Mi mamá me enseña, a todas horas, que cualquier espacio tapizado con cemento puede transfundírsele vida a través de las plantas. Una pared mohosa adquiere la sonrisa de Dios cuando mi mamá cuelga una maceta con una begonia o con una orquídea.
Pero mi mamá no descubrió el helecho de oro, ¡no! Es algo que los hombres traemos en el inconsciente general, en nuestros genes.
El otro día fui a la casa de Danik. Vos conocés su casa y sabés que en el frente existe un jardín, que es como un saludo afectuoso. El papá de Danik respetó un árbol de chulul, enorme, bellísimo y le creó una rotonda donde hay bancas y hasta una mesa para tomar un vaso de taxcalate o una cerveza antes de la comida.
Cuando a Roxana, en un taller de literatura, le pedí una definición de tristeza ella dijo: “Una casa sin jardín”. Me pareció una definición certera. El otro día, cuando peleaste con aquél que te conté, así miré tu carita: sin helechos, sin colas de quetzal. Cuando estás contenta tu rostro es como un puente colgante de los Jardines de Babilonia, como un “tablón” lleno de claveles rojos. Por esto digo que un jardín es a la casa lo que la sonrisa es a tu carita.
Cada cultura tiene su modo de ser. Los franceses tienen jardines geométricos, bien delimitados; los japoneses son minimalistas, apenas un haz de bambúes en medio de un mar de arena blanca; pero los comitecos somos desordenados. Los jardines comitecos crecen al amparo de la mano de Dios, crecen como crece la hierba, como crece el afecto (sin medida ni distinción). A mí me emociona cuando entro a una casa comiteca antigua y miro lo atrabancado del diseño de su jardín. Los jardines de nuestras casas viejas tienen la misma emoción con que crece la naturaleza en el monte: acá un puñado de mastuerzos enredado en un cordón de San Francisco; más allá un tulipán juntito a un macollo de “chuchitos”; al lado de la pared una enredadera que da espacio a un macizo de quiebracajetes y pensamientos; y en lo alto de la barda, como si fuese un eterno vigía, el estallido de una buganvilia morada. ¡Ah, qué maravilla! ¡Qué tapete tan barroco, qué revoltijo de colores y de aromas, que tachilgüil tan lleno de vida!
En la medida que hemos sido respetuosos de los árboles de chulul y de tenocté hemos respetado la vida y nuestra identidad. Ahora hay una tendencia contemporánea en copiar los diseños. Conforme la globalización se mete en nuestras habitaciones, así se introduce un deseo de modificar nuestra esencia. Los jardines comitecos de las casas modernas han seguido los modelos “internacionales” y han dejado de lado el amontonamiento churrigueresco que nos otorgaba personalidad. No sé, pero los pájaros y mariposas y babosas y cargapalos y catarinas y abejas no encuentran divertido jugar en espacios donde el orden impera. Los animalitos están felices en lugares donde el viento se desparrama sin ataduras.
Basta mirar el tronco de un árbol para entender que la simetría no es esencia de la naturaleza. Los troncos y ramas se extienden torcidas, sólo para reafirmar el espíritu chueco del hombre. Los franceses buscaron, a través de lo geométrico, ¡lo perfecto! ¿Has visto cómo es el humor de los gringos y, no se diga, de los ingleses? Es un humor “geometrizado”. Los comitecos poseemos un humor muy cercano a nuestros jardines antiguos: ¡lleno de desborde y de luz! Por esto, nuestro humor es único y reconocido en toda la república como algo especial. ¿Sabés por qué tenemos un humor tan especial? Porque en los jardines de nuestras casas hemos bebido trago, hemos bailado y nos hemos botado de la risa (cuando sacamos una mesa de madera, con mantel blanco, y, debajo de un árbol de durazno, celebramos el cumpleaños del abuelo); y hemos llorado (cuando, a media noche, nos sentamos en una mecedora y miramos el cielo lleno de estrellas y lamentamos una ausencia). Esta cercanía nos ha contagiado de ese desorden de Paraíso Terrenal.
“¡Mirá!”, dijo Danik y yo volteé la mirada y vi el deslumbre de un colibrí. El ave, con ese movimiento de ala de mar, de ola de viento, libaba el centro de una flor del Paraíso. No era casual, nada es casual en una tarde sosegada. Danik y yo platicábamos en el centro del jardín de su casa, debajo del árbol de chulul; mirábamos el tronco que, en el misterio del crecimiento, ha engrosado. Por desgracia, nuestra identidad comiteca no ha tenido el mismo crecimiento, no hemos dejado que su tronco se llene con esas capas rugosas que impide el deterioro de su corazón.
Cada vez que un comiteco construye una casa moderna y permite que el arquitecto “diseñe” la copia de un jardín pulcro acorde a la tendencia estética ¡perdemos un poco de lo nuestro!
Vos y yo sabemos que lo moderno ¡es bonito!, y esta “belleza” nos seduce y nos atrapa con su falsa fachada. Cuando entramos a una casa con diseño contemporáneo disfrutamos la pulcritud de su traza. El brillo de las losetas “porcelanite” nos hace olvidar la opacidad de nuestros ladrillos; la pulcritud de sus jardines “franco-japoneses” nos oculta el desmadrito con que crecían las plantas en medio de verjas hechas de madera húmeda. Ahora las piedras de río que colocamos en nuestros jardines las pulimos y evitamos que el moho las cubra. Ahora todo es aséptico.
Tal vez no lo has notado (porque sos muy jovencita y has crecido en esos jardines “importados”), pero el modo de ser de los comitecos ¡ya es otro! Antes, éramos como más espontáneos, como más luminosos, como menos cuadrados. ¡Claro, estábamos hechos a semejanza de los jardines de nuestras casas! En nuestro corazón jugaban las catarinas, y los colibríes libaban la miel de nuestro espíritu. Ahora, ¡qué pena!, nos hemos convertido en “minimalistas”.
El otro día, Ramiro (desde Huatulco) me dijo que estaba triste y medio encabronado. Vio unas fotografías del parque de San Sebastián y reclamó la modificación que se le hace. Me pidió mi opinión. Le dije que no podía externarla hasta que el trabajo de remodelación esté concluido. No obstante, pasé ayer en la tarde y te cuento que vi al parque más lleno de aire. Como que esta “chaineadita” le hará bien a este jardín público. El reclamo de Ramiro iba en el sentido de que nos modifican los espacios que son sagrados; pero parece que, en este caso, el parque de San Sebas gana en luz, aunque, también, ha ganado en cemento (¡Dios mío!). Espero que Luis David tenga la suficiente capacidad para llenar de verde el espacio faltante. Al menos, la tarde que anduve por ahí miré que los pajaritos volaban felices como si fuesen tiucas, como si fuesen canto de cenzontle. Falta ver cómo el arquitecto Luis David Ramírez (encargado de la obra) resuelve la propuesta donde el nombre de Rosario Castellanos tendrá un espacio especial. Recordemos que esta remodelación es parte del proyecto conocido como Ciudad Rosario.
El reclamo de Ramiro es justificable. Los comitecos conscientes siempre están atentos a que nuestros jardines no sufran deterioro y permanezcan intocados, hasta donde es posible. Entiendo a Ramiro, cada vez que nos cambian algo nos tuercen el destino. Los que tenemos más de cincuenta años de edad recibimos con molestia el paso de la escoba. A veces como que nos acostumbramos al polvo y a la nostalgia de la telaraña. Pero, estos tiempos son otros tiempos y, a veces, las sacudidas botan hojas secas y dejan los caminos para los renuevos.
Espero (y deseo) que la modificación del parque de San Sebas sea para iluminar nuestro espíritu y que el día que Ramiro venga a Comitán se siente a gusto en una banca de ese parque y coma una su paleta de chimbo y recuerde, con gusto indecible, cuando caminábamos en ese parque a la hora del recreo, a la hora en que los alumnos de la secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz comíamos las “gorditas” que hacían las madres del Niñito Fundador. Espero que Ramiro se siente (con la misma alegría con que me senté esa tarde) y reciba el abrazo generoso del viento de este pueblo, ¡su pueblo!
A veces sueño que llegó a la casa de Hugo Albores y de la maestra Martita Amezcua, entró y me siento frente a un muro verde que tienen en su jardín. La enredadera tapiza toda la barda, es como una cascada de hojas que cae con la misma fuerza con que cae el agua en El Chiflón. Sueño que practico el arte de La Contemplación, como si fuese un lama, como si fuese un gurú japonés. A veces, como sucede en los sueños, aparezco en otro espacio y ese muro verde es el corredor de la casa donde crecí y miro a mi papá, lo veo, en mangas de camisa, con su chaleco, regando las plantas del patio central de la casa. Sé que ahí está Dios. Sonrío. Doy gracias por vivir en este maravilloso pueblo. A veces despierto, corro a la ventana del cuarto y miro que, en el pequeño patio de mi casa, hay un amontonamiento de macetas con flores que ha sembrado mi mamá. Sonrío. Abrazo a mi mamá. Sé que ahí está Dios.
Posdata: Fui a la casa de Danik y cuando me despedí, cuando comencé a subir por “la bajada” de La Pila, ahí por donde está la calle “Del Resbalón” me sentí bien. Respiré hondo. Supe que ahí también está Dios y, como decía la tía Eugenia, no sólo en los jardines está, también está en los oratorios, en medio de veladoras y de sombras que iluminan los Cristos de yeso que, casi siempre, tienen escarapelada una parte del rostro o de las manos o de los pies. Como que a estos Cristos les hace falta un poco de sol, un poco de viento del jardín de la casa. Como que les duele el encierro.
viernes, 17 de agosto de 2012
PARA DAR VUELTAS SIN SENTIDO ALREDEDOR DEL ÁNGEL DE LA INDEPENDENCIA
No sé mucho de fútbol soccer. Apenas sé algunas reglas: que el portero puede tomar el balón con las manos, pero los otros jugadores ¡no! Es un poco como el juego de los amantes cómplices: yo puedo tocar a mi amada, pero los otros ¡no! Y, sin embargo, a cada rato los jugadores (de fútbol) tocan la pelota con las manos y el árbitro los sanciona. Si un defensa toma la pelota con las manos en el área cercana a la portería, el árbitro decreta ¡penalti! Por desgracia, no sucede lo mismo con los amantes, cuando el infaltable amante advenedizo toca a la amada en zona peligrosa ¡no hay árbitro que sancione! Al contrario, la mano se desliza sutil. Parece que el fútbol soccer (un juego tan elemental, tan primitivo) tiene mejores reglas que los juegos prohibidos de los amantes. Parece (¡Dios mío!) que la humanidad le concede más importancia a un juego donde los jugadores patean un balón que al juego donde los participantes patean la vida (¡su vida!).
Y digo lo anterior porque ahora que México se desborda en elogios para la Selección de Fútbol que ganó el oro nos olvidamos que, como en el juego de la vida, hay ratos en que el burro toca la flauta. Los comentaristas (los que viven de ensalzar a los mediocres) se lastiman la garganta y gritan que ahora sí, que ahora sí la Selección anuló el “ya merito” convirtiéndolo en un maravilloso “¡sí se puede!” y los jugadores se convierten en “Niños héroes” y en ejemplo de lo que se debe hacer, de acá en adelante. Nos olvidamos de todos aquéllos, fuera de reflectores, que día a día construyen este México.
Pareciera que ahora los Gios y compañía están por encima de los Hidalgos y de los Morelos. Estos compas ¡sí nos están dando la patria!
Me da mucha pena decir lo que diré a continuación, sobre todo pensando en que soy uno más de los advenedizos. Me disculpan, pero el logro de esos jugadores no erradicó “el ya merito” para siempre. Apenas fue un deslumbre, una flama de cerillo que ya está apagada. De acá en adelante (ya lo verán) el nivel de juego de los muchachos volverá a tomar su cauce normal, el de un equipo de vanidades que representa a un país que no tiene vocación de ganador. Y esto es así porque el Gobierno y la sociedad siguen otorgando una absurda importancia a lo secundario. Seríamos un país de méritos y no de ya meritos si la sociedad volviera el rostro a lo importante.
¿Anularon el “ya merito” y lograron erigir el “sí se puede”? Lo dudo, lo dudo mucho. Disculpen ustedes, por favor, ustedes que celebran con bombo y cerveza Superior hasta llegar al vómito, el triunfo de la Selección. ¡No terminaron con el “ya merito”! El resultado de las elecciones federales pasadas nos demuestra que seguimos siendo los mismos. Lo que sí lograron los jugadores de la Selección fue advertirnos que, a veces, la lógica se queda detrás del azar. Fruto de la suerte fue el oro logrado por la Selección.
Me da pena decirlo, pero el nivel de juego de “nuestros muchachos” (según los ladridos del Perro Bermúdez) es de segunda categoría. Pateamos el balón sin mucha inteligencia, porque lo que hacemos, al estar sentados frente al televisor, emocionándonos de más, acompañados de un six pack y con el pomo de güisqui en espera, es ¡patear la vida!
Cuando menos, digo yo, en el juego de cama, los amantes disfrutan la ausencia de reglas escritas y se pasan de una cancha a otra sin mucho remordimiento. Pero, como todo en la vida, también en ese territorio seguirá existiendo el “ya merito” cuando el amante, qué jodido (no se puede evitar), no logra una buena erección para gritar, encuerado y lleno de sudor, corriendo por toda la recámara un grito de “¡Sí se pudo!”. Cuando se logra es gracias al azar, a la suerte. Si no, que lo digan los millones de muchachas bonitas, quienes, cubriéndose el cuerpo con la sábana húmeda, quedan con las ganas de gritar ¡gol, gol! La mayoría de muchachas bonitas dicen, con tono de reclamo y de frustración: ¡la tenía, era suya y la dejó ir! ¡Bah!
lunes, 13 de agosto de 2012
A LA HORA DE ALZAR LA MANO
A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en mujeres que se derriten con el viento y mujeres que se deshacen a la hora del adiós.
La mujer que se deshace a la hora del adiós tiene la tristeza de la calle al cesar la lluvia. A mí me conmueve su soledad de alberca sin agua. Cuando ella despide a su amado es como el tren que avanza sobre un puente de madera podrida.
A veces la veo hundirse en el agua de su desaliento y alzar los brazos, como si fuesen alas, a la hora que dice adiós.
No mira el cielo, porque tal rutina es como el trapo sucio de aquéllos que se sientan en el parque sólo para ver a las palomas comer migas de pan. Es tan frágil como el sueño de un borracho tirado a mitad de la banqueta. ¿Por qué algunos alcohólicos no alcanzan a llegar a sus casas y se quedan tirados en cualquier portal? De igual manera, la mujer que se deshace a la hora del adiós, no le alcanza el viento del pañuelo para suspender el vuelo. Sus amados siempre se están yendo, siempre abandonando los sueños que plantaron un día en su cuerpo. La vida no le alcanza, porque la vida enseña que cuando ocurre un adiós un hueco se abre en la flor infinita.
A veces la veo advertir la llama del fin de semana, cuando todos se disponen a subir al árbol para desgajar los frutos; la veo descubrir el fuego que cae del cielo mientras la lluvia preludia el abandono.
Sabe, bien que sabe, que la playa es el territorio donde el amante descubre el adiós del aire y del agua; sabe que el sonido de un piano es el hielo en un vaso con ron, porque es en los bares (sentada en mesas con patas cojas, debajo de lámparas que son como luciérnagas), donde ella busca la piedra que le sirva para sostener su vida. Ahí, en la mesa del fondo, en medio de las risas de los borrachos y de los carmines de las putas con faldas a mitad del muslo, ella se sorprende dibujando la escalera que la lleve del hueco al cielo.
A veces deseo quitarle esa tristeza de escenario vacío, de cenicero repleto de colillas; a veces deseo colocarle en su rostro un reflector de sol, un espejo de nube; pero es imposible, porque su destino es el mismo que define la vocación de la arena en el desierto.
La veo en un balcón, tejiendo un suéter o un chal, y sus ojos tienen el color del muro que se consume debajo de una enredadera. ¿Quién, ante una enredadera llena de vida, mira los ladrillos que, debajo, se asfixian?
Cuando camina por la calle es como si fuese una hoja seca llevada por el viento; se mueve con la misma ansiedad con que una ventana recibe la tormenta.
Cuando habla lo hace con la miseria de la mano que pide limosna en una callejón, a medianoche.
Cuando sueña, sueña con la misma amplitud con que el niño se derrumba ante la confusión de sus deseos. Cuando llora, llora con el mismo hueco del viejo que abre la puerta esperando hallar al hijo que un día, sin aviso, abandonó la casa.
La mujer que se deshace a la hora del adiós es un paraguas siempre arrumbado en la esquina de la sala; es un color que se consume cuando una mujer descubre que el unicornio no es más que un árbol sin plumas.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como la tapa que cubre el vacío y mujeres que son como el abrazo que nunca se da.
sábado, 11 de agosto de 2012
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO HAY ROSARIOS DE ESCASOS CUATRO MISTERIOS
Querida Mariana: Angélica Altuzar Constantino, comiteca y actual Conecultera Mayor, dio a conocer el programa del Festival Internacional Rosario Castellanos. Sólo cuatro días durará tal Festival, sólo cuatro días (del 16 al 19 de agosto). Bueno, parece que en esta ocasión se cumplirá aquello de que es mejor calidad a cantidad (aunque es de lamentar que cada vez le bajan más y ya está convertido en Festivalito). Ojalá que el Festival retome el camino que extravió en ediciones pasadas. Marvin Lorena Arriaga, paisana también, anterior directora de Coneculta-Chiapas, nos trajo a la Sonora Santanera y a Carlos Cuevas, mientras que Angélica trae a Lila Downs. ¡Uf, parece que Angélica está mejor encaminada! Sin duda que los comitecos disfrutarán las actuaciones de artistas de mejor nivel. Cuando tuve oportunidad de platicar con Marvin le dije que no se valía que a un Festival con pretensiones de promover el arte trajera a un cantante de boleros que bien podemos escuchar en un palenque de segunda en feria popular. Y no significa que Carlitos Cuevas no haga cultura (recordá que cultura es todo lo que hace el hombre), pero pareciera que medio mundo está empecinado en promover sólo las vocecitas que Televisa y Teveazteca difunden. ¿Qué no hay más? He disfrutado, como muchos más mexicanos, la voz educada y sabrosa de Carlitos Cuevas interpretando boleros tan arraigados a nuestra cultura. Pero uno aspira a conocer otras propuestas, algo que esté más encaminado a la llamada alta cultura (aunque, ya de entrada, puedo decir que nuestro Festival volverá a carecer de ello).
En un reciente artículo que publica la revista “Letras Libres”, el escritor peruano-español Mario Vargas Llosa acerca la llaga al dedo y advierte que la alta cultura está en crisis (tal tema lo aborda Vargas Llosa más en extenso en un libro con título “La civilización del espectáculo”, editado por Alfaguara). Los poderosos han convertido al arte en un espectáculo y ahora un buen porcentaje de población se conforma con lo inmediato. En los conciertos musicales vemos que los jóvenes se maravillan ante el despliegue de recursos tecnológicos (casi casi diríamos: ¡explosión de fuegos artificiales!). Tales efectos especiales ocultan la mediocridad, porque advertimos que ya no se privilegia el arte del sonido. ¿Canta bien la famosa Paulina Rubio? ¡Quién sabe! No podemos decirlo porque, por encima de su voz aparece la maravilla del sonido tecnológico y de los efectos especiales. Sería aleccionador sentarse en la sala de la casa de ella y decirle que se echara un “solito”, así a capela, como para irla calando. ¿Canta Lila Downs? ¿Es una verdadera intérprete? Pues para quien lo dude le bastará ir al parque central, la noche del domingo 19 de agosto y comprobar que, a pesar de todo, aún hay ojos de agua donde el agua mana pura y transparente.
Parece que ahora este Festival permitirá subir un escalón y sin alcanzar la calidad de un Festival propositivo en terreno del arte (como el Cervantino) caminará mejor y permitirá que los jóvenes de este pueblo se acerquen a otras propuestas musicales (ya de Paulinas y de Pandoras quedamos dorados y pandos, ahora con la feria). Claro, las ferias populares sí justifican la presencia de cantantes hechos al vapor, porque todo es parte de la vida y si andamos bebiendo micheladas pues no es recomendable oír un disco donde Von Karajan dirija una sinfónica. Para meterse unos “pitutazos” de ron o de güisqui se antoja escuchar al Alejandro Fernández, por ejemplo, pero para alimentar el espíritu, a la hora del té, en una tarde sosegada, pues como que va mejor escuchar un disco del chelista Yo-yo ma (for instance).
¿Qué promete la programación del Festival? En el “facebook” hallé el cartel de promoción. El Festival promete literatura y espectáculos infantiles, artes visuales y plásticas, talleres, cuentacuentos, feria del libro y de la lectura, música y más actividades culturales.
Cuando Angélica fue Directora del Centro Cultural Rosario Castellanos, acá en el pueblo, abogó siempre porque la figura de Rosario estuviera presente en el Festival, de manera relevante. Imagino que ahora que anda de picuda del llamado sector cultural, en gobierno del estado de Chiapas, hará realidad su ideal.
La otra mañana un afecto llamó y me dijo que sintonizara la XEUI, porque Paco Ruiz Vera hablaba de libros, a propósito de la Feria que montan en el parque, en estas fechas. Como estaba en mi chamba no alcancé a oír lo que decía Paco, pero mi afecto me dijo que el conductor de radio criticó la pobreza de la llamada Feria del Libro. ¡Pues sí, si Paco dijo eso, yo coincido con él! Cualquiera dirá que nada nos gusta y todo nos puede. “¡Tras no basta!”, dijera la tía Consuelito. Vos sabés que soy amante de los libros y que siempre he deseado que en Comitán nos topemos con libros a cada rato. Bueno, ¿qué no esto sucede ahora en el parque central? ¿No cientos de libros acuden al encuentro con los caminantes? ¿No es la Feria una manera simpática de acercar los libros a la gente? ¡Pues sí! Pero (ah, qué criticón me he vuelto últimamente) hay de formas a formas.
No sé si fuiste a las instalaciones de la Feria del Pueblo 2012. Fui un día antes de la inauguración. Sabés que a mí no me gustan esos tumultos (así es mi de por sí), pero respeto mucho a las personas que disfrutan ir a mirar vacas y toros en medio de las tortas de caca; respeto mucho a las personas que les gusta jugarse la vida trepando a los desvencijados juegos de Atracciones Vaquerizo; en fin, respeto mucho a todos aquéllos que no son como yo. Fui para tomar algunas fotografías que subí a DIEZ, la Revista Digital de Comitán. ¿Qué hallé? ¡Ninguna novedad! Los mismos puestos que reflejan una gran tristeza y miseria. Los “stands” cubiertos con lonas sucias, con estructuras de madera despintada o con tubulares oxidados. ¡Dios mío! ¿Quién come esos pedazos de pizza que están expuestos todo el día a la suciedad del mundo? ¿Quién permite que niñas de dieciséis o diecisiete años caminen, con la mirada extraviada, tatarateando por los andadores con el vaso de cerveza en mano?
¿Has visitado alguna vez el stand que promueve los libros editados por Coneculta-Chiapas, en la Feria del Libro? ¿No? El stand es atendido por empleados coneculteros que, casi siempre, cabecean sentados en sillas (bueno, eso de sentados es un decir, por lo regular andan desparramados). A leguas se les nota el fastidio. Claro, ellos darían su vida por andar caminando, disfrutando este maravilloso pueblo, en lugar de estar como león en zoológico o como canario en jaula. Si vos te acercás y preguntás algo, ellos titubean, porque, en efecto, no saben, no saben ni qué cosa ofrecen. Tal vez ellos (sólo digo que tal vez) no son grandes lectores. ¿Cómo es posible que unos compas que no aman los libros tengan como cometido la promoción del libro?
¿Has visitado alguna vez el stand que promueve los libros editados por Coneculta-Chiapas? ¿No? El stand ocupa una carpa sucia y los libros (con portadas gastadas y poco atractivas) están colocados en estantes torcidos y despintados. ¡Dios mío! ¿Así promueven a los artistas y creadores chiapanecos? ¿Así promueven los productos que hacen?
La Paty dice que soy un ingrato (lo clásico de “Tras no basta y contimás”). Vos sabés que la Marvin hizo “favor” de publicar mi novelilla “Yo también me llamo Vincent”. Cuando subí la edición digital al Internet lo hice con una portada bien bonita, que yo mismo hice y eso que soy medio mudo para el manejo de sofisticados chunches electrónicos. ¿Viste la portada que le hicieron a la edición en papel que publicó Coneculta-Chiapas? ¿Lo viste? Dios mío, el título y el nombre del autor están perdidos, no se ven. Casi casi como si la consigna fuese: ¡que no se distingan el nombre del autor y el título para que no se venda! Supongo que en el Departamento Editorial de Coneculta-Chiapas existe gente profesional, que gana buena lana cada mes, cuya única misión es diseñar las portadas, haciendo que éstas sean atractivas. Bueno, pues la portada de mi librincillo terminó igual que el stand donde promueven sus productos (y no critico la viñeta que ilustra la novelilla. No, no. Critico el diseño tan soso, tan lleno de fastidio, tan plagado de desidia, tan poca madre). Sí, sí, ya sé que la Paty ahora estará pensando que soy un ingrato y un malagradecido. ¡No! Digo lo que digo porque los funcionarios públicos deben saber que es una pena ver la indolencia con que trabajan; se trata de decirles que no es justo que amen a Chiapas de manera tan escasa. ¿Estará a la venta mi novelilla ahora en esta Feria, en el stand de Coneculta-Chiapas? Iré a checar y ya te contaré en otra carta.
Posdata: Si Coneculta-Chiapas tuviese un poco de dignidad debería arreglar su stand, presentarlo de manera atractiva y con orgullo por los libros que edita. Si Coneculta-Chiapas cumpliera con su encomienda debería alentar el encuentro de escritores chiapanecos con el público. Esta carta te la escribo antes de la inauguración de la Feria del Libro, aún no he ido al parque, pero, casi estoy seguro, el stand de Coneculta será el mismo espacio con cara de pájaro triste que siempre ha mostrado. De perdida deberían colocar como edecán a una muchacha bonita (como esas Chicas Sol que vinieron a la Feria y que intranquilizaron los cuerpecitos de los comitecos varones) y a un muchacho guapo para que las niñas se acerquen y toquen (los libros). Ya sé que en el stand estarán tipos cansados, con pocas ganas de hacer lo que se tiene que hacer.
¿Sabés cuántas librerías existen en México? 500 librerías. ¿Sabés cuántas librerías hay en Argentina? ¡Dos mil seiscientas librerías! La población de México es, más menos, de ciento doce millones. La población de Argentina es, más menos, de cuarenta millones. ¿Mirás la diferencia? Es una pena, pero la mera verdad es que por eso estamos jodidos. Al gobierno le interesa que el pueblo sea ignorante y no tenga el hábito de la lectura. Es más fácil manipular a una masa de individuos no informados.
En fin, tal vez Paty tiene razón y soy un amargado y soy un desagradecido. Pero, me defiendo y digo que es bueno que exista el Festival y que es bueno que exista la Feria del Libro, pero (¡oh, Dios mío!) a mí me gustaría que tuvieran otro nivel, que los encargados de organizarlos tuviesen un poco más de imaginación y crearan las condiciones para que la gente acuda con gusto a empapar con arte su corazón.
En fin, por el momento, seguiremos diciendo que más vale pájaro en mano que ciento volando. Ojalá que este pájaro tenga un poco del cenzontle y un poco del colibrí y un poco del pájaro carpintero y un poco del quetzal; ojalá que sea menos zopilote y sea más águila.
viernes, 10 de agosto de 2012
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO EL ORIGEN ESTÁ EN EL VIENTO
Querida Mariana: de niño, mis papás me llevaban a un rancho llamado Jixhil. El dueño era don Ernesto Domínguez y él era compadre de mis papás. Yo tenía siete años, era hijo único, consentido y no sabía nadar (a la fecha, niña mía, sigo siendo el mismo: soy hijo único, consentido y no sé nadar) A veces pienso que tampoco he dejado de ser ese niño de siete años. Íbamos en día domingo, mientras mi papá se sentaba en una butaca y abría la cerveza, mi mamá me ponía el traje de baño y me llevaba al canal de agua que llenaba el tanque (ahora le llamarían alberca). Al fondo del tanque había un molino con aspas de madera que era como una eterna rueda de la fortuna que se movía al ritmo fastuoso del chorro de agua.
Siempre que veo la película “Sueños”, de Akiro Kurosawa y disfruto el último de los sueños llueve espigas de luz en mi corazón, porque, indefectiblemente, aparece el recuerdo del Jixhil de mi infancia. La paz que las imágenes de Kurosawa trasmite son tan cercanas a las imágenes de mi niñez; el agua tiene la misma pureza, el mismo caudal de sencillez y de frescura.
Mi mamá se sentaba al lado de mi papá y recibía el refresco ofrecido por su comadre Consuelito. Yo los veía reír, los veía desde el canal. El canal era tan poco profundo que el agua me llegaba a mitad del pecho y tan angosto que mis brazos los colocaba a ambos lados. Cuando nadie me veía jugaba a ser atrevido y flexionaba mis piernas tantito para que el agua llegara hasta mi barbilla. Me sentía como uno de esos nadadores maravillosos que miraba en el cine y que se atrevían a nadar a mitad del mar sin miedo de tiburones o de orcas.
“¿Ya?”, me gritaba mi mamá desde el corredor de la vieja casa. “¡No!”, le decía. Me gustaba estar ahí y recibir el empuje del agua sobre mi espalda, empuje que era como un viento líquido. Me gustaba estar en el canal porque era el único lugar, aparte de la ducha de mi casa, en donde tenía contacto con el agua. Jamás atreví a meterme a una tina o a un chapoteadero o a una alberca (¡Dios me libre!).
El otro día, Mariana de mi viento, fui a Jixhil. De inmediato mi memoria afectiva recordó el valle. Llamé en una casa de enfrente. Una mujer salió y me dijo que ella podía llevarme hasta la casa y decirle a Steve (el actual propietario) que me permitiera ver el canal. La mujer abrió una puerta de barrotes húmedos de madera y entramos, caminamos por un bosque de espinos, hasta llegar a la casa. “Parece que don Steve no está”, dijo y ya íbamos a retirarnos cuando la puerta de la casa se abrió y Steve salió. La mujer explicó el motivo de mi presencia y el propietario sonrió y dejó que, por unos minutos, yo me embebiera del canal, del tanque y del agua que, a pesar de lo que dice el poeta, en Jixhil sigue siendo la misma agua que acoge el mismo viento.
Supe, amada mía, que igual que ese viento y esa agua yo sigo siendo el mismo niño. Steve me veía sin comprender porqué cerraba los ojos por un instante, pero yo no conozco otra manera de convocar los vientos que dejamos enredados en los lugares donde fuimos felices. Sabines (el poeta, por favor) dice que no debemos regresar a los lugares donde fuimos felices, pero yo digo lo contrario: volver a pepenar el aro de luz es la única manera de palpar la periferia de la vida.
Puedo decir que casi casi logré ver a mi padre (ya difunto), lo volví a ver sentado en la poltrona, con las mangas arremangadas de la camisa, lo vi bebiendo una cerveza Carta Blanca (él era distribuidor de esa marca en ese tiempo), lo vi reír. Supe entonces que todo es para siempre. Que la hoja de ciprés que pepené es la misma hoja que, desde siempre, me embarra el aire del agua.
Steve me dio la mano y entró a su casa. Yo caminé por el sendero en medio de los espinos, hice una pausa, sólo para embarrar de luz mi corazón, subí al carro y abandoné lo que llevaba, lo que llevo en medio del abandono
lunes, 6 de agosto de 2012
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LA LUZ SE DESPERDICIA
Con un abrazo solidario para Fer Figueroa Castellanos,
por la ausencia física de su papá.
Querida Mariana: las tragedias me ganan. Siempre he sido así. Ahora que están los Juegos Olímpicos no llaman mi atención los vencedores. Las historias de Phelps con sus veintitantas medallas de oro me valen un sorbete de vainilla. Las historias que me gustan son las que arañan mi corazón, las que son como Las Injusticias de Dios. ¿Por qué esta propensión a ponerme del lado de los jodidos? ¡No lo sé!
Vos no habías nacido en 1968, año en que se realizaron los Juegos Olímpicos en nuestro país. Pero yo ya tenía 9 años, andaba en la ciudad de México y veía por la televisión muchos de los juegos. Mi memoria ha olvidado tantito el momento en que el Tibio Muñoz ganó la medalla de oro en natación, pero lo que sí está tatuado en mi memoria y en mi corazón es la historia de un corredor de maratón de Tanzania. Vos sabés que la maratón es la última prueba de los juegos. Bueno, pues resulta que el día que se efectuó en la ciudad de México, el corredor de Tanzania (país que saber dónde se encuentra) quedó en último lugar. ¡Pucha, dirás vos, está muy jodido que yo tenga como prototipo al que llegó al final de la competencia! Ah, lo que vos no sabés, es la situación en que llegó.
Ahora, para mi disfrute masoquista, ya incorporé a mi memoria y corazón la historia de Shin A. Lam, niña de Corea que perdió en esgrima. Esta historia sí la conocés ya, porque se acaba de dar en estos juegos de Londres 2012. Ya muchos críticos han llamado a la historia como “El segundo más largo de todos los tiempos”. ¿Cómo es posible que le hayan robado su triunfo de manera tan absurda y tan prepotente? El otro día (como a las cinco de la mañana) entré a youtube y hallé el video que muestra cómo la niña Coreana se sienta en la duela de combate y llora, llora, llora por más de veinte minutos; llora la impotencia del que no puede ante el Poder.
Ya me conocés, mientras la niña Coreana lloraba yo hacía lo mismo, en la soledad de la sala de mi casa. Igual lloré cuando el corredor de Tanzania llegó al estadio de Ciudad Universitaria, de la ciudad de México. Cuando él llegó a la meta ya todos los competidores lo habían hecho, desde hacía mucho tiempo. El competidor de Tanzania (quién sabe en qué kilómetro de la carrera) sufrió una caída y se lastimó una rodilla. El compa se vendó y siguió corriendo ya casi caminando ya casi arrastrando la pierna, pero el tipo siguió, siguió y cuando ya medio mundo andaba en su casa él entró al estadio, entró porque tenía que terminar la carrera, porque el último lugar, a veces, es más importante que el primero. Cuando, al otro día le preguntaron cómo, a pesar del dolor, había seguido, él dijo que su país lo había enviado no para que iniciara la carrera sino para que la terminara. ¡Ah, pucha, qué maravilla! Ahora, la historia de este compa sirve como ejemplo de vida, como para decirle al mundo que… bueno lo que vos ya sabés. A mí las moralejas tampoco me sirven, pero lo que no puedo evitar es llorar cuando veo una imagen donde el tipo, arrastrando la pierna, sigue adelante.
Me provocó un gran dolor lo que le hicieron a la niña Coreana. Digo niña porque la vi así; porque, a pesar de estar ya grandecita y alcanzar el timbre, esa mañana o tarde o noche, ella se deshizo como se deshace el azúcar en el agua y buscaba a su mamá; pero su mamá saber dónde estaba y ella estaba sola en medio de la injusticia del mundo y, mientras millones de personas en todo el mundo lloraban con ella (porque ya descubrí que no sólo yo padezco este síndrome), ella era la niña más sola del mundo, metida en la burbuja del segundo más largo de la historia.
Así -lo imagino, lo sé- hay millones de historias en el mundo que no se ven por el televisor. Conozco personas que, con las rodillas del alma quebradas, igual que el compa de Tanzania, o atrapadas en decisiones de los Poderosos, igual que la niña Coreana, siguen caminando porque deben llegar y cuando llegan no hay quien los aplauda, los reflectores están apagados, pero ellos se dejan caer satisfechos sin saber bien a bien porqué sonríen, sin saber bien a bien para qué lo hicieron.
sábado, 4 de agosto de 2012
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LOS MENSAJES SON ETERNOS
Querida Mariana: cuenta la Mitología que Hermes era el mensajero de los Dioses. ¡Pucha! ¿Imaginás a Hermes en estos tiempos? ¿En estos tiempos en que el correo parece ser una institución casi extinta? Ahora, estoy seguro, los Dioses emplearían el Internet para enviar sus mensajes. ¿Para qué mensajero Hermes si tenemos celulares, facebook y Skipe? Tal vez Hermes, en estos tiempos, haría lo que Jaimito “El Cartero” y (para evitar la fatiga) enviaría mensajes electrónicos desde su aposento Divino.
Roberto Gómez Bolaños, el creador de El Chavo del Ocho, jamás imaginó que uno de sus personajes tuviese una estatua. En todo caso desearía una estatua para un personaje de los que él interpretó: El Chavo o el Doctor Chapatín o el Chapulín Colorado. Pero ¡no! El destino hizo que fuese el cartero nacido en Tangamandapio, lugar donde las autoridades y pueblo inauguraron la estatua en días pasados.
¿Vos conocés a algún cartero? Cuando yo era niño, el cartero era un personaje popular en el pueblo (también aparecía frecuentemente en revistas y en las caricaturas de la televisión). Ahora no creo que los jóvenes lo tengan como un referente inmediato. Ya la gente no acostumbra enviar cartas. Yo sólo uso el correo cuando envío libros por correo certificado (y a veces los envíos los realizo a través de una agencia de mensajería, porque el servicio, a pesar de que es más caro, es más rápido). Asimismo, cuando un cartero asoma a la casa es porque algún amigo me envía un libro. La semana pasada el cartero llamó dos veces (como en la sensual y misteriosa película interpretada por Jack Nicholson y Jessica Lange), la primera por un envío que me hizo mi amigo David Tovilla, con su libro más reciente: “Juguetes y ocasiones”; y la segunda por un envío que me hizo mi amiga y maestra Miriam Libhaber, con su libro más reciente: “Puntos de referencia”. Asimismo dos veces fui al edificio de Correos, para enviar ni novelilla: “Yo también me llamo Vincent” a dos afectos. ¿Vos usás el correo?
El otro día saludé al Director de Correos, mi amigo Jorge Daniel Tovar Avendaño, y me dijo que mi percepción es falsa, que Correos sigue siendo una institución muy demandada: en envíos por Mexpost y en venta de sellos para filatelistas. Yo le creo, pero tengo una ligera duda porque tiene años que mis amigos filatelistas abandonaron esa pasión (uno de ellos mejor se dedicó a coleccionar, en su computadora, fotos de muchachas bonitas que encuentra en el Internet. Cuando encuentra la foto de una muchacha que le gusta “la baja”, le inventa un nombre y una historia).
Las autoridades y el pueblo de Tangamandapio aprovecharon la popularidad del personaje e “invirtieron” en ello. Saben que ahora el nombre del pueblo anda rodando en medio mundo, gracias a ese reconocimiento que, de pasadita, le hicieron a la figura del cartero, y no faltarán los turistas que vayan al pueblo a tomarse una foto al lado de Jaimito.
Roberto Gómez Bolaños se sacó el personaje de la manga y lo hizo nacer en un pueblo con nombre extraño: Tangamandapio. En Michoacán muchos nombres son extraños porque están inspirados en lenguas purépechas (aún cuando el Internet dice que el nombre de Tangamandapio tiene origen Chichimeca). El autor del personaje (con la experiencia de todo el mundo) hizo que Jaimito contara que su pueblo natal tenía “crepúsculos arrebolados”. La fuerza de la repetición hizo que los millones de telespectadores identificaran al personaje.
El perfil del personaje no deja bien parados a los carteros de México, lo pinta como un viejo medio “güevón”, quien, para “evitar la fatiga”, no saca las cartas del bolso de cuero. No obstante, ahora, con la inauguración de la estatua en ese pueblo, la figura del cartero vuelve a tomar relevancia. Las historias de carteros vuelven a brillar. El otro día, Temo Santiago estuvo en el programa de radio “Crónicas de Adobe” (que se trasmite los martes, de tres a cuatro de la tarde, en radio IMER-Comitán) y contó que cuando trabajó de cartero le leía las cartas a una viejecilla de por el rumbo de El Cenicero, esquina con el Cerro de La Ametralladora. La mujer no sabía leer, así que Temo llegaba con la carta y le descifraba las historias que uno de sus hijos le enviaba desde los Estados Unidos. En recompensa, la señora a Temo le entregaba huevos de gallina.
¿Quién es el bueno que se encarga de recopilar las historias y anécdotas que conforman la Historia del Correo en Comitán? ¿Quién de los “mil” integrantes del Consejo de la Crónica se avienta el paquete vía terrestre? La güerita, María Antonieta Villatoro Córdova (mujer de Temo Santiago y nieta de ese personaje excelso de este pueblo: Maestro Bernardo Villatoro), también trabajó en correos y me contó que en los años sesenta “el campeón” del uso del servicio era don Ramiro Ruiz, dueño de La Proveedora Cultural. Las revistas y libros llegaban por correo a esta ciudad. Cuando los empleados miraban que por la esquina asomaba Jorge, empleado de don Rami, con el diablito lleno de devoluciones, los encargados de Correos se santiguaban y se metían un “pajuelazo” porque sabían que era hora de ponerse a chambear en serio. “¿Un pajuelazo?”, pregunté. Sí, me dijo María Antonieta, en ese tiempo había un cuarto de paquetería que llamaban “El cuarto negro” y ahí los empleados tenían una pachita para salvar cualquier contingencia. Como en esos maravillosos años laboraban de ocho a una y de tres a seis, a veces, los compas se ponían de acuerdo para ir a comer en El Restaurante Jardín, con doña Cata. A la hora que regresaban ya regresaban “inquietos” porque la comida la acompañaban con una o dos cervezas y una copita de comiteco. Así que un compa (nunca falta) iba, rápido, a comprar una pachita en la vinatería de don Luis Bonifaz y regresaba veloz, como si fuera de entrega inmediata en servicio aéreo.
María Antonieta también cuenta que no faltaban los parientes “imprudentes” que hacían caso a la imprudencia de los hijos que radicaban en los Estados Unidos. “¿Qué va usted a enviar?”, preguntaba, mientras pesaba la caja de cartón. “Es tzizim”. ¿Tzizim? Sí, una señora enviaba kilos de tzizim a su hijo que vivía en La Florida, Estados Unidos. Pero esto no era todo, también enviaba kilos de chorizo, carne salada, pan, quesos y tostadas. ¡Dios mío! El paisano era antojadizo y la mamá le hacía su gusto. Como la güerita, también, le hacía su gusto a la señora, ésta, una vez llegó y le dijo: “No sé si lo va’sté a querer un su regalito. ‘Toy con penas” y le dio una gallina zarada. “Se lo doy -dijo- porque has’té sido buena al mandar sus antojitos a mi hijo. Me mandó una foto y viera’sté qué galanote está”.
No creo que ahora exista el “cuarto negro”. Ahora el horario es corrido y ya van a comer a su casa y el cartero que quiere refinarse unas sus cheladas o micheladas pues ya puede entonarse sin cuidado porque tiene la encomienda de regresar hasta el otro día.
No creo que ahora el correo permita envíos de tzizim o de quesos.
La gente de mis tiempos recuerda con emoción y con gran incertidumbre a un cartero que sigue siendo una referencia para nuestra nostalgia: Ramirito Alfonzo. Ramirito tenía una cierta lesión emocional o nerviosa que lo obligaba a ir a recibir un tratamiento médico, de vez en vez, a Oaxaca. Una mañana, como lo hacía siempre, se despidió de todos y subió a la Colón, ¡nunca regresó! Luego el rumor indicó que antes de llegar a Oaxaca bajó en una estación de saber qué pueblo y no subió al camión. ¿Lo buscaron? No lo sé. Lo único que sé es que, desde entonces, los comitecos, al recordarlo, dicen: “Ah, Ramirito, se extravió. ¡Saber qué le pasó!”.
Le pasó un poco lo que le pasó al Premio Chiapas y excelente jazzista: Hilario Sánchez. Él, hace apenas dos o tres años, llegó a San Cristóbal de Las Casas, desde la ciudad de México. La compañera de toda su vida, Micky, ya había fallecido. Hilario entró a trabajar, como pianista, en un hotel de Las Casas, donde ocupaba una habitación. Una mañana tomó su sombrero, dijo que regresaba en la tarde para la actuación de la noche y ¡jamás volvió! ¡Dios mío, qué les sucede a esos seres que no dejan rastro, que, como si fuesen agua, se evaporan! Nuestro Ramirito, el cartero, también, como si fuese un grano de arena se deshizo en un ligero ventarrón y jamás volvimos a saber de él.
Hay un cuento de un escritor chino que tiene como personaje principal a un cartero. Él, todas las noches, mete los pies en una palangana con agua caliente, para que sus pies se desentuman. Mientras tiene los pies adentro del agua lee las dos cartas que siempre roba y nunca entrega a sus destinatarios. Uno entiende que los hombres comunes se cansan, se cansan físicamente y, a veces, también se enfadan con la rutina de todos los días. Sólo Hermes no tenía necesidad de masajes especiales.
Hace varios años que no recibo alguna carta. Ahora todo es por el Internet. Estas cartas que te envío las envío a tu correo de Hotmail. Las envío un minuto antes de que vos las recibás. Si vivieras en China las recibirías en el mismo tiempo. Las distancias se han acortado.
Antes las historias de amor sabían de pausas y crecían bajo el agua de la paciencia. ¿Ya te conté de aquella mujer solterona que, cuarenta años después, recibió la carta donde el enamorado le pedía si aceptaba casarse con él? ¿Imaginás tal tragedia? Hoy, la vida es instantánea. Si una noche tengo la urgencia de decirte que te quiero te envío un mensaje y segundos después vos recibís el ramo de mis deseos. Por esto, tal vez, hoy la gente es más apresuradita en todo. Los novios apenas se están tomando la mano cuando ésta ya está bajando a dónde, antes, sólo bajaba durante la noche de bodas.
Posdata: El otro día, saliendo del correo me topé con María Elena Jiménez. Ella, en cuanto me vio dijo: “¿Te cuento una adivinanza comiteca para que se la digás a tu Mariana?” ¡Sale!, le dije, y ella me dijo: “¿Qué le dijo un bosque a otro bosque?” No sé, no sé. ¡Cuántos palitos nos echamos! “No, no, qué mudo sos”, dijo. Pues no sé, no sé, me doy. ¿Qué le dijo un bosque a otro bosque?, pregunté y Malena dijo: “Y vos ¿qué?” Ambos nos hamaqueamos de la risa. ¿Te gustó? La adivinanza es muy comiteca, ¿a poco no?
¿Vos conocés Tangamandapio? Un día fui a Michoacán y conocí Tocumbo, lugar donde nació mi suegro y donde, cuentan, venden muchas paletas y nieves. ¿No se te antoja ir a ver los crepúsculos arrebolados del pueblo de Jaimito?
Jaimito, el cartero, ¿comía paletas de La Michoacana? ¿Qué dulces le gustaba a nuestro Ramirito, el cartero? Vaya ahora una oración para ambos, queridos carteros que tenemos enredados en nuestros corazones.
viernes, 3 de agosto de 2012
25 AÑOS DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA ROSARIO CASTELLANOS
Raúl Espinosa, Director de la Biblioteca Pública Rosario Castellanos, de Comitán, me invitó para que, en compañía de Óscar Bonifaz, impartiera una plática por el aniversario de la Biblioteca. Paso copia para mis lectores.
¿Tenemos conciencia verdadera del instante que vivimos? ¡25 años de creación de este espacio! Los niños que acudieron a la inauguración hoy tienen 30 años, muchos de ellos ya son padres de familia. Ese día, tal vez, descubrieron los libros de la Sala Infantil, esos libros maravillosos que, en cuanto uno los abría, brotaban las figuras como en tercera dimensión.
El otro día, el Maestro Raúl Espinosa, hoy Director de la Biblioteca, me enseñó un libro de esos y cuando lo abrí descubrimos que las figuras ya no brincan, ya están todos disminuidos, todos talguatudos.
Esos niños de ayer ¿se convirtieron en buenos lectores? Los libros de esta biblioteca ¿contribuyeron a hacer más feliz su vida?
Hoy, con permiso de ustedes, sintetizaré la historia de mi paso por este espacio. Lo hago porque lo considero mi deber al ser el primer director de esta biblioteca pública. Mi amiga de infancia Lucely Muñoz fue esposa de Gonzalo Ruiz Albores, Presidente Municipal de Comitán en ese tiempo. Ella me invitó a colaborar con su esposo. Un día me llamó y me dijo que Gonzalo estaba de acuerdo en que yo fuese el Director del DIF Regional, institución que estaba por inaugurarse. No, le dije, Lucely, sé que van a inaugurar la biblioteca y, al estilo de Chabelo, te catafixio el DIF Regional por la Biblioteca. Pero, dijo ella, en el DIF ganarás más, mucho más, tendrás chofer y más de cuarenta personas estarán a tu servicio y podrás servir a la sociedad. Todo está muy bonito, le dije, pero si me das la oportunidad de servir a mi pueblo quiero hacerlo desde la biblioteca. Habló con su esposo y a partir de ese instante me convertí en director de esta institución.
Hoy, a veinticinco años de esa fecha, sólo puedo decir que aquella mañana de la inauguración, frente al gobernador del estado, el general Absalón Castellanos Domínguez, yo tenía treinta años de edad, mis hijos eran muy pequeños y mis ambiciones eran las mismas de hoy. Si hoy Lucely me ofreciera el DIF Regional haría lo que Raúl ha hecho en los últimos años, pediría estar en este espacio que nos acerca a la certeza de Borges cuando decía que el Paraíso tendría que ser algo como una biblioteca. Las bibliotecas son maravillosas porque sus muros están hechos de libros y sus cimientos hechos de imaginación.
Todo cambia. Comitán ha cambiado. Hoy somos más viejos que hace veinticinco años. Los comitecos ¿sólo hemos crecido a lo ancho? ¿No hemos crecido a lo alto? ¿Nuestras miras ahora ven al cielo? No sé qué tanto hemos cambiado para bien, pero si así es, mucho se debe a espacios, como éste, donde anida la luz del espíritu del hombre.
Los niños de aquel momento ya crecieron. Espero que sigan creciendo y, poco a poco, aspiren al vuelo, acompañados, siempre, de este objeto maravilloso que se llama libro.
miércoles, 1 de agosto de 2012
¿CÓMO ESTÁ SILVIA?
Leo “Personas”, de Carlos Fuentes. En cuanto abrí el libro me topé con una foto de Silvia, su esposa, hoy su viuda, y recordé otra Silvia que quién sabe quién fue o es.
La Tristona se sentaba en la tercera banca del parque de San Sebastián. Pepe me dijo el otro día que ella ya murió. Se sentaba, desde las ocho de la mañana y se iba como a las dos de la tarde; sacaba un rimero de revistas viejas y hacía como que las leía. Los muchachos la molestaban: “¿Qué dice el mundo?”, le preguntaban en medio de risas. Ella no decía más que: “¿Cómo está Silvia?”. Cuando alguien caminaba en el parque y pasaba frente a La Tristona, ella alzaba la cara, y preguntaba: “¿Cómo está Silvia?”.
Carlos Fuentes tuvo dos hijos con Silvia Lemus, su última esposa: un hombre (Carlos) y una mujer (Natasha). Alfonso me cuenta que cuando Carlos hijo murió sus papás estaban en Buenos Aires y cuando Natasha murió ellos estaban en Londres. Ambos muchachos murieron en México, uno en Puerto Vallarta y la otra en el barrio de Tepito, debajo de un puente peatonal, ¡Dios mío! Murieron un poco en la orfandad, porque sus papás viajaban mucho.
El libro “Personas” es un libro iluminador. Carlos escribe acerca de su cercanía y amistad con varios de los más lúcidos personajes del siglo pasado: André Malraux, Francoise Miterrand, Luis Buñuel (acá cuenta una anécdota donde Buñuel y Federico García Lorca se disfrazan de monjas, suben al tranvía y provocan a los pasajeros, imagino que subiéndose el hábito. Uno puede creerlo de Buñuel, pero cuesta trabajo imaginar al poeta jugando de esa manera, pero luego Fuentes dice que Buñuel aseguraba que más que en su poesía, Federico brillaba con su inteligencia cotidiana. ¡Pucha!). También aparecen Alfonso Reyes, Pablo Neruda y (¡cómo no!) Julio Cortázar. El libro es iluminador porque Carlos Fuentes no se concreta a contar anécdotas sino que va más allá: hace un análisis inspirador de sus obras y de la trascendencia de ellas en el desarrollo del pensamiento mundial. Al terminar el libro uno sale con una serie de nombres, aparte de los nombrados, para seguir acercándose al pensamiento contemporáneo. ¿Cómo no querer leer algo de Susan Sontag?
Cuando me enteré de la muerte de Natasha seguí dándole vuelta a la noticia durante mucho tiempo. Todavía lo hago. Imagino a la hija del escritor y de la periodista caminando en medio de la noche y disolviéndose, como bruma, debajo del puente. ¿Qué andaba haciendo a altas horas de la madrugada en Tepito? La noticia nunca fue más allá de consignar el hecho; luego enterraron la noticia y ya nunca se supo más. Uno entiende. Siendo hija de quien era lo más recomendable era bajar la cortina.
A veces, en la madrugada, vuelvo a acordarme de Natasha. Ahora, después de la muerte de Carlos, a mi memoria acude Silvia, la esposa. Cuando falleció el hijo, ella siguió haciendo sus entrevistas (entrevistas que son transmitidas en el Canal 22, de la televisión nacional), pero se notaba distante, perdida. Ahora, Silvia quedó sola, sin sus dos hijos y sin Carlos. Por esto, ahora a mi memoria viene el recuerdo de La Tristona y su mirada de hoja seca. Alzaba su carita, como pajarito por el borde del nido, y al que pasaba frente a ella le preguntaba: “¿Cómo está Silvia?”. ¡Qué Silvia, Dios mío!
Yo traté de averiguar, pero nadie me dijo. Amigos, vecinos de San Sebastián me contaron que ella no era de Comitán. Un día apareció, así como aparecen muchos personajes trashumantes, se instaló en la banca y comenzó a preguntar por Silvia. Otro día ¡desapareció!
Ahora ya no está. ¿Quién sabe en qué pueblo sigue sacando su bonche de revistas viejas y formulando su pregunta? A veces la mujer me daba más pena de lo normal y, a propósito, pasaba enfrente de ella y cuando me preguntaba, le decía: “Bien, muy bien. Silvia está muy bien”. Pero ella no cerraba ninguna grieta de su carita, seguía triste. No obstante, yo pensaba que en su interior algo se calmaba al saber que su Silvia estaba bien.
Ahora que murió Carlos Fuente, a veces, pienso en Natasha y en su mamá. Es cuando me convierto en el doble de La Tristona y, en la soledad de mi cuarto, pregunto: “¿Cómo está Silvia?”
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