viernes, 31 de agosto de 2012

LA OLALDE




Conocí a Guadalupe Olalde cuando apareció su libro de cuentos: “Olivos y acebuches”; la reencontré en la lectura de su novela “Muy íntimos quadernos”. “Olivos…” es de 1993; “Muy íntimos…” es de 2005, sin embargo, apenas acabo de toparme con su libro. Es decir, reencuentro a Lupita ¡veinte años después!
“Y bien, ¿cómo te ha ido?”, le digo al libro, como si lo hiciera con ella. Y el libro me cuenta de un ascenso en su obra literaria. Su novela me advierte, desde la primera página, que es una excelente narradora. En los años recientes, el aceite del olivo ha madurado en las páginas de sus quadernos y su literatura se ha convertido en aceite Virgen Extra.
Entonces, pregunto: ¿por qué no tiene más difusión la obra de Lupita? ¿Por qué en Chiapas no tenemos la sana costumbre de usar el aceite de oliva y, de igual manera que medio México (¡qué pena!), consumimos el aceite sobresaturado?
En Chiapas existe una propensión a incensar a las Vacas Sagradas, sobre todo si ya están muertas físicamente. Eso está bien (bueno, no tan bien), pero lo que sí está mal es la costumbre inveterada de ignorar a los talentos que permanecen alejados de la alfombra del poder. Sabemos que el inventario del arte está conformado por los cercanos al circuito del Poder.
Y digo que está mal porque la novela en Chiapas no sólo es el río de Laco Zepeda o los espléndidos ríos de Morales Constantino y de Jesús Morales. La novela en Chiapas tiene más qué ofrecer a sus lectores (aún cuando las instituciones oficiales de cultura se empeñan en echar tierra a los huecos luminosos).
En mi reencuentro literario con Lupita Olalde hallé información acerca de su obra. Una de sus novelas obtuvo Mención Honorífica en el Premio de Novela Sor Juana Inés de la Cruz, pero ¡no para ahí el aire!; también (¡pucha, qué alegría!), obtuvo una Mención Honorífica en el Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo, que organiza Radio Francia y que es uno de los premios más prestigiosos de lengua española.
La novela “Muy íntimos quadernos” es una obra decantada, ¡aceite de primera prensada!
Me da pena observar que las instancias culturales del estado no cumplen con su labor de difusión y promoción de los creadores chiapanecos (¡no!, la verdad no me da pena, me da vergüenza, pero no por mí).
Parece que los funcionarios están en espera de que los creadores lleguen a sus puertas a tocar y a hacer interminables filas, cuando debiera ser al contrario. Coneculta-Chiapas debería (perdón por el símil tan burdo, pero a ver si así le entienden) hacer lo mismo que hacen los visores de las grandes ligas en los Estados Unidos y enviar personal a encontrar los talentos en todo el estado y ponerlos a jugar en los grandes equipos (esto ¡por el bien de Chiapas!).
¿Coneculta-Chiapas sabe de la existencia literaria de Guadalupe Olalde? No lo creo. No lo creo, porque, desde que en 1993 el Instituto Chiapaneco de Cultura le publicó “Olivos y acebuches”, parece que acá no le han publicado otro libro. Tal vez me equivoco, pero no creo.
El talento de Lupita está por encima de estas nimiedades que comento. Su obra literaria crece sin necesidad de aguas oficiales, pero es una lástima que su obra no sea más difundida. Los lectores de Chiapas ganarían mucho al leer sus libros. A veces la instancia cultural del estado publica obra menor sólo porque es de amigos o compadres o porque el gobernador así lo indica. Es una pena que no se promocione el talento verdadero. Como Lupita, tal vez, no está acostumbrada a hacer antesalas en oficinas gubernamentales, su obra no tiene la difusión que su talento merece. ¡Qué pena! Qué pena por los lectores, por Chiapas.
¿Y cómo te ha ido?, le pregunto a Lupita, a través de su novela. Ella me dice: “Muy bien”, y así lo veo. Sí, su obra crece. Ya es un olivo que está cerca de las nubes, casi las alcanza con sus ramas, con su luz de olivo.
¿Necesidad de que se publique a Lupita, en Chiapas? Sí, ¡no por ella! Por nosotros, por los otros.