lunes, 31 de diciembre de 2012


CARTA PARA EL QUE SE SIENTE SOLO

No pongo nombre de destinatario porque tu soledad es del tamaño de tu olvido. Sé que ni nombre tenés. Por eso la carta está dirigida a un hombre que se siente solo. Porque este sentimiento te llena. La soledad no es tu compañera, ella está dentro de vos y la soledad está en cada pasillo de tu casa. ¿Por qué entonces te escribo? Lo hago sólo para decir que te admiro. Es admirable la condición de un hombre que, en medio de tanto borlote, de tanto pavo al horno, de tanto güisqui, de tantas luces de neón, de tanto arbolito, de tanto paisaje de nieve en medio de un clima caluroso, pueda sustraerse a esa avalancha y tenga la capacidad de decir: “me siento solo”. Esto te hace ser un hombre admirable, casi casi un héroe. Admiro tu capacidad para decir no a todo lo plástico. Lo que hace auténtico a un hombre ¡es su soledad!, y vos has logrado tal hazaña. Nacemos solos, crecemos solos y morimos solos. Aunque estemos en medio de la multitud no somos más que espigas a mitad de un terreno árido. Por esto te escribo esta carta. Estas líneas son para expresar mi admiración por tu valor de enfrentarte a las masas.
Los demás, lo sé, te ven como un ser desdichado. La niña que camina con sus papás o con su novio te mira y dice: ¡pobrecito, está solo, se siente solo!, y si pudiera elegiría una moneda para decirte: Ten, para que te compres un helado. ¡Tontita! ¡Tontitos todos los que se conduelen de tu soledad! ¿Qué no miran que vos sos el hombre más valiente del universo?
¿Te sentís solo? No sólo es un sentimiento ¡es una realidad! ¡Estás solo! Claro que estás solo, más solo que una piedra en el desierto, más solo que un árbol a mitad del agua, más solo que Jesús en un pesebre de oro. Estás tan solo que sólo de vez en vez alguien voltea a verte. Porque todos, ¡pobres ellos!, rehúyen ese sentimiento y buscan, con denuedo, la compañía de los demás. La plaga de “los que se sienten solos” le hace mucho daño a la sociedad, dicen ellos. Por eso van a los supermercados y compran botanas y pasteles y botellas de vino y series de foquitos y champaña y pavos rellenos y cohetes y gorros rojos y van a las casas llenas de luces y se sientan en mesas donde caben multitudes y levantan la copa y gritan ¡diez, nueve, ocho…! hasta llegar a la última campanada y se atragantan con las uvas y sacan maletas y dan vueltas a la manzana para que el próximo año sea un año de viajes a medio mundo. Y cuando viajan están en las salas de espera en medio de cientos, miles de hombres que, igual que ellos, sueñan con estar en lugares donde la muchedumbre sea la bandera de todas las astas. ¿Quién elige una isla desierta como destino? ¡Nadie! Medio mundo elige las playas con mil personas, los antros atacados, los templos con manifestaciones de cientos de fieles.
Por esto, permití que diga que te admiro, que, como dice mi amigo Javier, cuando sea grande quiero ser como vos. Sentirse solo significa sólo una cosa: la posibilidad del verdadero encuentro con uno mismo.
Admiro el valor con que enfrentás la vida. Mientras todo mundo es agua del mismo río, vos sos el agua a contracorriente. Sos el aire en medio del vacío.
Admiro que no tengás nombre y que no tengás que andar explicando a alguien por qué ese sentimiento de soledad. Vos sabés que vas bien. Estás a punto de lograr el ideal de los sabios: el conocimiento interior. Y lo hacés en esta temporada en que todo es un avasallante juego de nintendo, una relación de buenos deseos, de labios pintados, de cejas delineadas, de cucharas llenas de crema de maní. Te admiro. Admiro tu capacidad de pararte en la carretera y no hacer la señal de autostop. Admiro tu capacidad de caminar solo, en la orilla del río. Te admiro. Por eso esta carta que sé te servirá para limpiarte el culo. Te admiro.