lunes, 1 de julio de 2013

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE SE DESCUBRE UN HILO DEL SECRETO DE MIRTHA





Mirtha Luz es poeta. Su papá, mi maestro de quinto de primaria, advirtió la hendija por donde se cuela la luz y la llamó así, en segundo nombre, la llamó Luz, no Hendija. Y la llamó Luz en segundo nombre, porque no es bueno ser el primero de la fila. Los primeros son los primeros en caer al vacío, los primeros en recibir la bala del contrario, los primeros en atar la cuerda al condenado. Por esto, es bueno tener dos nombres y elegir, para cuestiones de vocaciones, para asuntos de vida, el segundo nombre. Mirtha se llama Luz, es luz. Acá, en esta fotografía, se ve una mesa de plástico, blanca; unas hojas con textos, unos brazos vestidos y una botella de agua, minúscula, casi casi como envase de esos tradicionales refrescos mexicanos que se llaman “chaparritas” (a mí me gusta la “chaparrita” de uva, a mi Paty también le gusta este sabor y este refresco). Estas “chaparritas” parecieran ser primas hermanas de las botellas que contienen alcohol y que se llaman “charritos”. Todo en diminutivo. Así se pasa la vida. Las chaparritas dando vida y los charritos procurando la muerte.
Mirtha se llama Luz y Luz es, igual que las chaparritas, una mujer como seto de esos que delimitan terrenos, de esos setos que dejan pasar el sol, el aire y la vista. Dan vida, pero lo hacen de manera tan sutil que pareciera que no tienen más oficio que descifrar el oficio de las plantas al crecer. Este, parece ser, el oficio de Luz, el oficio de poeta.
Mirtha se llama Luz y tiene un secreto. Un hilo de ese secreto está expuesto en esta fotografía. ¿Ya vieron el hato de papeles del primer plano? ¿Alguien sabe qué es? Cada uno de estos papeles es una bolsita de alguna infusión. Ya es tarea de los Sherlock Holmes del mundo descubrir qué infusión es. Las pistas son “con anís” y “Sevillana”, palabras que se muestran como huellas de nube. Imagino que la poeta bebe esta infusión y aprovecha las bolsitas para escribir ideas, mundos, universos. Este es un hilo que nos hereda: el papel debe ser mínimo para que las palabras sean precisas. Si el poeta tiene en su escritorio un rollo de papel higiénico (por ejemplo) escribirá y escribirá metros y metros de palabras y tanta prolijidad tiene el riesgo de terminar siendo palabra higiénica y ya se sabe que la palabra sin medida sirve para maldita la cosa. En cambio, si el poeta tiene una bolsita de infusión no tendrá más opción que elegir las palabras para que no se salgan del cuadrito. Así, tal vez, la poeta logra escribir poemas condensados, granos de luz, infusión para el espíritu.
Mirtha acaba de publicar el libro “Luna Riluna”, que es una selección de poemas mínimos dedicados a los niños. Un poema de Mirtha dice: “La luna es un cántaro de luz”. Punto. Punto final. Sí, el papel de la infusión no permite rebosar ese cántaro. Todo buen poema cabe en un papelito sabiéndolo acomodar.
Tal vez esto es un hilo del secreto de Mirtha. No usa rollos de papel higiénico, ni pesados rollos de papel para la prensa. Ella, como si fuese un consumado perfumista, busca la esencia y la decanta. Basta una gota de Mirto para perfumar el espíritu; basta una gota de luz para iluminar el corazón. Nunca el primer nombre, mejor el segundo, porque detrás del muro de viento siempre está el hilo que jala el aire de la vida.