lunes, 23 de septiembre de 2013

TARDE DE PALOMITAS





Imaginá que te llamás cartel de cine. Imaginá que sos un simple pedazo de papel que sirve para promocionar una película. Sí, lo siento, en tu cuerpo aparecen las fotos y los nombres de los más grandes actores del mundo, pero vos no sos más que un cartón con nombre general. Es una pena, pero en el mundo te tocó ser un simple cartel. Y vos sabés que carteles se tiran por miles y miles. Debe ser difícil aceptar que no sos original, sino una simple copia.
En tu piel está tatuado el nombre de Brad Pitt, de Julio Alemán, de Meche Carreño, de Brian de Palma, de Woody Allen, de Madonna, de Isela Vega y de cientos de artistas y directores famosos, mas sin embargo vos sos un anónimo intrascendente. Sólo vivís en el recuerdo de algún coleccionista o en las bodegas húmedas de la Cineteca. La gente pasa a tu lado, te ve, de forma apresurada, y sigue caminando. Puedo decir que el momento álgido de tu vida está circunscrito al periodo previo al estreno y durante la temporada de exhibición. Si sos cartel de una película de dibujos animados tu vida comienza uno o dos meses antes de las vacaciones de verano. Estás pegado en muchas paredes, ahí seguís mientras se forman las interminables filas de niños en tardes de estreno. Tal vez ese es el único instante en que podés sentirte orgulloso de vivir. Los niños miran tus dibujos, mientras llevan sus combos en charolas de plástico y popotean la pepsi y meten la mano en el vaso de palomitas.
A veces te toca ser “el malo” de la película, porque he visto carteles que promocionan películas de terror y provocan el llanto en niños inocentes. Porque hay niños, lo sabés, que no son aficionados a la sangre y a las bobas historias de los zombis.
Pero, bueno, si de imaginación hablamos y ya que te tocó ser un simple cartel, ¿por qué no imaginás que sos cartel de una de las diez mejores películas del mundo? ¿A poco no te gustaría ser cartel de una película de Tarkovsky o anunciar, a través de una imagen bellísima, la película “Lo que el viento se llevó”? Sí, tal vez tu posibilidad de trascender en la vida está en el destino de ser cartel de “El Ciudadano Kane” o de alguna película de Kurosawa o de Mizoguchi. Aunque, acá entre vos y yo, a mí me gustaría que fueras cartel de una película erótica; me gustaría tenerte pegado sobre la cabecera de mi cama para apreciar la foto eterna de Marilyn Monroe.
Pero, a veces, vos sabés, el destino es cabrón y te arrebata la posibilidad de elegir y te maldice con una línea de cal ya trazada. Y entonces no te queda más que ser un simple cartel que anuncie una película del Chavo del Ocho (cuya calidad siempre sacó cero).
Ah, qué pena debés sentir al reconocer que tu abuelo fue cartel de la famosa película de Vittorio de Sica: “Ladrón de bicicletas”. Qué coraje debés sentir al saber que tu tía Arcadia fue cartel de la película “El jardín de tía Isabel”, donde actuó el niño bonito, llamado Javier Esponda, uno de los pocos comitecos que incursionó en el cine mexicano.