domingo, 31 de mayo de 2015

UN VOYEUR EXQUISITO




“Dadme un punto de apoyo y…”. ¡No! Yo no quiero mover el mundo. A mí no me den puntos de apoyo, me basta con que me den libros, muchos libros, que son como mi cayado para caminar por el mundo. Yo no quiero mover el mundo, yo sólo quiero caminarlo, ir de un lado para otro para conocer todas sus plazas y todos sus jardines.
La otra tarde, Ángel Gabriel me obsequió un libro. Un libro hecho a mi medida. Una medida que está sujeta a mis deseos.
El libro se llama “El Jardín Secreto” y contiene una serie de fotografías eróticas, tomadas por Óscar León Ramírez.
Cuando me obsequian un libro sé que la única manera de agradecer el gesto es leer el libro, hojearlo. Sé que me lo obsequian porque desean que yo disfrute ese inigualable placer, ese disfrute reservado a quienes son consentidos de Dios.
Ángel me dijo que sabía que el libro me gustaría. Él sabe que me encanta el arte erótico. Sabe que mi afición mayor es sentarme en el parque central de Comitán para ver a las muchachas bonitas que por ahí pasan.
La gente no lo sabe, pero yo veo a las muchachas con una mirada diferente. Sé que Óscar sí me entendería. A mí me gusta el cuerpo femenino por su posibilidad de vuelo. El cuerpo de una mujer es más que un mero cuerpo, quien sabe verlo sabe que ese cuerpo más que cuerpo es un par de alas.
El libro, además, tiene el plus del prólogo escrito por mi admirado maestro Óscar Oliva. ¡Ah, qué maravillosa coincidencia! Casi casi como si el mundo fuese una alfombra roja y la inteligencia caminara en la noche de entrega del máximo galardón del cine norteamericano.
Ángel sabe que disfruto entrar a museos y ver el arte figurativo, sabe que paso horas y horas frente a cuadros donde una muchacha bonita, desnuda, es como un jardín.
He visto el libro, he repasado sus páginas, sin emoción contenida. Este libro es un pasaje desde el cual, como si trepara a un muro cubierto con hiedra, viera las flores de ese jardín que tiene el aroma de la noche a punto de volverse madrugada.
Los lectores de este libro de Óscar sólo podemos agradecer, agradecer su mirada de artista, de la misma manera que agradecemos a las modelos que se entregan generosas en el acto más sublime. Jorge, quien también es un voyeur consumado, dice que cuando admira el cuerpo desnudo de una mujer se siente como testigo del Origen y presenciara cómo Dios mueve su mano derecha y forma a la mujer y ésta abre los ojos, se despereza, levanta los brazos (como una gatita húmeda) y mira el mundo y se sorprende ante los ríos, las aves que parlotean en los árboles, árboles enormísimos de donde cuelgan lianas y serpientes.
El cuerpo de una mujer desnuda es un par de alas. Alas, no para mover el mundo. No, ya el mundo tiene demasiados Arquímedes que quieren moverlo más para la izquierda o para la derecha. Al mundo (perdón) lo que le hace falta es ala para volar. Un ala izquierda y un ala derecha para no perder el rumbo, para encontrar el Centro. El centro del universo está en el centro del cuerpo de una mujer, ahí en donde la luz se derrite y se vuelve sombra, se vuelve árbol lleno de nubes y de aves.
A mí no me den puntos de apoyo. A mí denme libros, porque éstos son los cayados que me llevan a recorrer el mundo. Yo no quiero cambiar al mundo de lugar, sólo quiero caminarlo, sólo quiero verlo a mitad de la noche, a mitad del cuarto donde una mujer, desnuda, se abre como se abre la grieta en el lugar más liviano, como se abre la luz a mitad de una manzana.