lunes, 31 de julio de 2017

CARTA A MARIANA, CON GASEOSA INCLUIDA




Querida Mariana: Anexo foto que Rogelio Guillén subió a las redes sociales. Alguien comentó que esa botella es un tesoro. En efecto, la botella es un tesoro para la historia local. ¿Por qué? Ah, te digo. Vos sos muy joven, vos ya sos de estos tiempos en que medio mundo consume la coca cola y demás refrescos embotellados de compañías transnacionales. Pero debo decirte que hubo un tiempo en que existieron fábricas modestas. En Comitán hubo la fábrica de refrescos “Soto”, que era propiedad de don Jorge Soto. Cuentan los mayores que fabricaban dos sabores: verdes y rojos (¿o naranjas?). ¿Cómo? Sí, nadie, hasta la fecha, puede decirme qué sabores eran. En Comitán los sabores se convertían en colores. Había personas a las que les gustaba la gaseosita roja y personas que preferían la gaseosita verde. Tal vez alguien pueda decir que el verde era sabor limón. ¿De verdad era así? Y el rojo podía ser sabor cereza (¿naranja?). No lo sé. Todo es mera especulación.
Los cronistas han descubierto muchos elementos de esta fábrica modesta, pero enorme. Comentan que, en lugar de camiones de reparto (como sucede en la actualidad), don Jorge empleaba burritos para el transporte de los refrescos. Sobre el lomo del burro se colocaba una carcasa doble hecha con madera que servía para transportar las gaseositas. Cada burrito era conducido por un empleado que surtía a los tendejones. Pero acá vemos un elemento fundamental que puede servir de reflexión: don Jorge mandaba a hacer las botellas especiales para su fábrica. Cualquiera pensaría que esto es lo que hacen todas las fábricas; es decir, la Coca Cola usa botellas especiales para vender sus productos. Es cierto, pero sucede que en el Comitán actual el ejemplo de don Jorge Soto se extravió. ¿Por qué digo esto? Porque en este pueblo hay muchas industrias que no alcanzan el vuelo porque no tienen la visión mercadotecnia que sí tuvo el señor Soto.
Digo que uno de los productos que son muy afamados y ricos en sabor son los picles y el chile en vinagre. ¿Cómo lo venden? En frascos reciclados. Todos los pomitos de pempenchile son de Mayonesa McCormick; todos los frascos donde venden el chile en vinagre son de Nescafé. ¡Cómo! ¡Así no se puede!
¿Has visto en las ferias las botellas donde venden la mistela tan sabrosa? No se sabe de dónde vienen esas botellas. No se sabe si están bien lavadas. Son totalmente antihigiénicas. ¿Quién te garantiza que tal botella no contuvo gasolina? La gente, en sus casas, emplea las botellas que ya sirvieron para guardar gasolina, thinner, acetona o veneno para las ratas. Yo camino por los puestos de las ferias y miro con deleite las bandejas con jocotes encurtidos, llenos de abejas, llenos de polvo y luego miro las botellitas con mistela y miro que esas botellas están sucias. Hay el famoso dicho que dice que “De la vista nace el amor”. ¿Quién puede enamorarse de ese producto tan mal presentado?
Don Jorge vendía sus gaseositas en sus botellas especiales que daban prestigio a su empresa. “Refrescos Soto. Comitán, Chis. Hecho en México”. ¿Mirás la categoría con que presentaba su producto? No necesitaba un gran camión repartidor. ¡No! Ofrecía su producto mediante burritos cargadores, lo que le daba un toque pintoresco a su empresa. (Tal vez algún animalista ahora proteste por el trato que se le daba al animal. Eso ya es otro asunto.)
En la carretera de Comitán a San Cristóbal, a la altura de Betania, hay puestos colocados a la orilla de la carretera. Ahí ofrecen chile en vinagre (con receta diferente a la tradicional de Comitán). Los frascos no tienen una etiqueta, pero, cuando menos, son frascos nuevos. Ahí, los automovilistas se detienen y adquieren esos productos que se ven mucho más higiénicos que los que ofrecen en los mercados de Comitán.
En algún momento Comitán extravió la senda de lo correcto. ¿No hay algún organismo gubernamental que pueda decirles a nuestros productores que si invierten en la presentación lograrán mejores ventas?
No se antoja comprar el riquísimo chile en vinagre en un pomo de mayonesa. Digo, por más bien lavado que esté el pomo algún residuo le queda de la sustancia anterior.
El ejemplo de don Jorge se nos extravió. Los comitecos dejaron de soñar en ser empresarios. Las empresas locales están en proceso de extinción y las empresas modestas artesanales presentan sus productos en forma antihigiénica.
Los cacahuates de la región son riquísimos, pero ¿quién compra una bolsita de cacahuates pelados, si mira que la vendedora los pela y luego sopla sobre su mano para limpiarlos de la cáscara? Digo, por más, dos gotitas de saliva llegan a esos cacahuates. ¿Acaso no hay formas más higiénicas para ofrecer el producto?
La empresa de don Jorge fue proverbial. Se correspondía al espíritu emprendedor de los comitecos. Algo perdimos en el camino. Por ello, cuando Rogelio Guillén subió esta foto, muchos dijeron que era un recuerdo excepcional. Sí, lo es. Es el recuerdo de una empresa comprometida con el sueño limpio de su fundador. ¡Que viva siempre la memoria de don Jorge Soto! ¡Que vivan sus gaseositas! ¡Sus refrescos Sotíos!