jueves, 13 de julio de 2017

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA, DONDE HAY UNA SUCURSAL DE FARMACIA GENEROSA




Hay personas generosas y personas mezquinas. La cita bíblica que todo mundo repite dice que “De todo hay en la viña del Señor”. Así pues, no extraña saber que hay pueblos generosos y pueblos mezquinos.
Ramón vino un día a Comitán, lo hizo de paseo. Justo a las doce del día, que caminábamos con rumbo al templo de Guadalupe, por la empinada subida, hizo un alto en la fatigosa caminata, se colocó debajo de una marquesina y dijo que Comitán era un pueblo generoso. Agregó: “Tonalá es un pueblo cabrón, buscás a esta hora dónde protegerte del sol y es imposible, es imposible, porque aunque hallés una sombrita, el calor te siga atizando. En cambio, acá…”, y sonrió, contento de recibir una agradable bofetada de aire que llegaba volando desde la Ciénega.
Y es tan generoso que los números son más que simples números. Si alguien quiere comprar un refresco o un paquete de galletas o una bolsa de Sabritas, los comitecos sugieren: “Andá al 25”, y es que en el pueblo se sabe que en el veinticinco hay una tienda de abarrotes, muy famosa, atendida por doña Lupita. Pero, la generosidad va más allá, porque con doña Lupita hay que sacar la paga de la bolsa, porque ella vende abarrotes, ¡los vende! Pero, ¿qué sucede en el 83? Ahí es gratuito el algodón, esto se observa en esta fotografía, basta que el peatón levante la mano para cortar el algodón (sí, sí, estimado lector, este algodón no está esterilizado, ¡ah!, eso ya sería el colmo de la generosidad).
Así pues, cuando alguna muchachita se pincha un dedo con una espina, la mamá ordena: “¡Manuel, Manuel!, andá rápido al 83”. Ya todo mundo de acá sabe que Manuel debe ir a cortar un poco de algodón para que, con alcohol, le limpien la herida leve a la muchachita traviesa que se pinchó el dedo, en el sitio.
¿Alguien tiene antojo de granada? Ah, pues debe ir al 222. Ahí hay un árbol cuyas ramas brincan por encima de la barda y dejan a la vista de los peatones sus colorados frutos. Los antojos mínimos se cumplen en Comitán de manera gratuita, porque, ya se dijo, Comitán es un pueblo generosísimo, es un pueblo de manos abiertas.
Hay excesos, porque (ya también se dijo) hay personas mezquinas; es decir, cabroncillas. Nunca falta el abusivo que no se conforma con cortar una granada, sino que se trepa a la barda y, desde la altura, con las piernas abiertas como si cabalgara, corta una, dos, tres… un chingo de granadas; es decir, este cabrón muchacho ya comete un hurto.
Y entre los excesos está el comportamiento de doña Y (vieja cabroncilla) que, en lugar de darle paga a su hija X para que, cada mes compre toallas sanitarias, la manda al 83 (omito los nombres para no herir susceptibilidades). ¿Cómo es eso? La pobre X debe treparse a una silla plegadiza, de madera, y cortar los pedazos de algodón más chonchos, para que sean más absorbentes. La pobre niña les da forma, los “plancha” con sus manitas virginales, y se los coloca en la entrepierna. ¡Burra, doña Y!
Algún día, los comitecos lo sabemos, nuestro pueblo dará no sólo algodón en las calles, sino también algodones de París. Será como uno de esos pueblos mágicos que aparecen en los cuentos fantásticos donde los árboles dan paletas de chocolate y de las fuentes brotan atoles de fresa y de vainilla.
Ya comenzamos con los árboles de algodón. (La vieja burra lo convirtió en árbol de toallas sanitarias. ¡Burra!)