martes, 18 de julio de 2017



CARTA A MARIANA, DONDE HAY UN TEJADO MUSICAL

Querida Mariana: Pau y su mamá se cambiaron de casa. Bueno, eso de casa es un decir, porque dejaron la casa que habitaron durante mucho tiempo y ahora viven en un departamento. Los que saben dicen que la tendencia a futuro son las construcciones verticales. Ya no tendremos esas maravillosas casas que tuvimos antaño en Comitán, con patio central y sitio, un sitio enorme donde los niños jugaban y trepaban en los árboles de jocote y de durazno.
Pau me envió un mensaje de texto: “Tío, tenés que venir a mirar la marimba”. Como soy un tío consentidor le respondí de inmediato: “Llego en la tarde”. Imaginé que su mamá le había comprado una marimba. Nunca imaginé lo que Pau me mostraría: Un copete de barda con teja.
En cuanto llegué, Pau me tomó de la mano y me llevó corriendo a su cuarto, abrió la cortina y, como si fuese una maestra de ceremonias en un teatro, movió las manos y brazos al estilo de una torera y dando un pase dijo: “Con ustedes, ¡la marimba del sitio!”.
El departamento está contiguo a una casa tradicional comiteca. Como Pau dice, la casa vecina tiene un sitio. Ya que el departamento que rentó su mamá es del mismo propietario de la casa, el arquitecto no tuvo empacho en colocar una ventana que da al sitio vecino (se sabe que en arquitectura está prohibido abrir ventanas que den a predios contiguos). La recámara de Pau está muy bien ventilada y llena de luz, precisamente por esa ventana, donde, a la hora que quiere puede ver lo que ella llama “la marimba del sitio”.
Nada dije. Vi el copete de la barda limítrofe y coincidí con Pau: es como una marimba larguísima, bellísima. Estaba extasiado viéndola, sorprendido por la capacidad de imaginación de mi sobrina, cuando ésta dijo: “En días muy soleados suena despacito, pero se oye cómo el sol toca valses, con sus manitas doradas y quemantes. Pero, lo más bonito es cuando llueve, tío. Ayer llovió en la tarde. Ah, la hubieras oído, es como si mil palomas aletearan sobre la marimba. Se oye bien bonito”. Ya no es a ritmo de vals, ¿verdad?, le comenté. “No, no, cómo creés, la lluvia toca bien fuerte y alborotado. Igual que el sol son como mil marimbistas que tocan igualito, pero la lluvia, como es más ruidosa, toca a ritmo de banda”. Pau me vio y agregó: “Pero no vayás a creer que como esas bandas feas de ahora, no, yo digo de las bandas que escucha mi abuelito, bandas norteamericanas”. Quedé más sorprendido. Volví a ver la marimba de la barda. Imaginé el sonido de la lluvia cayendo sobre el tejado, imaginé a las gotas chocando y luego saltando al vacío del patio, cayendo sobre el pasto, formando otra melodía en medio de los charcos, imaginé un gran concierto que bien podía llamarse Lluviata número nueve (por aquello de los nueve guardianes de Comitán).
Pensé que yo jamás hubiese imaginado una marimba al ver esa columna vertebral encima de la barda. No es común que un remate se forme así. De hecho, pensé, ese “doble teclado” no es casual en Comitán. Lo que sí era común observar antes en Comitán era el gusano superior, ese tren maravilloso que remataba la barda (había otros más pedestres que el remate lo hacían con pedazos de cristal, para ahuyentar a los delincuentes y a los muchachitos malcriados que se brincaban para cortar los nísperos).
Le pregunté a Pau y me dijo que en cuanto llegaron al departamento, su mamá la llevó a lo que sería su recámara y ella no tardó ni un segundo en correr a la ventana, abrir la cortina y descubrir la marimba del sitio. Dice que, emocionada, había escuchado una melodía: era una parvada de chinitas que picoteaba sobre las tejas. Llamó a su mamá y le dijo que viera esa maravilla. Su mamá la abrazó y dijo que era un buen augurio para conservar la identidad. Pau, sin sorprenderse mucho por las palabras de su mamá, le advirtió: “Pero no se vale cambio de cuarto. No me vayás a salir después que querés este cuarto para oír las serenatas”. Pau dice que su mamá rio fuerte, con risa de guajolote cruzando el sitio para ir a comer.
Posdata: ¡Una marimba! Nunca lo hubiera imaginado. Ahora, cuando veo la fotografía que tomé, pienso en ir al departamento de Pau una tarde que esté nublado por Margaritas, para asegurarme que caerá un aguacero de Dios padre, y le pediré a Pau que vayamos a su recámara, que abra la cortina, que abra las ventanas, para que escuchemos un concierto. Seguro que el espíritu de don Límbano Vidal, como ratón travieso, correrá por ahí.