viernes, 28 de julio de 2017

DEFINICIÓN DE COLADO




Tal vez lo primero que aparece en la mente es el acto donde se coloca el techo de una casa. En Comitán, en los años sesenta, era común escuchar que “Fulano andaba colándose con sutana”; es decir, que fulano pretendía a sutana y andaba requiriendo sus afectos. ¿Por qué se decía tal cosa? Juan, quien desde pequeño fue muy travieso, decía que sutana estaba colada porque ya estaba a punto de “dar la cola”. Era una bobera sin sustento, una mera travesura del travieso de Juan.
Si revisamos un diccionario elemental hallamos que la definición de colada dice: “Acción y efecto de colar”. De ahí se colige que una mezcla ya está colada, pero también puede interpretarse que una persona se “coló” a un lugar determinado, porque una de las acepciones de colar es la de “pasar por un lugar estrecho”. De ahí que sea correcto decir que “fulano entró al concierto de colado”, porque se metió por un lugar no permitido.
Tal vez en Comitán se decía que los fulanos andaban de colada, porque estaban pasando de un estado de soltería a otro de compromiso sentimental.
En las mismas épocas, era común escuchar que una determinada fiesta familiar había estado llena de chalequeros, quienes eran los que se “colaban” de contrabando. El lugar común dicta que estos colados, dos horas después de entrar de manera subrepticia, ya se habían apoderado del festejo y se comportaban como invitados de honor, en el peor de los casos, o como dueños de la casa, en situación extrema. Se atrevían a pedir más bebidas y a ordenar a los marimberos qué canciones debían interpretar. Nunca faltaba el abusivo, con buena pinta, que sacaba a bailar a la quinceañera, quien aceptaba contra la voluntad de sus papás. Roxana dice que en Perú le llaman “Camarones” a los colados. Pues en Comitán, las fiestas de los años sesenta, eran como mares llenos de camarones que nunca se dormían, porque ni la corriente del trago los arrastraba. Y parece que el término tiene que ver con el agua, porque en España dicen: “Hacer la colada”, cuando se refieren a lavar la ropa.
Hoy el término ya está en desuso en Comitán. Es comprensible. Antes, el enamoramiento exigía una serie de protocolos hoy inexistentes. Los chavos de hoy son más prácticos. Antes, tomar de la mano a una chica era un tráfago, ahora, las manos se posan y entran a territorios que antes eran impensables.
Yo sigo empleando el término colado cuando veo que alguien anda con otro. Se me hace una palabra bonita, una palabra rítmica, que baila por sí sola, sin necesidad de invitarla. Imagino que hay personas coladas, como piñas, y que hay ciudades coladas, que tienen el sabor del trópico en la frente y en los muslos. No creo que una ciudad muy formalita acepte el término colada, porque la palabra suena como si alguien tocara una guitarra o sonara un güiro.
Lo colado, asimismo, da la idea de pasar por un tamiz, un poco como si los grumos quedaran fuera. Cuando pienso en ello, pienso en la vida, en la de todos los días. A final de cuentas lo que el maestro Artemio recomendaba era eso, siempre decía que eligiéramos bien a cada instante. ¿Por qué íbamos a leer lo que no nos dejaría algo bueno? “¡Lean a los clásicos!”, repetía a cada rato y nos mostraba, con la mano en alto, el libro que leía en ese momento, que era un libro ya ajado, con olor a viejo. Era “El Quijote”. Como dicen que hacía el papá del poeta Óscar Oliva, que leyó El Quijote muchas veces, el maestro Artemio no se cansaba de leer la obra de Cervantes. Decía que ahí estaba concentrada la vida. Ahora que lo pienso digo que tal vez la obra de Cervantes ha permanecido en el tiempo porque pasó por el cernidor, es una obra “colada”.
Tal vez la definición de colado, debería incluir el acto de eliminar la basura, de pasar la vida por un cernidor lleno de luz.