lunes, 3 de julio de 2017

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE UNA VENTANA




Querida Mariana: Una mañana apareció una estructura liviana en el corredor exterior de la casa de la cultura, en Comitán. Acá en la fotografía se ve dicha estructura, hecha con listones delgados de madera. Es una estructura fina, casi frágil. Ahora se entiende cuál es el objetivo de tal chunche, pero la mañana que apareció ahí, sin más, la gente no supo para qué iba a servir. “Como siempre sucede cuando algo sucede”, algunas personas se acercaron a la estructura y comenzaron a plantear dudas: “Va a ser un teatro de títeres”, dijo una persona. No, respondió otra, está muy pequeña. Pero la primera persona insistió en que le pondrían un telón y un titiritero (de esos fantásticos hombres y mujeres que manipulan muñecos de guante) se colocaría adentro y presentaría funciones gratuitas.
A mí siempre me llamó la atención uno de los objetivos de las universidades que se designan con el nombre de “Extra muros”; es decir, aquellas actividades científicas, deportivas y artísticas que los alumnos realizan fuera del campus universitario. La gente se desplaza a la periferia y amplifican su labor social.
En mis épocas de niño asistí, en varias ocasiones, a funciones de cine que se realizaban en la calle. La Coca Cola (como estrategia de mercadotecnia) hacía una labor extra muros. Desde un camión especial, que tenía un proyector, se exhibía una película en blanco y negro sobre el muro de una casa comiteca. La gente se enteraba del suceso y acudía llevando una silla plegadiza. Ahí, en forma mágica, se improvisaba a media calle una sala cinematográfica al aire libre. La función, por supuesto, era gratuita y la empresa refresquera promovía concursos y obsequiaba vasos de cristal o llaveros con una pequeña botella.
Yo, igual que varias personas, también me pregunté cuál iba a ser la función de este chunche en una lateral de la entrada a la casa de la cultura. Ahora entiendo que no es más que un chunche protector de la pantalla, como la famosa raya que colocaban los merolicos, para que nadie interrumpiera su espacio.
Ahora lo sé, esta estructura sencilla sirve para que nadie afecte la pantalla que funciona durante la mañana y la tarde. El director, Luis Armando Suárez Argüello, destinó una banca en el frente para que los peatones se sienten y disfruten lo que ahí se trasmite. Los restaurantes y bares también tienen pantallas en sus locales, sobre una pared las colocan en soportes que las mantienen fijas. Entiendo que esta pantalla de la casa de la cultura es colocada en la mañana y retirada en la noche. Así tiene que ser para que no desaparezca.
Vivimos tiempos donde la imagen tiene una influencia determinante. Las pantallas de restaurantes y cantinas proyectan los encuentros de fútbol. En la casa de la cultura (gracias a esta inteligente iniciativa) proyectan ballet, música culta, danza, conferencias y demás vainas de alta cultura.
Esta pantalla, mínima en tamaño, pero inmensa en vocación, es una gran sembradora de luz, en su sentido más excelso.
He sido testigo presencial del acto maravilloso donde algunos peatones detienen su marcha, se paran frente a la pantalla (porque lo que ahí se proyecta llamó su atención), se hacen tantito para atrás, encuentran la banca especial y se sientan. ¡Ah, qué maravillosa lección! Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña. Y es que la cultura, lo sabemos, es grande como una montaña, pero es de difícil digestión, porque (ni modos) este país se ha acostumbrado a ver más fútbol que a ver ópera. Por esto, el fútbol (práctica que no requiere mínimo esfuerzo intelectual) es admirado por millones de espectadores, y el ballet (práctica que exige una pizca de sensibilidad que se adquiere en la niñez) tiene tan pocos seguidores. Esta pantalla es una actividad extra muros de la casa de la cultura: en el interior se produce el acto cotidiano de los talleres donde los asistentes bailan, tocan marimba o piano, pintan, aprenden tojolabal y muchas actividades lúdicas más, pero acá, en este hueco luminoso mínimo, el arte extiende su mano.
Esta ventanita hace diferencia en un mundo plagado de pantallas gigantescas que proyectan sustancias insulsas.
Te anexo esta fotografía para que mirés lo que presencié la otra tarde. Esta niña estaba sentada con su mamá y veía la proyección. Cuando la danza inició ella se paró y comenzó a duplicar los movimientos que los niños hacían con su maestro en la pantalla. ¿Mirás? La lección del interior se hizo más amplia.
Será natural (digo yo) que esta niña pase del corredor al salón con duela y espejos donde recibirá una clase impartida por expertos; será natural (digo yo) que esta niña pase de ese salón al entablado del teatro de la ciudad; será natural (digo yo) que esta niña (ya adolescente) pase del modesto escenario comiteco a la gran sala del mundo.
Posdata: Hay ocasiones en que Mahoma mueve montañas para que la gente se tope con ellas.