viernes, 14 de julio de 2017
DEFINICIÓN DE PEÑA
Puede ser un monte con peñascos o un apellido. El apellido (intuyo) puede provenir de la primera acepción; es decir, los primeros Peña del mundo castellano vivieron en un monte con peñascos. Así, alguien pudo decir: “Ayer saludé a los de la peña” y, como se forman los apodos, les quedó el mote de la peña y esta palabra tomó, por derecho, su mayúscula inicial.
Ayer leí el libro “Los presidentes dan pena”, del caricaturista Rius. Es sorprendente la capacidad de este famoso caricaturista. A sus 83 años sigue dando palos certeros (sin albur, por favor). “Los presidentes dan pena” es el más reciente título de su muy extensa, extensísima obra pedagógica. El tal Rius ha sido (de manera involuntaria voluntariosa) maestro de miles de mexicanos (y de lectores de otros países latinoamericanos), ya que su forma para exponer temas (forma sencilla, desenfadada, con gran tendencia izquierdista) lo hace muy comprensible para los lectores. Él no miente. Desde los prefacios (incluso desde los mismos títulos) advierte que sus textos no son para expertos, aunque los expertos (contra su deseo) también los leen. ¿Qué nos dice el título “Marx para principiantes”? Que es un texto sin mayores pretensiones, bueno, con la pretensión de llegar a las masas populares, a los lectores que no han tenido mayor contacto con la ideología Marxista. ¡Vaya que Rius ha formado a generaciones de lectores! ¡Vaya que ha sido el gran maestro de México! Y lo ha sido por las virtudes que ya se mencionaron: humor, desenfado, argumentos que acorralan a las mentes. Rius es un escritor liberal, un caricaturista en contra de todo aquello que atenta contra la dignidad del hombre, en contra del poder irracional de los conservadores. Rius ha sido el Zapata de los caricaturistas, quien ha sostenido que “La patria es de quien la trabaja”; es decir, la patria no puede ser para el capitalista sino para el obrero, quien es el que se jode el lomo en la fábrica, en el aula, en el campo. La obra de Rius está colocada en lo más alto del monte, en lo más alto de la peña.
Ahora, en su libro más reciente, vuelve a mostrar su amplio conocimiento de la historia mexicana y deshace, como si fuese un diestro carnicero, el cuerpo corrupto de los presidentes mexicanos. En la contraportada (como un mero juego lingüístico) aparece el título con una ligera desviación. Dice una línea: “Los presidentes dan Peña”. Todo mundo entiende que acá, los editores colocan a la palabra pena como sinónimo de Peña y (todo mundo sabe) esto es porque la izquierda (y una mayoría mexicana) considera que la obra del actual presidente de la república es para dar pena.
No obstante, este tipo de juego va más allá de la intención primaria y pasa a joder a gente indemne. Como en cualquier guerra provoca daños colaterales. Y digo esto porque, ¿qué culpa tiene el hombre o la mujer que ostentan, con orgullo, el apellido Peña? ¿Por qué hacer que tal apellido sea sinónimo de pena?
En Tonalá (y en Chiapas en general) hay un orgullo al nombrar al maestro Peña Ríos (un marimbista de excelencia). ¿Cómo puede decirse que Peña (por culpa del presidente) es sinónimo de pena, cuando, al contrario, Peña Ríos provoca chentería al nombrarlo?
La generalización es dañina. En este caso, la excepción es el presidente. ¿Los presidentes dan peña? La generalización afecta, porque no puede decirse que el mandato de Juárez, por ejemplo, fue penoso. ¡No! Pareciera que el mandato de Peña es el que da pena y si el de Santa Ana también fue de gran pena debiera de circunscribirse a ese territorio.
El apellido Peña debe venir del monte. Hay cabras que pastan felices en el monte y hay cabrones felices que del monte pastan. Va pues.