viernes, 12 de enero de 2018

DEFINICIÓN DE PANTALLA




Así como soy del tiempo D.C. (Después de Cristo), también soy del tiempo A.T. (Antes de la televisión); por lo tanto, cuando escucho la palabra pantalla no pienso en la que tiene la televisión o la que tiene la computadora, porque en España, me cuenta Hortensia, no hablan de monitor de la computadora, sino de pantalla de ordenador. Cuando escucho la palabra pantalla pienso en la que había en el Cine Comitán. Mi cerebro registra esa pantalla maravillosa donde se proyectaban los filmes (películas mexicanas, sobre todo).
La pantalla del Cine Comitán era enorme: tan ancha como el mar y tan alta como el cielo. Sí, eso era: el mar pegado al cielo.
Una vez, cuando estudiaba en la primaria Fray Matías de Córdova, estuve detrás de la pantalla. Al frente había un escenario donde los niños, en ceremonia de fin de cursos, bailábamos la clásica danza de los viejitos, de Michoacán. En esa ocasión, una niña me jaló y me llevó detrás de la pantalla (enormísima), me dijo que me acercara y viera. Así lo hice. La pantalla (grandísima) tenía cientos de pequeños circulitos (perfectos, exactos) a través de los cuales podía verse hacia el otro lado (el muro de Trump no será así). Vi, entonces, la multitud de padres de familia que esperaba comenzara el acto donde bailaríamos y recibiríamos nuestros certificados de educación primaria.
La pantalla del cine poseía una maravillosa capacidad: de un lado (donde nosotros estábamos) sucedía la vida real, la que viven los simples mortales, del otro lado (el que los espectadores veían) sucedía la vida perfecta, la que viven los artistas, la gente inmortal. Era apenas una simple tela (delgadísima, llena de agujeritos) y sin embargo era como la barrera entre lo rutinario y plano y lo maravilloso. Se dice que Gabriel García Márquez fue el descubridor del Realismo Mágico. ¡Falso! El Realismo Mágico apareció en el momento en que los Lumiére proyectaron las primeras imágenes sobre una pantalla.
Lo que Víctor hizo fue sensacional, lo hizo más o menos en 1974. Una tarde, mientras tomaban un refresco en “La pantera rosa”, café al aire libre, Romelia le dijo que sí, que aceptaba ser su novia, siempre y cuando hiciera algo que “la apantallara”. ¿Qué pretendía Romelia con esto? Se sabe que los muchachos usan tal expresión para decir que algo fue sensacional, ¡apantallante! Ella quería sentirse elogiada por Víctor, que el mundo de Comitán se enterara que ya eran novios. Víctor era un muchacho muy perseguido por las chicas de la prepa, porque era un gran deportista, tenía un cuerpo casi perfecto y era un seductor de líneas precisas en su rostro de ascendiente griego. Esa misma tarde, Víctor invitó a Romelia al cine. Compraron las entradas, pasaron a la cafetería donde compraron una bolsa de gomitas y entraron a la sala. Ya había comenzado la función. Romelia buscaba un asiento en medio de la penumbra de la sala que sólo se iluminaba más cuando era de día en la película, pero Víctor la llevó al pasillo que conducía a la parte trasera de la pantalla. Romelia acercó sus ojos a los hoyitos y quedó maravillada. Ella hacía lo mismo que hacían los espectadores, sólo que ella miraba la película real. Allá, en la fila dieciocho, al lado del pasillo de en medio estaba su tía Rosa con su tío Amado, quien tenía los ojos cerrados y estaba con la cabeza doblada hacia su pecho. ¡Sí!, dijo Romelia, era algo apantallante, pero Víctor hizo lo que nadie había hecho. Tomó a su novia de la mano y la llevó a la parte delantera de la pantalla, allí donde se proyectaba la cinta. Hubo dos o tres gritos de protesta de parte del público. Él la tomó del talle y comenzó a llevarla de un lado para otro en un baile imaginario. Romelia se sorprendió, tuvo cierta pena, pero un instante después comprendió que nadie en Comitán había hecho algo similar. Bailó como dicen que bailaban las bailarinas cubanas que actuaron en el cine de oro del cine mexicano, y Víctor bailaba como dicen que bailaba Fred Astaire. La luz de la proyección iluminaba sus rostros, sus manos, sus piernas, la totalidad de sus cuerpos. Hubo dos o tres gritos de protesta de espectadores que deseaban ver la continuación de la cinta, sin interrupciones. Pero dos o tres espectadores vieron con emoción la escena real que Víctor y Romelia realizaban, tal vez pensaron que era una forma de hacer realidad los sueños, de aparecer en el cine, de ser inmortal como los actores y actrices.
Víctor contaba que llevó el acto al extremo, que hubo un momento donde los gritos de protesta fueron mayoría, por lo tanto, el cácaro prendió las luces de la sala sin suspender la proyección. Víctor y Romelia quedaron congelados, él la abrazaba de la cintura y ella tenía sus manos colocadas en los hombros de él. Víctor la atrajo hacia sí y la besó en los labios; ella se dejó atraer y levantó la pierna izquierda, como había visto que hacía Brigitte Bardot. Los gritos de protesta continuaron, pero dos o tres se pusieron de pie y aplaudieron. En ese momento, Víctor jaló a Romelia y salieron corriendo, buscando la salida. Fue uno de los momentos más sublimes del cine.
Cuando pienso en pantalla pienso en la de las salas cinematográficas. Todo mundo debería hacer lo mismo. Digo, para tener conciencia de que lo maravilloso está más cerca de lo que creemos.