martes, 30 de enero de 2018

HISTORIAS CONOCIDAS




Todo mundo conoce la historia del perro que, en Japón, acudía a la estación de tren a esperar a su amo. El amo ya había muerto, pero el perro no lo sabía. ¿Cómo un perro puede saber que un afecto ya no está, porque falleció? El perro se echaba, recargaba la cabeza sobre su pata delantera izquierda y veía hacia el frente, con esa mirada de niebla afectuosa y misteriosa que tienen todos los perros, como si vieran algo desde más atrás, desde una ventana indecible. Ahí se estaba hasta que el tren llegaba y al ver que su amo no había llegado pensaba: “Hoy no vino, será mañana” y así transcurrían los días. El perro jamás dejó de llegar, hasta que, viejo y cansado, él también murió. En Japón existe un monumento que es recordatorio permanente de esta relación de fidelidad.
De igual manera, todo mundo conoce la historia de Kalimán, el hombre increíble, el personaje de revistas ilustradas, que en los años sesenta y setenta hizo la delicia, cada semana, de millones de lectores. Kalimán era un personaje que recomendaba a su fiel asistente, que se llamaba Solín, que siempre tuviera “Serenidad y paciencia”, además, era un convencido de que “Quien domina la mente ¡domina todo!”. En Comitán fue famosa la serie radiofónica que trasmitía la XEUI, primera estación radiofónica comercial. Muchísimas personas fueron fieles escuchas de ese programa que se vanagloriaba de que la voz del personaje era la de él mismo: “En el papel de Kalimán, ¡el propio Kalimán!”. ¡Mentira! Luego medio mundo se enteró que la voz de Kalimán era la del actor Manuel Pelayo, que luego se hizo famoso con un programa de televisión que se llamaba: “Sube Pelayo, sube”, y que era un programa de concursos donde el conductor sobajaba a los participantes. Era un programa ingrato que contradecía la ideología del personaje al que le había prestado la voz, porque Kalimán nunca dominó su mente para dominar a los incautos, sino al contrario.
¿Alguien imaginó alguna vez que las dos historias se hicieran una sola? Sí, alguien la imaginó. En esta fotografía aparece un perro que se llama Kalimán. ¿Por qué su dueño lo bautizó con tal nombre? No lo sé. Imagino que don Noé, amo del perro, escuchó el programa radiofónico o leyó la revista de historietas y supo que dos valores fundamentales de la vida son la serenidad y la paciencia, por lo que bautizó con el nombre de Kalimán a su chucho. En esta fotografía, Kalimán, igual que su compañero japonés, realiza el mismo acto de fidelidad infinita, porque una tarde ingrata, su amo fue llevado al hospital, debido a un desvanecimiento ocasionado por un infarto. La etapa del hospital fue una etapa de desasosiego del animal. En la tarde salía de casa e iba al entronque de la carretera a esperar el camión. Movía la cola cuando veía que el camión se acercaba, pero se retiraba triste en el momento en que advertía que don Noé no bajaba. Sólo veía bajar a mujeres con canastos y hombres con cajas de herramientas, que volvían del trabajo diario.
El corazón de don Noé se cansó y ya no volvió a correr con la alegría que lo hizo durante más de ochenta años. Una tarde lo regresaron a su pueblo, pero ya en una carroza. Kalimán corría de un lado para otro, pero no alcanzaba a comprender. ¿En dónde estaba su amo? ¿Por qué no, como siempre, bajaba del auto y se ponía a jugar con él?
La fotografía es de la tarde que enterraron a su amo. Kalimán se retiró de la multitud que oraba frente a la tumba. El perro se echó al lado de la reja que luego sirvió para recibir las paletadas de cemento y cubrir el hueco en la tierra. Kalimán está en la misma posición del perro japonés, está en espera de que suceda el milagro, está con la cabeza sobre la pata, ve hacia la nada desde la nada, espera el prodigio para pararse de manos y abrazar al amo.
Esta historia se repite miles de veces todos los días en el mundo. Los perros esperan a sus amos ausentes. Los extrañan. ¿Cómo explicarle a una mascota que su amo no regresará porque ya falleció? ¿Cómo decir que la vida tiene ese lado ingrato que son huecos en el aire? ¿Cómo si los seres humanos no somos Kalimán y no tenemos la capacidad de dominar la mente? Porque si domináramos la mente, pudiéramos comunicarnos con los perros y con los gatos y con los canarios y con todas las mascotas que se quedan huérfanas cuando se revienta el hilo de luz.

Don Noé se fue. Kalimán quedó. Aún cree que su amo volverá. Cuando el autobús llega y no lo ve bajar, piensa: “Hoy no vino. Será mañana”. Mientras tanto se hace viejo.
Todo mundo conoce la historia del perro japonés que esperó a su amo, tarde tras tarde. Todo mundo conoce la historia de Kalimán, personaje de historieta que recomendaba paciencia y serenidad.
Hoy, algunos lectores conocen la historia de Kalimán, el perro increíble, que espera serena y pacientemente que una tarde de éstas don Noé baje del camión.