sábado, 16 de septiembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON BUENA LETRA

Querida Mariana: en esta fotografía está el maestro José Luis Santos y Nancy López. Te invito a que mirés los objetos que hay en la mesa. Está un ejemplar de nuestra revista Arenilla, pero, además, la chica tiene una libreta y, en la mano, una plumilla. Hay dos bolígrafos, un frasco de tinta, un trapo y un celular. Como si fuera un juego te pregunto: ¿cuáles son los objetos que no corresponden al día a día de una estudiante actual? ¡Eso! Muy bien. Te ganaste un chimbo. En efecto, los dos elementos que no corresponden a las mesas de trabajo de hoy es la plumilla y el frasco de tinta. El maestro José Luis imparte lecciones de caligrafía. ¡Pucha, con qué se come esto? A ver, si busco en el diccionario de la Real Academia encuentro que caligrafía es: “arte de escribir con letra bella y correctamente formada, según diferentes estilos”. ¿Mirás qué disciplina artística tan genial? Se trata de que el mundo olvide la llamada “letra de doctor”, que es una letra incomprensible. Nuestra querida Rosario Castellanos nunca se preocupó por este arte. Tal vez su creatividad desbordaba, por lo que precisaba pepenar las palabras al vuelo y botarlas sobre el cuaderno. Quienes la conocieron y tuvieron el privilegio de cartearse con ella aseguran que las cartas escritas a mano eran como pergaminos con jeroglíficos. Mi abuelita Esperanza fue del mismo grupo de Rosario. Mi abuelita y yo nos escribíamos cuando estuve en la UNAM, en la Ciudad de México. Vos sabés que no tengo letra fea, pero mi abuelita sí escribía un poco enredado, un poco. Para leer sus breves cartitas yo destinaba varios minutos en descifrarla. Escribía con letra de doctor, de doctor adormilado o medio bolo. Hoy extraño mucho sus letras de garrapata. Lo mismo, los destinatarios de las cartas de Rosario las conservan como tesoros, más las escritas a mano que las escritas a máquina. Pero, por supuesto, medio mundo valora y aprecia las cartas manuscritas con letra impecable, bella, artística. Hoy, en las escuelas ya no imparten clases de caligrafía. En mis tiempos de estudiante sí practicamos esos ejercicios. La clase era entretenida. Hacíamos unos chorizos con bolitas que debían guardar cierta simetría. El lápiz patinaba sobre el papel y hacíamos bellas figuras geométricas. Un día el sistema educativo nacional dejó la enseñanza de la escritura cursiva y con ello se acabó la clase de caligrafía. Todos los niños comenzaron a escribir con la llamada letra de imprenta, donde las letras no están ligadas, sino que van separadas. Entiendo que dicho cambio se debió a que Rosario Castellanos y mi abuelita Esperanza escribían con una letra intraducible. Es cierto, la llamada letra de imprenta es más comprensible, pero ahora los escritos con caligrafía bellísima han quedado olvidados. Me dio gusto, enorme gusto, ver que Nancy aprende caligrafía. La práctica hará que ella logre escribir en forma manuscrita textos bellísimos, que son muy apreciados por todos. Muchos alumnos del Colegio Mariano N. Ruiz recuerdan las enseñanzas de caligrafía de la madre Sara. La madre Sara (maestra maravillosa) era una artista completa, así que el trazo de su letra era muy fino y delicado. Ella siempre procuraba que sus alumnos escribieran en forma correcta. Era tal la vocación de la madre Sara que exigía que sus alumnos de sexto grado entraran una hora antes de la oficial, para aprovechar el tiempo y en un cuarto anexo al claustro de las madres del Niñito Fundador impartía clases extraordinarias, por las tardes, para los alumnos que tenían ciertas deficiencias. Siempre hay. Posdata: los de mi generación somos escritores “polivalentes”, porque dominamos tanto la manuscrita, como la de molde. Nunca me llegó carta manuscrita de Rosario, pero, tuve la dicha de recibir muchas de mi abuelita Esperanza. Desde siempre he admirado la letra culta, bellísima, de quienes tenían una hermosa caligrafía. En estos tiempos hemos perdido muchas cosas buenas, incluidas esas cartas escritas por mujeres y hombres exquisitos. Mi mamá mejoró la letra de su mamá, pero no escribe tan bonito, como sí escribía mi papá. ¡Tzatz Comitán!