jueves, 14 de septiembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN ÁRBOL

Querida Mariana: nos faltan árboles. Todo mundo reconoce la bendición de los árboles, quienes más la aprecian son los taladores. Estos compas llenan sus bolsas con dinero depredando la naturaleza, provocando la asfixia del mundo. ¿Quién para a los tala montes? ¡Nadie! Nos faltan árboles. La sociedad comiteca merece más árboles. Acá empleo el verbo “debería” con ánimo de invocación. La autoridad municipal debería procurar más espacios arbolados. ¡No lo hace! Los ciudadanos deberíamos sembrar más arbolitos. ¡No lo hacemos! Al estilo del Chapulín Colorado clamamos: ¿quién podrá defendernos de las altas temperaturas que ya se manifiestan en nuestro pueblo? ¡Nuestro pueblo! El pueblo que, desde siempre, se enorgullece por tener el clima más agradable de todo el estado de Chiapas. Comitán sigue teniendo el mejor clima, pero ya no posee el clima templado, ¡agradabilísimo!, de los años sesenta del siglo pasado. Te he contado que la casa donde crecí tenía un sitio con algunos árboles, pocos, pero tenía. En las casas de mis compañeros de la primaria había sitios arbolados, con sombras generosas, donde jugábamos carritos o canicas. La mayoría de casas tenía sitios. Cuando mis papás construyeron su casa a una cuadra de la Matías de Córdova destinaron grandes espacios a jardines con árboles. Había incluso una rotonda con un árbol de naranja agria al centro. Hoy vivo en una casa pequeña. Mi mamá y mi Paty siembran flores en la cochera al aire libre. Hay un árbol chaparrito, sólo uno. Los colibríes llegan a menudo a chupar miel de las campanitas. ¡Es como una oración del día! Pero, a cada rato me digo que nos faltan árboles. Mi experiencia personal parecería definir la evolución del pueblo. Las casas de mi infancia fueron amplias y tuvieron sitios, las casas de hoy ya no tienen sitios. La necesidad ha obligado a las familias a fraccionar los sitios y edificar. La necesidad ha sido una gran taladora de árboles. Poco a poco nos hemos quedado sin espacios arbolados. La vida se ha achiquitado, nuestros pulmones se han contraído. Te he contado que en mi juventud bebí harto trago con los amigos de mi palomilla. Me encantaba ir a cantinas donde colocaban mesas en los sitios. Era un verdadero disfrute estar a la sombra de los árboles y tomar la cerveza y comer la botana de salsa molcajeteada, tostadas de manteca, frijoles refritos con chile de Simojovel y chicharrón de hebra. Hoy nos faltan árboles. Los pájaros y las ardillas se están quedando sin sus casas; los niños y niñas no tienen dónde colgar sus columpios; los escritores extrañan los troncos donde se recargaban a pensar y escribir; los amantes también lamentan no tener dónde grabar con una cuchilla sus nombres en medio de un corazón. Nos faltan árboles. Los árboles son símbolo de esperanza, abrazos en medio del aire. Posdata: nos faltan árboles y autoridades municipales sensibles, inteligentes, comprometidas, que amen nuestro pueblo y la vida. ¡Tzatz Comitán!