viernes, 15 de septiembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON GRITOS

Querida Mariana: ¿gritan en tu casa? A mí no me gustan los gritos, pero a veces caigo en la tentación. En estas fechas los mexicanos gritamos. El presidente de la república grita desde el balcón central del palacio. Hay que señalar que los gritos son diversos. El presidente de la república grita: ¡Viva México! y nombra a los involucrados en la gesta de independencia. No hay un protocolo único, dependiendo de la personalidad del ejecutivo así es el grito. En 2022, el presidente de la república incluyó un viva especial: “Vivan los héroes anónimos”. Acá se incluyen un regimiento de personas, porque (lo sabemos) esta patria no la hacen sólo los grandes nombres, sino también está construida por las personas modestas. El presidente de la república debe moderarse por lo emblemático de su cargo, pero, sin duda, que, cuando fue joven, simple ciudadano de calle, con sus compas, gritó lo mismo que gritan muchos mexicanos para demostrar el nacionalismo. El grito es el mismo del balcón presidencial: ¡Viva México!, pero se le agrega una palabrita que le da énfasis. El grito completo es ¡Viva México, cabrones! Venden sombreros con alas grandes con la frase impresa: ¡Viva México, cabrones! ¿Por qué muchos ciudadanos gritamos este grito? ¿Por qué le agregamos la palabrita que molesta a oídos castos? ¿Ofende el grito? Digamos que no, porque ya estamos acostumbrados. Pero, si lo mirás bien (oís bien) hay un intento de englobar a todos en un aro que no es muy luminoso. Quien grita así, avienta su nacionalismo, pero nos dice cabrones a todos los del círculo cercano. Sí, tenés razón, el gritón no lo hace con intención de dar una bofetada al espíritu, ¡no! Digo que es por costumbre. Aprendimos el grito siendo niños y lo repetimos, lo repetimos en forma festiva. Es parte de nuestro folclor. Los chicos de hoy escuchan que una empresa cervecera ya popularizó la palabra chingón. En mis tiempos de niño, la palabra se pronunciaba en voz baja. Ahora, los chicos y chicas la pronuncian como si dijeran las palabras más sencillas, las más inocentes. Por eso, ahora que caminé por la calle me dio mucho gusto encontrar esta banca tan patriota. En cuanto vi la bandera pensé en gritar: ¡Viva México, cabrones, porque la vida es bella! Pero sólo lo pensé, porque cuando camino solo me reprimo. Si tuviera dieciocho años y estuviera al lado de los amigos de mi palomilla sí habría gritado. Estoy seguro que habría tomado la bandera, me la hubiese colocado en el pecho, me habría trepado en la banca y, como si estuviese en el balcón presidencial, gritaría: ¡La vida es bella! ¡Viva México, cabrones! Dos de mis amigos, contagiados con mi locura, habrían tomado las banderitas, ondeándolas, harían eco a mi grito: ¡Viva México, cabrones! ¡Viva! Mi vecina siempre está pendiente de los demás, piensa en los peatones, que quienes caminan por esa calle encuentren una imagen llena de vida. La banca está desde siempre, pero en este tiempo la adornó con dos banderitas y una grande. Los macetones siempre están llenos de flores frescas. Esto, salvo lo que piensen las autoridades plásticas, es un verdadero altar a la patria, porque esta patria, tan grande, tan soberbia, tan hermosa, debería conservar este espíritu luminoso. Mi vecina siembra esperanza, rayitos de luz. Los tiempos son difíciles, ella procura que México tenga una imagen más radiante, que cancele las imágenes dramáticas que hoy vemos en las pantallas de la televisión. Posdata: nos han sembrado imágenes nacionalistas que no van con la esencia de la vida. El grito no se conforma con vitorear al país, ¡no!, hay necesidad de agregarle una palabra altisonante. Si lo vemos bien ¡es una cabronada sin sentido! Cuando pienso en el grito lo asocio de inmediato a una persona con un charro en la cabeza, una camisa abierta y una botella de trago en la mano. No corresponde a la imagen que todo mundo debería tener de la patria. ¡Tzatz Comitán!