martes, 16 de diciembre de 2025

CARTA A MARIANA, CON HOGARES DE MUCHOS

Querida Mariana: estuvimos en varios momentos en el stand de la UNAM, en la FIL 2025. Ah, qué oferta editorial tan inteligente. Ya te conté que el primer libro que compramos fue “Este minuto único y eterno. El archivo privado de Rosario Castellanos”, edición de la UNAM; pero luego vimos ejemplares de revistas de la Universidad de México y adquirimos el correspondiente a noviembre 2025, que tiene como tema central Las bibliotecas. Le conté a Dora Patricia Espinosa que yo adquiría dos publicaciones en mis tiempos de estudiante de la UNAM, una era gratuita y otra pagada, la primera era la Gaceta; y la segunda era la revista. La gaceta la encontraba en la planta baja de rectoría e iba cada semana por ella; la segunda la adquiría en la librería de CU. Así que en cuanto vi ejemplares a la venta le dije a Paty que compráramos una, la que habla de bibliotecas, porque, de inmediato, el ojo se fue detrás de los nombres de dos grandes escritoras que participan en este número: Irene Vallejo (la famosa autora de “El infinito en un junco” que ya lleva chorrocientas ediciones, porque ha sido un éxito literario a nivel mundial; y Leila Guerriero, quien está considerada como una de las periodistas más influyentes. Ya en el pueblo, con toda la calma del mundo comencé a darle una vueltita a la revista. Cumplió mis expectativas. Me fui de atrás para adelante, como si dejara al final el mejor platillo. Hallé una reseña de varias películas de Tarkovski (que conocí, precisamente, en una muestra de cine de arte en algún auditorio de la UNAM); luego un artículo que habla de la obra de la fotógrafa Graciela Iturbide (que te conté fuimos a ver una exposición de ella en el edificio de Banamex, en el andador Madero, del Centro Histórico); a continuación, la celebración de los ciento veinte años del poeta tlaxcalteca Miguel N. Lira, donde (¡oh, qué prodigio!) aparece un poema que le dedicó a Tapachula, que se llama “Corrido de amor a Tapachula”. Copio un cuarteto para que mirés la delicadeza de sus letras: “¡Qué más da que el río Coatán quiera atajarme la huida, si al cabo te he de llevar con mi vida confundida!” Tal vez varios huacaleros conocen este poema que, en efecto, es un canto de amor a esa abrasante ciudad. Y entrando en materia, un poema de Frank Báez que dice (copio un cachito) “Duele mucho desarmar una biblioteca, ser consciente de que estás destruyendo lo que el amor, la paciencia y el rigor unió”. Ah, las bibliotecas. En la casa de mi infancia no hubo bibliotecas. Poco a poco fui formando un pequeño librerito que, conforme pasó el tiempo, se volvió un maravilloso espacio como si fuera un invernadero con muchas flores. Luego, en las mudanzas se desarticuló (destruí “lo que el amor, la paciencia y el rigor unió”). Ahora tengo pocos libros, pero “bien peinados”. Los editores convocaron a lectores a compartir testimonios y este número contiene lo que llamaron “un acercamiento polifónico” al tema de las bibliotecas. Me gustó el artículo de Leila, quien habla de su biblioteca personal “más allá del placer que me proporciona, la hurgo, la exprimo, la utilizo como combustible”. La mayoría de testimonios coincide en decir que ahora las bibliotecas ya no son tan visitadas como antes. La primera biblioteca formal que conocí fue una que, en los años setenta había en el edificio de la presidencia municipal, la recuerdo como un espacio en penumbra, con la clásica presencia de una mujer malhumorada, aburrida, que siempre tejía chambritas y suéteres. Desde el primer día que la vi supe que ella estaba en un lugar equivocado, debería estar en la tienda de estambres de mi mamá. ¿Una bibliotecaria que no leía sino que era tejedora? Bueno, así era en mi pequeña ciudad. Cuando fui a estudiar a la Ciudad de México me deslumbré con la Biblioteca Central Universitaria, supe que ahí estaba mi lugar, era mi Ítaca, el destino me regaló algo que no fue buscado, que fue como la isla que se interpone a mitad del trayecto, la isla del ensueño. Posdata: he disfrutado este número de Revista de la Universidad de México, pienso que debo suscribirme para recibirla en casa cada edición. Luego te cuento si lo hago y si sí, te cuento el contenido de cada una de ellas. Cuando menos en este número, repito, hallé comentarios acerca de la obra del gran Tarkovski, que a vos te caería como anillo al dedo. ¡Tzatz Comitán!