Regresé a vivir a Comitán después de una ausencia de casi diez años. Hace como dos meses hallé a un amigo en el parque, le daban grasa a sus zapatos. El saludo afectuoso de mi amigo fue: "¿Y dónde te metiste?".
¿Dónde se mete uno cuando no aparece? ¿En dónde se metió mi amigo mientras yo anduve metido en otros espacios? Todo es como una niebla, como una burbuja donde no hay posibilidad de coincidir. Es tan difícil pasar de un lado hacia otro, es como si el destino se empecinara en aislarnos.
¿En dónde estuve metido? Ahora no lo sé. Ya no lo sé. Me fue tan fácil vivir esos diez años en otro espacio, mas ahora ya no puedo distinguir realmente en dónde anduve metido.
Digo lo anterior porque aún ahora no sé en dónde estoy metido. Ayer compré el Heraldo de Chiapas y me enteré que el Coneculta Chiapas organiza una retrospectiva de la obra gráfica de Gonzalo Utrilla. Me dio gusto porque Gonzalo es mi amigo.
Hace muchos años -no sé cuántos porque ahora reconozco que he perdido la noción del tiempo así como he perdido la huella de los espacios que he habitado- me senté junto a él en un evento de un encuentro de arte promovido por el Instituto Chiapaneco de Cultura.
¿En dónde me metí? ¿En qué hueco anduve estos últimos tiempos?
¿Gonzalo está muerto?
La nota era muy clara. La retrospectiva de su obra gráfica que se presentará en el Centro Cultural Jaime Sabines es un homenaje que le rinden al artista quien falleció en junio de este año.
¡Dios mío en dónde estuve metido!
¿Gonzalo está muerto?
Pues sí. Gonzalo falleció en Toluca, lugar donde residió durante muchos años.
Hace muchos años me senté junto a él. Alguien exponía una conferencia acerca de la plástica chiapaneca. Gonzalo, en una hoja color hueso, dibujaba un boceto. Lo dibujaba con un bolígrafo tinta negra. El apunte mostraba el rostro de una mujer con un sombrero lleno de plumas. Esa mujer no tenía un referente real (ninguna de las mujeres que estaban en el auditorio tenía un tocado sobre la cabeza). Esa mujer pertenecía a otro siglo. Bien podría haberle preguntado: "¿En dónde te metiste todos estos siglos?". El talento de Gonzalo la había rescatado del túnel del tiempo.
Cuando Gonzalo terminó el boceto, lo firmó, me lo dedicó y lo puso sobre mis manos. Gonzalo sonrió y me dijo que era un detalle apenas, sólo para reafirmar nuestra amistad.
Durante muchos años ese boceto adornó la pared de la sala de mi casa. En una de las tantas mudanzas el cuadro se extravió. Estoy seguro que por ahí anda. Sé que ese cuadro también está jugando al destino desviado. ¿En dónde se metió?
Y ahora me toca también preguntar a Gonzalo: ¿En dónde te metiste?
¿En dónde estuve que no me enteré de la muerte de mi amigo?
¿Qué huecos nos hacen ausentes de los ausentes?
El bolero somató ligeramente el zapato de mi amigo para decirle que cambiara de pie. Mi amigo bajó el zapato izquierdo y subió el derecho al cajón de bolear. Mi amigo repitió la pregunta: ¿En dónde te metiste?
¿Qué podía decirle yo? En apariencia no es más que un simple cambio de pie, pero el bolero sabe que mientras lustra un zapato el otro está en un territorio inadvertido.
Me gustaría ir a Tuxtla a ver la retrospectiva de la obra de Gonzalo, pero no sé qué haré mañana, no sé en qué hueco estaré metido.