viernes, 29 de agosto de 2008

¿Nos echamos un tabiro?

Ayer se publicó la Ley Antitabaco en el Diario Oficial.
Dicha Ley prohibe fumar en lugares cerrados públicos.
¿Nos echamos un tabiro? Esta era la pregunta que escuchaba en mi adolescencia.
Fumar, lo saben todos los lectores de este cuaderno, es una dependencia nociva.
Fumé más de veinte años (más, más). Al final de mis tiempos de fumador fumaba casi dos cajetillas diarias (¡cuarenta cigarrillos!).
Un día ¡me cayó el veinte!
Desde hace más de ocho años ¡no fumo nada, nada!
Todas las mañanas le pido a Dios fuerzas para no recaer en vicio tan estúpido y dañino.
¿Ayudará en algo esta Ley Antitabaco? Espero que sí, cuando menos ayudará a que quienes no fuman no reciban esa niebla apestosa que se forma en torno a todos los fumadores.
Mis amigos dicen que me volví un intolerante y que no se vale. Mis amigos aceptaron que yo fumara al lado de ellos. Ahora yo no soporto que fumen a mi alrededor. En cuanto huelo el humo del cigarro me retiro de inmediato.
Por fortuna, ahora laboro en un espacio libre de humo. En el Colegio Mariano N. Ruiz no está permitido "un tabiro" ni por asomo. ¡Es un espacio libre de humo, gracias a Dios!
¿Nos echamos un tabiro? En apariencia es una pregunta inocente, es una invitación simple. La respuesta positiva implica entrar a un abismo sin fondo.