lunes, 6 de septiembre de 2010

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LA LUNA NO TIENE ÁRBOLES




Querida Mariana, son paisajes tristes aquéllos donde no hay árboles. No me gustan los Desiertos, ni los terrenos chiapanecos donde los talamontes hacen gala de su bestial nombre. Me gustan los territorios que están llenos de plantas, hormigas, guacamayas, ríos con aguas limpias y cielos limpísimos. Me gustan los seres humanos cuyos espíritus son como selvas rebosantes de esa luz que tiene todos los tonos del verde.
Cuentan que hubo un planeta que tenía millones de árboles y éstos millones de pájaros, pero una bestia sin alas tuvo envidia de los millones de pájaros.
No sé qué pensás vos, pero yo siempre he pensado que la madre de todos los vicios no es la pereza sino ¡la envidia!
La bestia, que como ya dije era ¡una bestia!, vio detenidamente el vuelo de un avión y concluyó que el avión no podía volar sin combustible. Así, realizó una analogía tonta (era una bestia) y dedujo que la clave del vuelo de las aves ¡era el combustible!, y que los pájaros cargaban combustible cada vez que se posaban en las ramas.
¡Burro! (con perdón de los burros). Un tepezcuinte, amigo de la bestia, le dijo que si los aviones volaban era porque tenían alas, pero la bestia vio la nave sin combustible sobre la pista y vio que no podía volar. Insistió en su teoría.
Una tarde convocó a millones de hormigas guerreras y pagó cien hojas verdes a cada una para que tumbaran todos los árboles. Cuando el planeta quedó sin un árbol, la bestia se sentó sobre una piedra en la cima de una montaña y vio el cielo, satisfecho porque había acabado con las fuentes de aprovisionamiento de los pájaros. No tardó ni un segundo cuando miró una parvada encima de él y un segundo después sintió una cagada sobre su cara.
¡No!, gritó.
El tepezcuinte se asomó y le dijo: “Te lo dije, ¡bestia!”.
Pero eso no fue todo, querida Mariana, porque las hormigas también se dieron cuenta que habían obrado mal. El día que cada una agotara sus hojas ya no habría. Así, cuenta el fabulista, la idea de la guerra asomó en las cabecitas de las hormigas y se volvieron guerreras. Todas pelearon y se mataron por poseer las hojas que aún quedaban en bodegas.
Por esto, niña bonita, no soporto a las bestias. No soporto a los seres que son talaespíritus. ¡Hay muchos! Acá en el pueblo he detectado a varios que insisten en imitar de manera grotesca a Juan Rulfo con su ya famoso Pedro Páramo (en mala hora y con mala leche). Hay una insistencia en volver páramos a nuestros fértiles territorios. Por esto coincido con Ramiro que siempre dice: “Yo no me junto con pobres ni con pendejos”. Es mala decisión andar con pobres de espíritu. Éstos tienen envidia de aquéllos cuyos espíritus son como selvas llenas de lianas, de lluvias menudas a contraluz, de mariposas y de loros volando en los cielos. Por esto, niña bonita, por esto me gusta estar con vos.
PD. Una vez alguien me preguntó: ¿Para quiénes escribís? Hoy puedo decir con certeza: escribo para espíritus de Selva y de Bosque. No escribo para espíritus de Desierto.