miércoles, 8 de septiembre de 2010

EL TRÍPTICO




Imaginá que te llamás Tríptico. Imaginá que sos Tríptico. El díptico te envidiará, porque a pesar de que él tiene más espacio, vos tendrás el privilegio de ser como la Divina Trinidad que es tres en uno y viceversa.
Si sos creyente podrás reflexionar acerca del triduo: Dios padre, Dios hijo y Dios Espíritu Santo; y si sos ateo te divertirás como si fueras un mar de confusión metido en un laberinto.
Tendrás que acostumbrarte a pasar de mano en mano, a ser arrugado y a terminar tus días en un basurero. Pero no te preocupés porque, a final de cuentas, este el destino de todos los seres del mundo. Mi tía Eugenia, por ejemplo, ha pasado de mano en mano, ya está toda arrugada y terminará sus días en algún basurero universal.
Lo bueno es que mientras llega el final, vos disfrutarás que tu pareja te tome con ambas manos y te abra lentamente. El díptico no posee el misterio. Apenas lo abren ¡muestra todo! Vos, en cambio, te abren, pero no logran mirar todo. Hay un fragmento de vos que queda en la puerta de la incógnita. Y esto, lo sabés bien, es lo que se llama sugerencia, lo que provoca la sensualidad.
Deberás elegir un papel bonito. No vayás a ser de esos trípticos corrientes que son fotocopias. ¡No, no! ¿Por qué no vas a San Cristóbal de Las Casas y te metés en el Taller Leñateros, de la poeta Ámbar Past y elegís un bonito papel reciclado? Un papel que tenga flores, que huela a campo, que tenga la huella de los pinos y del viento para que cuando tu pareja te abra sienta un chiflón de vida y sepa que contigo es posible meter los pies al agua limpia y es posible volar todos los papalotes sobre tus cielos.
Imaginá que sos un Tríptico de esos que sirven para orientar a los ciegos; de esos que son guías para amantes; de esos, bonitos, que enseñan cómo llegar a las puertas del cielo sin caer en la tentación de meter la cabeza en la ventana del infierno para ver porqué la gente se divierte tanto allá adentro. Imaginá que sos un tríptico del cielo y que los lados de tu estructura están pintados como si fuesen la Capilla Sixtina. No dejés que tu pareja te abra como si fueras un simple folleto publicitario de esos que regalan a la entrada de los mercados de autoservicio. ¡No, no! Tampoco seás como esas tarjetas de cumpleaños que tocan el happy birthday a la hora que los abren. Cuando te abran silbá el sonido del silencio. Sé como uno de esos fascinantes paisajes sonoros que producen Emilio Ruiz y Gabriela Barrios. Conservá en tu interior las esencias de tu identidad. Si en alguna hoja tenés una mancha de comida, que sea de algún platillo típico de la comunidad y no sea una mancha de hamburguesa, porque entonces serías un “manchado”. Conservá en tu interior el aroma del viento y los pasos del abuelo a la hora que caminaba en la madrugada por los corredores de la casa.
Imaginá que sos Tríptico, que sos como un mínimo pétalo de papel, pero vestite como si fueras traje para Albert Einstein o túnica para Gandhi o sayal para la Madre Teresa de Calcuta.