lunes, 20 de septiembre de 2010

MEXICANOS AL GRITO DE PAZ




Antes de acostarme prendí la televisión. Pensé en qué se entretenían los hombres del siglo XIX. Alcé la vista y bendije al foco. Tomé un libro: “Unos cuantos cuentos Canarios”. Como siempre hago torceduras jugué con el título. Como si fuera una serie de caricaturas por televisión imaginé otro título: “Unos cuantos cuentos Gatos”. Pero el título original alude a escritores de las Islas Canarias. Comencé a leer un cuento de Gilberto Alemán de Armas (¡Ah, qué buen cuentero!). Seguí jugando, ahora con el nombre del escritor: Gilberto Mexicano de Paz. Entonces pensé que ya va siendo hora de que en México se convoque a un concurso para la nueva letra del Himno Nacional. La música es bella y todos los mexicanos la reconocemos y nos reconocemos en ella, pero ¿la letra? ¿De veras pensamos que es un himno digno para enseñarlo a nuestros hijos? ¿Es correcto que en todas las escuelas del país, a la hora del Homenaje a la Bandera, medio mundo cante esa letra?
Cuentan que organizaron un Concurso para hallar el Himno más bello del mundo y el nuestro quedó en segundo lugar, en primer lugar quedó La Marsellesa. Pero esto fue por la música. Si se convocara a un concurso de letras de Himnos Nacionales, el nuestro quedaría mal parado. Medio mundo lo ha dicho: ¡es un himno belicoso y anacrónico!
“Mexicanos al grito de guerra, el acero aprestad y el bridón”. ¿Qué? Muchos intelectuales sugieren que esta letra debe cambiarse por una que convoque a la unidad para la paz y para el trabajo. Es momento que la patria sepa que, en lugar de soldados, “el cielo, un hombre digno en cada hijo le dio”.
El Himno que interpretamos nació en mil ochocientos cincuenta y tantos. En ese tiempo, dicen los que saben, se buscaba un himno verdaderamente patriótico. Hoy, estos tiempos requieren un himno verdaderamente esperanzador, un himno que nos convoque a la unidad, al trabajo y al progreso. Yo respeto a mi patria y procuro ser patriota cumpliendo con mi encomienda sin joder al prójimo, pero, de veras, no estoy dispuesto a aprestar ningún bridón (que quién sabe qué signifique esto, porque ahora los caballos ya fueron sustituidos por autos modernos). Estoy dispuesto, sí, a representar a mi patria con dignidad, a fomentar valores, a compartir lo mejor de nuestra cultura, a sembrar sueños y esperanzas. Estoy dispuesto a vivir en mi patria, por mi patria; dispuesto a llenar la tierra con colores tierra para limpiar el rojo de la sangre, fruto de la violencia. Estoy dispuesto a aprenderme de memoria, lo juro, la nueva letra del Himno Nacional y, poco a poco, a olvidar esa letra que desde niño aprendí a cantar y que, subliminalmente, nos provoca ser lo que este país nunca soñó ser.
Anoche prendí la televisión y bendije al foco que alumbra mi cuarto. Pensé en qué se entretenían los hombres del siglo XIX, esos hombres que alumbraban sus noches con velas y que tenían un concepto especial de patriotismo y de valor. Hombres con pistola al cinto y que estaban prestos, a la menor provocación, a subirse al caballo para batirse contra el enemigo.
Abrí un libro y disfruté la lectura de un cuento de Alemán de Armas. Jugué con el nombre del autor e imaginé que sus apellidos eran otros: Norteamericano de Armas. Pensé entonces en la vecindad y en el tráfico de armas que se da en la frontera. Comencé a ver canarios y gatos. Apagué la luz y dormí.