martes, 28 de septiembre de 2010

OSCAR BONIFAZ, UN PERFIL EN MI MEMORIA

Martha Díaz Carreón escribió el presente texto. Pasamos copia para los lectores de este cuaderno.

Dice la voz popular respecto de una persona que, a pesar del tiempo, va conservando su apariencia y la presencia de su fisonomía con relativa frescura, que el tiempo no pasa por ella, y ya más profundamente, consideran los que saben, que eso, además de ser signo de buena salud, obedece a que la expresión física es reflejo fiel de lo que le viene de adentro; es decir, la calidad del carácter, de la contextura espiritual y, en general, de la actitud que ante la vida se tiene, o también, a la manera de José Ingenieros, “que lo que el árbol tiene de florido, viene de lo que tiene sepultado”. Esta consideración la podemos aplicar a la persona de Oscar Bonifaz, de quien podemos pensar -quienes lo conocemos- que toda la vida ha sido el mismo: ¡la silueta delgada, el caminar ligero, la sonrisa pronta y contenta, la fácil respuesta de su simpatía para todos, y esa increíble, irrepetible actitud que pareciera ser, como decimos: “la mera verdad”; sobre todo cuando aborda la broma, el comentario , la anécdota, o el cuento pueblerino.
Él se pone a contar, a trasmitir, lo que se ofrece en el momento del encuentro, y así uno se esté “matando” de la risa, él adopta una actitud circunspecta, como que no entiende, como que le extraña y como que se pregunta el por qué, o el qué, es lo que mueve a una reacción así, y qué origina y provoca tanta celebración. ¡Ay no saben ustedes cómo se disfruta, cómo atrae una personalidad así! Cómo en el camino complicado de la cotidianidad es un bálsamo, es un remanso contar con una presencia así (siempre que lo encuentro, pienso que me lo quiero llevar a mi casa).
Pero aquí quiero decir que me he llevado una sorpresa y es que esté cumpliendo ¡85 años!, como lo dijo en su carta invitación el muy admirado Juan Carlos Gómez Aranda, e imagino que si le digo de frente al maestro mi sorpresa por esa edad, que no sólo no representa sino que me parece algo así como una confusión de fecha, me va a contestar con esa expresión tan suya: “¡Qué, qué tiene!, es cierto, no me diga que no lo sabía usted, ¡no me conoce bien, pues”.
Digo que estoy escribiendo sobre él, así, solo acudiendo a mi memoria; así como de memoria lo describo pienso que muchos se van a ocupar de su obra, que es excelsa. Sin embargo, me atrevo a decir, con respeto y con modestia, que no se ha sabido aquilatar su valía en las letras del estado y del país, obra que tiene profundidad y registra matices tan variados, como versátil es, en toda su producción. Ya en el verso, como en la prosa, conviven igualmente, el dolor, el valor, la dignidad y los perfiles de la tragedia humana, pero de esto, se ocupan los intelectuales, que saben que sus creaciones, han trascendido fronteras; por mi parte prefiero pensar en voz alta y delinear en este trazo mi percepción de quien me ha regalado tanto afecto y ha sido una influencia definitiva y muy señalada en la vida. Y no crea, usted que me lee, que todo ha sido vivir en su cercanía, sólo del florido festín de la alegría de su afecto y su amistad; que si bien he disfrutado con largueza y plenitud, siempre, lo mejor de su esencia, me la ha prodigado en los momentos más difíciles, confusos y dolorosos.
Ambos, él más que yo, sufrimos el detestable desempeño de una sociedad neocolonial, discriminatoria, cruel y rayana en lo irracional. ¿Por qué no decir también de su increíble sabor costumbrista, tradicional y hasta elegante, pero hipócrita, mañosa y descompuesta, que a algunos más que a otros nos marcó para siempre a su paso por nosotros, como lo hizo con todos nuestros coterráneos, y a cada quien en la medida de su propia circunstancia?
Son parte también, de nuestro haber existencial, el entrañable amor por la risueña tierra que nos tocó por cuna, y de la que ahora disfrutamos con algarabía infantil cuando estamos en ella, que en el caso del Maestro Oscar es apego definitivo, inmarcesible, pero que de cerca o de lejos vivimos constantemente, su intimidad, su sabor, su color y la riqueza de los amores que nos entrega.
Guardo del maestro su imagen imborrable de preceptor en la escuela secundaria de Comitán, rodeado de sus alumnos, antes o después de su clase, siempre dedicando su atención, ya fuera a las dudas, para aclararlas; ya a la discusión amable de algún tema que prolongaba en pláticas ex cátedra, o simplemente compartiendo las inquietudes personales del grupo, o de alguien en lo personal. Ah… pero también conocí -y ahora concluyo- que su versatilidad le permitió incursionar en otras actividades, ajenas, aparentemente, a su inquietud intelectual y docente. Por lo que puedo recordar, por cierto no exenta de nostalgia, aquella papelería, convertida después en zapatería (¿o eran ambas?), que era el punto de reunión para amigable y muy alegres encuentros, de él con todos los jovencitos estudiantes que nos ocupábamos de irle a quitar el tiempo, con la inocente diversión de la broma, el chascarrillo o el comentario oportuno que siempre tuvo con amable tolerancia para todos nosotros, aunque no fuéramos parte de su clase.
Yo creo que la zapatería fue un reflejo y también una manera de hacer eco de la vocaciòn artesana de su padre, un recio y prestigiado liberal de aquella ciudad, en la que, con la dulce y apacible doña Rosario Caballero, hizo su hogar, en el que nacieron Oscar y sus hermanos Luis, Roberto y Rosalba, para el beneplácito de quienes pudimos conocerlos y gozar de su afecto, simpatía y afecto.
Asi como su obra literaria de gran alcance cultural, tambien su vocacion docente, le exigió perferccionarse en las tareas de la enseñanza, sumando a su ya solida formacion, su paso por la escuela normal superior, de la que sus compañeros externan un testimonio de convencida admiracion. ha sido tambien, promotor tenaz y dedicado del teatro, la sublime rama del arte, que muestra certeramente, sobre todo, las pasiones y las virtudes humanas, es lamentable que en comitan, no hayan sabido aprovechar este renglón de las capacidades del escritor y maestro.
ahora, ya en la distancia que el tiempo se ha ocupado de ponernos a cada uno en su espacio, con sus cosas, con su propio camino, cumpliendo el inexorable ritmo del destino, con infinito cariño y sentida gratitud, quiero desear para mi, que el creador me siga concediendo la sombra de su calida y amorosa compresion, y el privilegio incomparable de su amistad.