domingo, 7 de noviembre de 2010
¿EN DÓNDE ESTÁ EL CAMINO?
En Chiapas habrá gobiernos municipales exprés. ¿Llegarán, mirarán, se beneficiarán y se irán? ¿Qué proyecto social puede completarse en apenas un año con ocho meses? Estos gobiernos municipales serán sólo puentes frágiles para ¡el 2012! En el estado, desde ahora, existe una efervescencia por los próximos candidatos. Se advierte que estos puentes no tienen vocación de trascendencia y están etiquetados como gobiernos para el olvido. Los gobernantes de este tiempo se la pasarán a gusto, a “gustavo”, al estilo de aquél gobierno, digno del Record Guinness, en que Gustavo Armendáriz Ruiz fue gobernador de Chiapas por ocho días, mientras Salomón González Blanco alcanzaba a llegar a la silla que Juan Sabines Gutiérrez dejó.
En Comitán, José Antonio Aguilar Meza resultó presidente electo. Es ahora una semilla que pronto brotará. ¿Hasta dónde crecerá su árbol? ¿Resistirá el embate del huracán del tiempo?
¿Cuál fue el interés fundamental que motivó a José Antonio a buscar la presidencia que ahora tiene en sus manos? Hoy, que es presidente electo, tal vez la pregunta es: ¿cuál es lo fundamental de su interés?
Una tarde, en casa de Francisco Gamboa, comiteco comprometido, escuché el ideario de José Antonio. Su programa de gobierno se sostiene en cuatro prioridades: educación, deporte, salud y seguridad. ¡Sin duda, una plataforma digna y responsable! Ese día asistí a la reunión porque el entonces candidato expondría su programa a los vecinos del barrio donde vivo. Uno de los muchos vecinos que esa tarde asistió a la casa de Paco, preguntó: ¿Y el turismo y el arte? ¿En qué renglones están en su plan de gobierno?
El arte, se sabe, es el renglón más desprotegido de los gobiernos municipales. Los gobernantes no alcanzan a comprender la importancia de que los niños y jóvenes abreven en esos pozos de luz; a los gobernantes les resulta incomprensible advertir cómo la educación y el arte resultan los mejores antídotos contra la depredación de las sociedades. Estos dos ríos no pueden medirse con resultados tangibles inmediatos. La siembra del arte es un proceso lento, pero siempre, siempre, su cosecha es ¡luz!
Y en cuestión de arte no hablo de los famosos y faraónicos Festivales, como el Rosario Castellanos. Si a mí me fuera dado cambiaría diez de esos megafestivales por treinta humildes talleres para niños y jóvenes. La misión del gobierno es propiciar el acercamiento del disfrute del arte y la posibilidad de alimentar las vocaciones de creación, en todos los campos del arte. Hoy, el avance de la tecnología permite instalar una pantalla gigantesca en el parque de Comitán y presentar, cada fin de semana, no sólo la voz titubeante del cubano Céspedes, sino todo un universo de conciertos y de ballets de las mejores compañías del mundo. Claro, a los coneculteros esto no les conviene porque el negocio está precisamente en la contratación de artistas. Pero el pueblo no sabe de negocios. El pueblo necesita que sus hijos crezcan en ambientes que los alejen de las sombras.
Ojalá que José Antonio, desde ahora, contemple un programa donde los niños y jóvenes comitecos tengan un verdadero acercamiento a la construcción de su propia cultura; ojalá que tenga la sensibilidad para advertir que resembrar flores de plástico es el clásico “pan y circo” que en nada contribuye al desarrollo de la sociedad. Ojalá que su periodo sirva para reforestar estos páramos donde estamos inmersos. Por omisión y por ignorancia, los gobiernos municipales comitecos se han caracterizado en ser unos apáticos al arte. Bueno, bueno, lo cierto es que en sus corazones e intelectos no hay mucha tela de dónde cortar. Yo me atrevo a preguntar: ¿Qué lugares visitan los presidentes municipales comitecos cuando viajan, por ejemplo, a la ciudad de México? (con dinero del erario, por supuesto). ¿Acuden al Museo de Arte Moderno? ¿Van a la Sala Netzahualcóyotl a escuchar un concierto? ¿Se dan una vueltecita por la Casa Museo de Frida Kahlo? ¿Visitan la biblioteca Rosario Castellanos? ¿Van a “Gandhi” a comprar libros? Digo, yo pregunto. Entonces, ¿en dónde está el camino?