domingo, 14 de noviembre de 2010

LOS OJOS DE LAS CALLES




Era una decisión importante, de esas que no pueden resolverse al momento, por esto Alfonso le dijo a María: “Primero lo consulto con la almohada”, se despidió, caminó por el callejón de Las Chicharras y llegó al “consultorio” de doña Arminda, la mujer que es experta en leer el destino de los hombres, con el uso de una almohada.
En realidad, el callejón alberga a decenas de videntes, brujos, chamanes, hechiceros y charlatanes. Casi casi en cada puerta hay letreros que indican la especialidad. Los hay desde los comunes de: “Se leen las manos” hasta insólitos: “Leo tu destino en tu semen o en fluidos vaginales”. Me cuentan que en el consultorio del Brujo Salomón, el hombre se masturba, deposita el semen en un plato hondo y el viejo de barbas que llegan a mitad del pecho, con los dedos índices, como si fuera Moisés, abre un camino en ese mar y distingue formas que vaticinan el porvenir. No deja de tener sustento su dicho de que el semen de viejo ya no tiene mucho qué decir; en cambio, ¡el de los jóvenes!
Y digo que hay charlatanes porque desde que el pueblo se volvió famoso por el número de videntes, muchas prostitutas rentaron locales en el callejón e inventaron prodigios sólo para atraer a clientes. La “Llanta baja”, una prostituta que renguea, asegura que logra ver el destino en los pliegues de los testículos. Como la mayoría de hombres es crédula paga los mil pesos solicitados. Un día, me cuenta Azucena, su novio le pidió que la acompañara. El novio se bajó los pantalones y se tumbó boca arriba sobre el camastro, la mujer le agarró los testículos y dijo: “¡Ah, qué par de güevos tan hermosos tenés!”. Azucena, dice, sintió como un piquete de alfiler en medio del pecho, pero no dijo nada. La mujer se acercó al hombre y puso la boca cerca de sus testículos, cuando sacó la lengua, Azucena no aguantó más y empujó a la mujer, aventó los pantalones al novio y lo urgió a abandonar ese cuarto. La prostituta, desde el suelo, los maldijo: “Nunca tendrán descendencia”. Azucena, sacó un billete de quinientos y lo jugó frente al rostro de la prostituta. “¿Qué dijiste?”. La prostituta se persignó y bajando la mirada dijo: “¡Que el milagro de Abraham siempre los acompañe!” y tomó el billete. ¡Bonito asunto!, me dijo Azucena. En cuanto llegamos al departamento, me contó, yo le leí su destino a mi novio y desde entonces sabemos que el camino es luminoso.
Doña Arminda le dijo a Alfonso que se sentara sobre el borde de la cama. Empapó un algodón en una botella llena de hierbas y se lo dio al hombre. Éste olió el algodón y cayó en un profundo sueño de no más de dos minutos. Cuando despertó, la mujer le dijo que se parara y comenzó a leer las huellas que había dejado sobre la almohada. “Deja que María tenga el hijo. Es tuyo y te dará satisfacción cuando sea grande. Veo en su futuro que será gobernador de Chiapas”. Alfonso abrió su cartera. Doña Arminda sonrió satisfecha cuando tuvo en sus manos cuatro billetes de quinientos. Alfonso tomó su chamarra y salió a la luz del callejón, se colocó la chamarra al hombro y caminó satisfecho, como si esa tarde hubiera descubierto una nuez llena de agua limpia. No titubeó, caminó con dirección a la casa de María. Le propondría matrimonio.