viernes, 2 de diciembre de 2011

AHÍ VIENE LA A, CON SUS DOS PATITAS




A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como lágrimas de piedra, y mujeres que son como letras de cristal.
La mujer letra está casi casi en todo lugar. Está en el nombre de las cosas y en el nombre de los nombres. Cuando va a la playa, se tumba sobre la arena, se pone bloqueador, se suelta el sujetador, cierra los ojos y coloca sus manos debajo de la cabeza. Esto, trivial en apariencia, es lo que define su personalidad: es mujer que se tumba fácilmente, siempre y cuando exista un colchón de palabras nube sobre el suelo; siempre cierra los ojos porque no le gusta ver los errores de ortografía en el rostro de su amado; coloca sus manos debajo de la cabeza para decirle a él que todo debe estar siempre “al pie de la letra”; se pone bloqueador en intento de preservar la pureza del lenguaje, tan dado, en los últimos tiempos, a contaminarse con aguas pestilentes; y se suelta el sujetador en intento de realizar una oda a la libertad del lenguaje. Le fastidia el silencio y las canciones melosas que son interpretadas sólo con instrumentos. Le fascinan las canciones cantadas; y logra atar cintas azules a su cachondería cuando alguien le canta al oído con fraseo impecable.
¿Para qué las armónicas en una canción si es posible sustituirla con el yeah, yeah, yeah, de Los Beatles? ¿Para qué el tambor somatado si existe la posibilidad de la oración donde los otros ruegan por nosotros?
Cualquier hombre la encuentra en medio de las páginas de un libro, en el cayuco que atraviesa la laguna, en la pantalla de la computadora; la encuentra pegada en el micrófono del estudio de radio, en el reflejo de los lentes, en los brazos que se alzan al cielo, en el cartón de la plegaria.
Ella está presente, casi casi, en todo lugar y a toda hora. Es la serpiente que no cede ante la manzana, la piedra que no contiene el decálogo Divino, el dedo que no señala, el foco que nunca se apaga.
La mujer letra no puede borrarse con corrector, ni permite ser ignorada o callada. Es irremplazable y, a fuerza de costumbre, se convierte en imprescindible. ¿Quién es el amado inteligente que trata de pronunciar un nombre eliminando la letra principal? ¿Alguien, en el decurso de los tiempos, se ha atrevido a pronunciar Patria, eliminando la letra A? Por esto, los estudiosos del erotismo aseguran que la mujer letra, más que consonante ¡es vocal! Juran que la palabra “amor” suena eterna por la vocación de sus vocales.
Ella se pierde en medio de los conjuros y de los rezos que se practican en madrugada; ella es como la hoja que crece en el renuevo de la rama; es la cuerda del laúd que nadie toca; la hoja seca del camino que pisa el caminante.
El único espacio que le está vedado es la esquina. Le gusta la línea recta, la que define lo infinito. Por esto, más que en la carretera, le gusta viajar en tren. Si tiene que subir a un campanario a través de una escalera de caracol lo hace con la puerta abierta de su corazón. No usa paracaídas, sabe que toda ventana tiene una escalera con peldaños de palma.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que suben a la rueda de la fortuna, y mujeres que echan la fortuna a rodar.