viernes, 30 de diciembre de 2011
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO LA DIRECTORA DE CONECULTA-CHIAPAS FORMULA EL PORVENIR DE UNA NOVELILLA
Querida Mariana: ¿Cómo hablar del futuro en el presente a partir de hechos pasados? ¿Cómo decir que llegará el Veinte Doce en este fin de Veinte Once a partir de la experiencia histórica de que los años se van y llegan de la misma forma que el viento atraviesa el patio de mi casa donde mi mamá riega las orquídeas que una mujer de la zona de Los Lagos le trajo el día de ayer?
Los sabios dicen que sólo el presente es real. No obstante, el tiempo en que escribí la primera línea de esta Arenilla ya se fue y ahora esta línea, en apariencia fruto del presente, existe porque el futuro llegó. Si esta columna periodística llega a su fin será, más que por el presente, por el futuro que está llegando a cada instante, con la misma frecuencia y pasión con que el corazón bombea la sangre. Tal vez el presente no existe y lo que llamamos presente no es más que la transición del futuro que desplaza a la fruta podrida del pasado.
Y todo esto, querida mía, porque una tarde Javier me preguntó: ¿y por fin cuándo estará lista tu novelilla: “Yo también me llamo Vincent”? Y de veras ¿cuándo?, me pregunté. Seguimos en el café de la Casa de la Cultura, Javier tomando café y mirando las muchachas bonitas que caminan con rumbo al parque, yo sin tomar café pero viendo a las mismas muchachas bonitas que, como el futuro, se acercaban a nosotros y luego desaparecían. ¿Cómo predecir el futuro? Hay dos maneras, una es consultando con doña Epifanía que tira las cartas del tarot allá en su modesta vivienda llena de santos católicos y velas rojas; la otra es jugando a que algún día nosotros estaremos en el lugar por donde él pasa. De acuerdo con algunos estúpidos catastrofistas (¡nunca falta esa bola de vivales!), los mayas predestinaron que a fines de 2012 se acabará el mundo. En el tiempo que llevo de vida, más de dos veces me ha tocado sobrevivir al fin del mundo porque dicho fin no aparece.
Una amiga mía cita a Mateo frecuentemente: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aún los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre”, y yo estoy de acuerdo con ella y con Mateo, faltaba más. ¡Todo está en manos de Dios, hasta la simple impresión de una novelilla! Porque si Dios mueve los dados en sentido contrario todo se va al basurero, pero, entonces, ¿dónde la capacidad del hombre para mover los brazos en intento de alcanzar la otra orilla?
Como tengo una deuda pendiente con doña Epifanía preferí advertir el futuro en la bola mágica que posee la Licenciada Marvin Lorena Arriaga Córdova y ella prometió que, a más tardar, a fines de marzo del 2012 estará impresa, y a disposición de los lectores, la novelilla “Yo también me llamo Vincent”. “Del día y la hora nadie sabe”, pero ya existe una promesa del lapso. Los hombres nos movemos en rangos de tiempos, nunca podemos predecir el instante en que una piedra moverá a la otra para que ocurra el milagro del hombre que va a la montaña porque ésta se resiste a ir hacia donde él planta la esperanza con la misma pasión con que mi mamá siembra un renuevo de tilo, ahora que esta Arenilla dirigida a vos está llegando a su fin. Nunca sabremos cuándo se secará la planta, pero los hombres debemos regarla para que dé flores tan hermosas como el Sol que ahora se recuesta sobre cada uno de los pétalos de esa margarita que coquetea ante la mano bendita de mi madre. Todo en la vida es un simple abrir de postigos para que el futuro, como el viento, entre a la habitación y con su cuerda de aire revolotee a las mariposas que juegan ese juego inmenso que se llama: “vos y yo ¡formulemos el futuro!”.