miércoles, 21 de diciembre de 2011

LOS HERNANES


Hernán León Velasco (a quien le concedieron el Premio Estatal de Poesía Enoch Cancino Casahonda 2010) no cree que su tocayo Becerra Pino sea catedrático regular de la UNAM, porque, dice, ¡siempre anda de pata de chucho por el mundo! ¿A qué hora imparte su cátedra?
Hernán Becerra Pino anduvo recientemente por Europa y hace apenas cinco o seis días anduvo por Palenque y luego por Comitán. En Comitán aprovechó, por “segunda ocasión”, presentar su libro “Chiapas Entrevistado”, libro con una serie de entrevistas realizadas a gente diversa del estado. La presentación del libro fue una vereda del camino principal: recibir el Premio “César Pineda del Valle”, concedido por la Asociación de Escritores y Poetas de Chiapas, A.C.
La noche de la entrega del Premio, también fue honrada doña María Antonieta Alvarado de Utrilla, con el Premio “Juan Rulfo” (a propósito, Blanca Margarita López Alegría, quien es la que parte el queso en dicha Asociación, comentó que dicho premio fue instaurado antes que se concediera el Premio con el mismo nombre en la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara. La pregunta es: ¿qué pasaría si los familiares de Rulfo se enteraran de que el nombre del famoso escritor es usado por esta Asociación? Tenemos constancia de que la FIL debió cambiar el nombre del Premio por exigencia de quienes ostentan los derechos de autoría de Rulfo. Cosa contraria sucede con el Premio recibido por Hernán, ya que una hija de don César estuvo presente en la ceremonia y mostró su satisfacción porque el Premio lleve el nombre de su padre; dijo que con eso la memoria del autor de “Bartolito” sigue estando presente en el imaginario colectivo de esta región de la patria).
Siempre que me topo con los Hernanes me divierto mucho. Becerra Pino volvió a sorprenderme con su abalorio mental; con su capacidad para hilar las palabras en un fantástico mundo donde la realidad muestra su cara de ficción (esa noche contó la historia de una tía que al término del baño era envuelta en ¡un petate!, y así la llevaban por todo el patio hasta su cuarto para que no le fuera a “pegar el viento”. ¡Con un petate, Dios mío! Toda la gente que llenó la sala de la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez, celebró con una carcajada la ocurrencia. Hernán es así). León Velasco me dijo que ya leyó mi novelilla “Yo también me llamo Vincent” (más bien él ya lo hizo y no la Directora de Publicaciones de Coneculta). Me dijo que Mario Nandayapa le había pasado una copia en la computadora y, generoso, como lo hizo con la lectura de mi librincillo “Conjuros”, me dijo que le gustó. Yo, en reciprocidad, le dije que ya Ana María Avendaño me había regalado su libro con la obra merecedora del “Enoch Cancino” y ya le estaba preparando su Arenilla (la vez anterior que nos saludamos en ese mismo espacio le dije que yo estaba en desventaja, porque él ya había leído mi librincillo y yo no conocía su obra). Uno de estos días publico la Arenilla con mis comentarios con respecto a su libro.
Muchos integrantes de la Asociación se desplazaron de Tuxtla a Comitán (y de otras partes) para estar presentes en el acto de premiación. Me sorprende que, como si repartieran dulces, sacan libros de sus bolsas y de su autoría y los regalan a los asistentes (Blanca Margarita obsequió su poemario “Maríaluna” y Rosel Hernández “El segundo cofrecito Tuxtleco”). Pienso que esto sería el ideal de nuestra sociedad tan “Peñanietizada”; pero luego, con pena, me doy cuenta que mi ejemplar del “Segundo cofrecito” está encuadernado al revés y tiene muchos errores de ortografía. El acto es bien intencionado, pero parece que el resultado crea el efecto contrario.
Lo que sí es que cuando me topo con los Hernanes me la paso bien. León pregunta a qué hora Becerra da su cátedra si anda de pata de chucho por el mundo.