lunes, 26 de diciembre de 2011

PARA QUIENES BAILAN A MITAD DEL TEMPLO

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como abrazos, y mujeres que son como regalos de navidad.
La mujer regalo es una mujer de temporada, sólo se la halla en la madrugada del 25 de diciembre, al pie del árbol (los albureros siempre insisten en decir que debajo del palito. ¡Qué odiosos!); por esto huele a hojas secas, a muérdago, a “pashte” y a lama; sus pechos siempre están húmedos como hongos y apetitosos como trufas al amanecer.
Ella puede ser el objeto más deseado de la pasión o ser motivo de frustración. Basta abrirla para saber si, como fruto en temporada, es lo esperado o es el simple regalo de consolación. Acá esta palabra adquiere una connotación diferente a la cotidiana. ¿Quién se consuela ante aquello que no nace de la línea del deseo?
Como todo regalo, ella es un misterio. Por esto es bueno conocer algunos secretos que acuna en su corazón. Le gustan las malteadas de orquídeas y las galletas con calefacción; le gustan los acuarios con peces guppy y con ballenas; admira a los hombres que son como serie de luces y que huelen a ponche de frutas. Huye, como si huyera de la peste, de aquellos hombres que, por cualquier motivo y como si fuesen loros, dicen: “Regala afecto ¡no lo compres!”. La mujer regalo sabe que su amado debe considerarla como la joya más preciada del universo, y ya se sabe que lo caro ¡vale!
Yo conocí a una mujer regalo que tenía un sueño recurrente: soñaba con una escalinata de mármol, como esas que pintaba Escher, que no conducía a algún lado. Doña Jacinta, la vidente del pueblo, supo del sueño y vaticinó: “Quiere decir que estarás dando vueltas y vueltas hasta que la luz aparezca”. Ella no supo interpretar la interpretación y olvidó el dicho de la doña. Ella se fue de Comitán y una tarde me topé con ella en la ciudad de México. Una niña iba cogida de su mano. Ella me abrazó y después de ponernos al día en materia de noticias (incluida la de que la niña era su hija), me dijo: “¿No vas a preguntarme cómo se llama mi hija?”. Supongo que igual que la madre –dije. “¡No -dijo-, se llama Luz Jacinta!”. Entendí.
La mujer regalo se abre siempre tratando de no dañar el papel de empaque. Antes de abrirla hay que prender la luz y mirar un álbum de fotografías para recordar los obsequios que, de niños, recibimos de parte del Viejito de la Nochebuena.
La más amada es aquella que no necesita batería triple A para funcionar. Los hombres siempre están detrás de una que es como el clásico regalo infantil, que no tiene control remoto y que se desplaza con simples llantitas de madera.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en mujeres que son como las doce uvas del año nuevo y mujeres que cuando están “uvas” creen que sus amados son nuevos.